El gobierno nacional vuelve a instalar el debate de las Sociedades Anónimas Deportivas presionando a través de su delfín Daniel Angelici, para que se aprueben en AFA lo antes posible y poder llevar el proyecto al Congreso en noviembre.

Mauricio Macri comenzó con la obsesión por la privatización del fútbol mucho antes de saltar a la política nacional y no quiere terminar su mandato sin ver realizado su sueño. “En 2001 fue mi fracaso político más grande. Mi proyecto de crear Sociedades Anónimas Deportivas perdió por paliza en la votación del comité ejecutivo de la AFA, 38 a 1, el único voto a favor fue el mío.” dijo alguna vez Macri.

Claro está, en ese momento se trataba de un «exitoso» empresario recién llegado al mundo del deporte, con asombrosos resultados, pero muy limitado ante la omnipresencia de Grondona. Incluso antes de su presidencia en Boca Juniors, en 1993 intentó comprar el Club Deportivo Español, cambiarle el nombre y trasladarlo a Mar del Plata, cual club de la NBA, con la complicidad de su presidente Ríos Seoane. La resistencia de la Asamblea de Socios logró evitar el atropello, aunque duraría sólo por un tiempo, ya que sería el propio Macri en el ‘99, quien desde el sillón de la presidencia de Boca solicitaría la quiebra del club tras negocios turbios durante la gestión de la mano derecha de Seoane, en el préstamo de jugadores.

Dos décadas después, las Sociedades Anónimas Deportivas vuelven a ser nota. Hace dos años, cuando estalló la crisis de la AFA (y la FIFA) tras la muerte de quien fuese, según sus propias palabras, «vicepresidente del mundo» los últimos 30 años, Julio Humberto Grondona, el ahora presidente de la Nación volvió a intentar privatizarnos la pasión. Con la presión de la FIFA encima bajo amenaza de intervención de la entidad e internas que no lograron resolverse entre los herederos de la AFA, la reforma naufragó. Se aprobó el nuevo estatuto avalado por la FIFA, el final del contrato de Fútbol para todos, la disputa por los nuevos derechos de TV. Sin embargo, el estatuto mantuvo que un club solo puede ser “una asociación civil con personería jurídica”. En estos días, esto puede cambiar.

De Grondona a la actualidad nada ha cambiado en el fútbol, el complejo sistema de aprietes y soluciones a partir de los que edificó su poder en la AFA durante décadas se mantiene de pies a cabeza. El sistema, en pocas palabras, consiste en asfixiar financieramente a los clubes y a la vez darles la herramienta para salir adelante, siempre y cuando cumplan con las exigencias pactadas.

La forma de presionar a los clubes que tiene el gobierno para lograr que voten en favor de los capitales extranjeros es el decreto “doce doce”, el Decreto 1212/2003 firmado por el entonces presidente Duhalde. El mismo establece un régimen especial para los aportes personales y contribuciones patronales de los clubes, lo que les permite a las instituciones afiliadas a la AFA pagar menos impuestos.

Desde el comienzo de la gestión PRO, con Alberto Abad como titular de la AFIP, el gobierno viene amenazando con ponerle fin al régimen impositivo particular de los clubes argumentando que desfinanciaba al sistema de seguridad social en unos 1300 millones de pesos. La AFA y cada uno de los clubes saben perfectamente que la derogación del Decreto, o una modificación de ese beneficio significa, lisa y llanamente, la quiebra. A la par de la discusión sobre las SAD, ya se adelantó que el Decreto estará en el debate de la Asamblea. Y acá es donde entran las figuras de Daniel Angelici, presidente de Boca y vicepresidente de la AFA, y Fernando Marín, asesor presidencial en asuntos del fútbol con cargo de subsecretario en Deportes, planificador en julio de 2016 del vaciamiento del programa Fútbol Para Todos y su posterior privatización y ex-gerenciador de Blanquiceleste S.A., la nefasta experiencia que sufrió Racing Club a principios de siglo. Ambos son los encargados de juntar los votos. Si la extorsión del 1212 logra su cometido y la Asamblea vota a favor de modificar el estatuto, la pelota pasará al Congreso nacional. Nicolás Massot, jefe del PRO en Diputados ya tiene la ley escrita hace tiempo, que habilita la posibilidad de que una asociación civil celebre un “contrato de gerenciamiento” o bien un “contrato participativo de inversión y desarrollo”.

Pero el gobierno de Mauricio Macri tiene a un aliado más: Daniel Scioli, quien tuviese como lema de gestión al mando de la Provincia de Buenos Aires durante 8 años “Fe, Esperanza y Deporte”. El pacto se cerró con una oferta para darle la presidencia de la Comisión de Deportes de Diputados al hombre del FPV a cambio de que haga lobby para que salga a ley cuanto antes.

El ex-vicepresidente de Néstor Kirchner y candidato a presidente en el 2015 por el FPV, justamente contra Macri, se reunió a principio de año con Carlos Mac Allister, Secretario de Deportes de la Nación, para cerrar el acuerdo que los tendrá como socios. Cambiemos aceptó que Scioli sea presentado como presidente de la Comisión (cargo que ocupó entre 1997 y 2001 como diputado del PJ conducido por Menem) a cambio de la aprobación de la ley de Sociedades Anónimas Deportivas. Pero Scioli no es ningún “traidor”. De hecho en 1999 intentó imponer un proyecto propio de creación de S.A. en el fútbol que al igual que el impulsado en AFA por el entonces mandamás de Boca. Fracasó en medio de la aguda coyuntura que vivía el país.

A todo esto… ¿qué es una Sociedad Anónima Deportiva? Una SAD es una institución deportiva con fines lucrativos a manos de un dueño-empresario, quien la maneja cual una empresa cualquiera, tal cual existen en Europa. Los ejemplos más conocidos son clubes como el PSG en Francia, Manchester City de Inglaterra, pero tras la apariencia del poderío que muestran estos dos clubes, la realidad de la gran mayoría es otra (y el 90% de los clubes de las principales ligas europeas son S.A). En España, donde solo los tres clubes más grandes no son gerenciados cual empresas (Barcelona, Real Madrid y Athletic de Bilbao), se encuentran todos al borde de la quiebra o directamente quebrados. En 2010 la deuda total de los clubes españoles era cerca de cuatro mil millones de euros, cuarenta veces superior a la que en 1991 hizo que se sancionara la Ley del Deporte que habilitó la modalidad como una panacea que iba a salvar el fútbol. Quienes a principios de los noventa hablaban de clubes cotizando en Bolsa y de beneficios netos de millones de euros, hoy se encuentran naufragando por el ascenso, con balances en rojo y empresarios con causas penales que han fugado la pasión de las tribunas.

La realidad del deporte en Argentina es que la gran mayoría de las disciplinas son deficitarias, en términos exclusivamente económicos no generan ningún rédito y generalmente son compensadas por el fútbol masculino profesional. Pero un club no está para ganar plata, tiene un rol social innegable. Para una empresa, si algo no es redituable, se cierra. Una Sociedad Anónima se maneja por acciones, los socios no tienen lugar alguno, no hay que convocar a elecciones y no hay que dar cuenta de ninguna decisión a nadie. Lo único que importa es la guita. El fútbol y los clubes ocuparon un rol fundamental en el desarrollo de nuestra cultura y nuestra identidad.

La Coordinadora de Hinchas, la Coordinadora de Hinchas por los Derechos Humanos, y las decenas de agrupaciones que han surgido en los últimos años en cada uno de los clubes bajo la bandera del antifascismo, luchando todas ellas contra las privatizaciones, la misoginia, el racismo y el absurdo del futbol moderno nos muestran que existe un camino posible para reapropiarnos de nuestras segundas casas desde abajo. Para que el futbol no sea un negocio para pocos y vuelva a sus raíces, para que los cientos de miles de pibes y pibas en todo el país sigan teniendo un lugar para desarrollarse y expresarse en cientos de deportes y categorías.

Por todo esto gritamos bien fuerte ¡No a las sociedades anónimas en el futbol! ¡Somos hinchas, no clientes!

 

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