uego de un fin de semana de enorme despliegue de diversas fuerzas represivas en las inmediaciones del Centro Municipal de Exposiciones de la Ciudad de Buenos Aires, donde se realizaron las principales reuniones de los enviados del G20 y el FMI, el presidente Mauricio Macri anunció que se le otorgará la potestad de intervenir en asuntos internos a las fuerzas armadas.
El anuncio, hecho ni más ni menos que en Campo de Mayo, uno de los principales centros clandestinos de detención durante la última dictadura militar, significa un paso que nunca, en los últimos 35 años desde la restauración de la democracia, se había dado. Fue justamente tras la finalización de la última dictadura militar que se quitaron las atribuciones para intervenir en asuntos internos a las fuerzas armadas.
El contexto en el que se toma esta medida está signado por la agudización de la crisis económica y la ejecución de los primeros lineamientos acordados con el FMI. Dando cuenta de su total servilismo al organismo internacional, Macri sale a demostrar que va a sostener su plan de ajuste de cualquier modo, a horas nomás de que Cristine Lagarde dejara nuestro país.
Claro está, no sorprende una medida de estas características por parte de un gobierno que, desde su asunción, ha buscado dar guiños afirmativos a las fuerzas armadas, que ha puesto en duda las cifras de los 30 mil desparecidos/as, que es el responsable de la desaparición y asesinato de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel y que ha reprimido de manera salvaje a trabajadores y trabajadoras a lo largo y ancho del país.
Es válido señalar también que la utilización de las fuerzas armadas en cuestiones internas fue también un caballito electoral que trato de utilizar Sergio Massa (uno de los candidatos para la unificación del PJ) en su última campaña electoral.
El falaz argumento de combatir al narcotráfico con el ejército, la fuerza aérea y marina es el mismo que se ha utilizado en Colombia y México, trayendo como resultado no sólo un mayor amparo a los grandes narcos, sino también el asesinato de miles de militantes populares. Bajo ese manto, lo único que se esconde es mayor represión para el pueblo trabajador.
Es necesario repudiar en las calles esta medida, de manera masiva, como ha sido la reacción ante el 2×1 y la enorme participación popular exigiendo la aparición con vida y justicia por Santiago.
¡EL 1°DE AGOSTO TODXS A PLAZA DE MAYO!