La victoria de Jair Bolsonaro en Brasil inaugura una profundización del ciclo neoliberal en América Latina y obliga a un profundo análisis acerca de cuáles han sido las causas de esta brutal derrota para el pueblo brasilero. Los desafíos que se abren para el campo popular son enormes y son una alerta para el resto de los países del continente.

Es un hecho, pero todavía cuesta creerlo. Tiene mucho de real y poco de racional. Sobran explicaciones, pero carece de sentido lógico. ¿Cómo es posible que más de 56 millones de personas, de forma más o menos consciente, hayan elegido un candidato que defiende la tortura en un país que en su historia reciente tuvo una de las dictaduras más largas de América Latina? ¿Cómo puede ser que el próximo presidente de Brasil, cuya mayoría de la población es negra, sea extremamente racista y desprecie al pueblo negro y su historia? ¿Cómo se explica que en el país en el cual 167 mujeres son diariamente violadas haya ganado uno de los exponentes de la cultura de la violación?

La crisis de un sistema político

El triunfo de Bolsonaro, con el 55, 4% de los votos sobre el 44, 6% del candidato del PT, Fernando Haddad, no puede entenderse sino es en relación con la crisis general del sistema político brasilero abierta con el impeachment a Dilma Roussef. En este sentido, no son menores los datos que arroja esta elección. El 21, 15 % del padrón no asistió a la votación en segunda vuelta, es decir, 29 millones de personas decidieron no tomar posición en una disputa de esta envergadura. Pero no sólo esto, de quiénes lo hicieron, casi 8 millones fueron votos nulos (el 7, 42 % de los votantes)  y 2 millones en blanco (2, 16%).

Esta suerte de “radiografía” da cuenta de una conclusión, que si bien general, puede pensarse como marco del ascenso del candidato de ultraderecha: las crisis de los sistemas políticos en tanto no encuentran respuestas satisfactorias desde el campo popular son capitalizadas por los sectores más reaccionarios de la sociedad. Ese alerta, que en otros momentos históricos fue también condición de posibilidad para el desarrollo del fascismo y el nazismo plantea también aspectos centrales para la actual coyuntura latinoamericana.

Bolsonaro en retrospectiva

Bolsonaro no es un personaje nuevo en la escena política brasilera, ya que hace casi 30 años que tiene cargos públicos, primero como legislador y luego como diputado federal por el estado de Río de Janeiro. Sin embargo, no se hizo conocido por la relevancia de sus propuestas, visto que, de los 126 proyectos presentados, solamente dos fueron aprobados (la mayoría relacionados al área de seguridad y en beneficio de los militares). Su publicidad como político se debe en realidad a sus participaciones y declaraciones racistas, misóginas, homofóbicas y a favor de la tortura.

No obstante, es innegable que su figura alcanzó un boom en popularidad en este año electoral. El formato y el contenido de su campaña fueron elementos fundamentales para la construcción de esta elección. Él supo utilizar el hecho de que las y los brasileros son los mayores usuarios de las redes sociales en América Latina y adoptó ese canal como espacio prioritario para la difusión de propaganda y ataque a los demás candidatos, especialmente al PT. Hay muchas evidencias que lo relacionan directamente a la Cambridge Analytica, empresa involucrada en las elecciones de Trump en los EE.UU y también en la votación del Brexit en Inglaterra, conocida por el robo de datos en Facebook y por el uso de las Fake News como forma de manipulación de información. Recientemente, una nota del Diario Folha de São Paulo ha demostrado también el involucramiento de empresarios que pagaron más de R$ 12 millones para gerenciar y mantener las redes de envíos masivos de mensajes por WhatsApp, algo ilegal ya que la legislación brasilera no permite el financiamiento privado. Además, eligieron tácticamente una plataforma en la cual todavía es muy difícil realizar el control de la información que circula. Su campaña se basó en mentiras, difamaciones y absurdos que recorrieron frenéticamente los grupos de WhatsApp, armados específicamente para eso.

Tampoco fue menos decisivo para esta elección el apoyo de las bancadas BBB (Buey, Biblia y Bala) que representan en el congreso los grupos vinculados al agronegocio, militares y policías y la iglesia evangélica. Este último sector tuvo un peso decisivo en los votos de los evangélicos después del apoyo público, poco antes de la primera vuelta, del Obispo Edir Macedo, líder de la Iglesia Universal en Brasil. Los intereses de estas bancadas calzan perfectamente con las intenciones del nuevo presidente, ya que Bolsonaro representa lo más conservador desde la última dictadura y asume la representación política de un sector que estaba carente de expresión. En este sentido, es evidente cómo los partidos tradicionales de la derecha brasilera han quedado totalmente al margen sin una expresión relevante en estas elecciones, como el MDB y el PSDB. Ya el PSL logró exitosos resultados saltando de 1 a 52 diputados en el Congreso.

Es interesante analizar, en este caso, como el conservadurismo presente en gran parte de la sociedad brasilera fue suelo fértil para estas ideas ultraderechistas. Este pensamiento reaccionario se relaciona con cómo ha procesado hechos de su historia reciente, en especial, el período del golpe militar. Distinto a otros países de América Latina, Brasil tuvo una Comisión de la Verdad tardía y limitada. Conformada 25 años después de la finalización de la dictadura, esta comisión no ha avanzado en juzgar y condenar a los militares involucrados en todos los crímenes de lesa humanidad. Bajo el concepto de “dictablanda”, la derecha brasilera fue permanentemente instalando la idea de que lo que ocurrió en el país no se comparaba con otras dictaduras en América Latina y eso ha aportado a generar poca conciencia crítica sobre ese periodo y sobre el rol de los militares. Todo eso permite que declaraciones de Bolsonaro, que desde acá parezcan incomprensibles, sean aceptadas por parte de las y los brasileros, y más aún, que presente un gabinete compuesto en una enorme mayoría por ex militares.

Ahora bien, no se puede dejar de mencionar como, ante el escenario político caótico incluso para la burguesía dejado por Temer, fue la figura de Bolsonaro la que logró aglutinar los intereses empresariales, al tiempo que, supo tener el visto bueno del imperialismo, que vio en él la ficha faltante para el ahogo diplomático (e incluso militar) de Venezuela. No menor es el apoyo y las felicitaciones inmediatas de Macri, dejando en claro que “la defensa de la democracia” es un significante vacío para las derechas latinoamericanas.

Por otro lado,  el “antipetismo” tanto de las clases medias como de los sectores populares fue un factor relevante en los resultados en estas elecciones  . El giro a la derecha del PT, la crisis económica y política, así como todos los escándalos de corrupción en los que se involucró el partido fueron un golpe importante a su popularidad. La persecución, cárcel y proscripción de Lula logró acentuar todavía más esa debilidad .Además, desde hace mucho tiempo el partido ha abandonado sus bases, apostando a la desmovilización y parálisis de los movimientos sociales y de los sectores organizados, sosteniendo de forma exclusiva una política institucional y de alianza y conciliación con los mismos sectores que apoyaron el golpe en 2016. Las consecuencias del “hay 2019” a la brasilera, lejos del recambio ordenado que esperaban, dieron un empujón al avance del fascismo. Los signos de que no era irrisorio este escenario estaban dados desde hace meses, siendo quizás la expresión más cabal de ello el asesinato de Marielle Franco. En este hecho se condensa el “enemigo interno” construido por Bolsonaro: una mujer, negra, lesbiana y militante popular,todos los rasgos que su discurso reaccionario atacó a lo largo de la campaña.

Pese al escenario de enorme complejidad , las acciones masivas que hubo a lo largo de estos meses, principalmente protagonizadas por el movimiento de mujeres y cristalizado en la consigna Ele não (que logró alcance mundial) e incluso las movilizaciones en la semana previa en apoyo a Haddad , dan cuenta de que un importante sector de la sociedad se encuentra  en estado de alerta para reaccionar frente a las medidas del nuevo gobierno.

La elección de Bolsonaro en Brasil inaugura una profundización del ciclo neoliberal en América Latina. Los desafíos que se abren para el campo popular son enormes y son una alerta para el resto de los países del continente. Los partidos y organizaciones sociales, como el MST o el MTST, a los cuáles el recién electo presidente ya afirmó que irá a encuadrarlos en la ley antiterrorista, deberán reorientar sus intervenciones políticas para desarrollarse en un estado prácticamente de excepción, en el cual habrá un achicamiento de los márgenes democráticos. Además, deberán recalcular su estrategia de comunicación masiva para poder dialogar con parte de la población que optó por el fascismo en Brasil. El panorama que se avizora no es sencillo, pero no podemos dejar que los resultados nos inmovilicen. Es necesario que la fragmentación de las fuerzas de izquierda pueda ser superada ante este panorama. Bolsonaro, en uno de sus discursos, ha dicho que en su gobierno las minorías se tendrán que “curvar” a las mayorías. No sabe que el pueblo nunca es minoría. Los trabajadores y trabajadoras de América estamos con Brasil.

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