Llega septiembre y nos arde la memoria, nos duele, porque recordamos a lxs 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa. Fue el 26 de septiembre del 2014 cuando estxs jóvenes de la escuela Normal Raúl Isidro Burgos, se encontraban en viaje hacia la ciudad de Iguala, fueron interceptados por la policía que reprimió y asesinó a 6 jóvenes para luego detener y desaparecer lxs 43 estudiantes normalistas. En México y en el mundo se supo que esa masacre fue dirigida por el Estado mexicano encabezado por Peña Nieto.
Eran jóvenes que luchaban por sus derechos, por una educación de calidad, gratuita. Estaban contra la reforma educativa que traía Peña Nieto: la privatización del “servicio educativo” y la evaluación obligatoria y excluyente de los trabajadores de la educación son los puntos más sensibles de una reforma regresiva que supo ser rechazada por miles de mexicanos/as. Reforma que atacaba la posibilidad de les jóvenes más pobre de México de estudiar, de convertirse en maestres que no solo enseñaran matemática, lengua o ciencias, sino también que enseñaran valores, lucha, compañerismo y revolución. Reforma que no nos es tan distante a pesar de los km que nos separan. No nos queda más que mirar por la ventana, leer el diario, salir a la calle o ir a cursar. Hoy muchas facultades acaban de terminar un ciclo de tomas que representa un levantamiento y paso al frente del movimiento estudiantil. Las exigencias, similares a las de los 43 de Ayotzi: presupuesto para educación, sueldos dignos para docentes, por la implementación de la ESI y una perspectiva de género de nuestros planes y lugares de estudio, y en rechazo a reformas del FMI y que el gobierno yanqui digitan para toda la región.
Acá el estado tiene otro nombre pero se mueve de la misma manera, y lxs jóvenes vamos a seguir respondiendo como lo hicieron las juventudes de la historia, en la calle, en las escuelas, terciarios, universidades y donde sea que haya que estar para patear el tablero. Porque hoy y siempre 43 veces decimos la educación no se vende, se defiende.
Ayotzinapa
Mordemos la sombra
Y en la sombra
Aparecen los muertos
Como luces y frutos
Como vasos de sangre
Como piedras de abismo
Como ramas y frondas
De dulces vísceras
Los muertos tienen manos
Empapadas de angustia
Y gestos inclinados
En el sudario del viento
Los muertos llevan consigo
Un dolor insaciable
Esto es el país de las fosas
Señoras y señores
Este es el país de los aullidos
Este es el país de los niños en llamas
Este es el país de las mujeres martirizadas
Este es el país que ayer apenas existía
Y ahora no se sabe dónde quedó
Estamos perdidos entre bocanadas
De azufre maldito
Y fogatas arrasadoras
Estamos con los ojos abiertos
Y los ojos los tenemos llenos
De cristales punzantes
Estamos tratando de dar
Nuestras manos de vivos
A los muertos y a los desaparecidos
Pero se alejan y nos abandonan
Con un gesto de infinita lejanía
El pan se quema
Los rostros se queman arrancados
De la vida y no hay manos
Ni hay rostros
Ni hay país
Solamente hay una vibración
Tupida de lágrimas
Un largo grito
Donde nos hemos confundido
Los vivos y los muertos
Quien esto lea debe saber
Que fue lanzado al mar de humo
De las ciudades
Como una señal del espíritu roto
Quien esto lea debe saber también
Que a pesar de todo
Los muertos no se han ido
Ni los han hecho desaparecer
Que la magia de los muertos
Está en el amanecer y en la cuchara
En el pie y en los maizales
En los dibujos y en el río
Demos a esta magia
La plata templada
De la brisa
Entreguemos a los muertos
A nuestros muertos jóvenes
El pan del cielo
La espiga de las aguas
El esplendor de toda tristeza
La blancura de nuestra condena
El olvido del mundo
Y la memoria quebrantada
De todos los vivos
Ahora mejor callarse
Hermanos
Y abrir las manos y la mente
Para poder recoger del suelo maldito
Los corazones despedazados
De todos los que son
Y de todos
Los que han sido