Este 19 de julio recordamos a Mario Roberto Santucho, Secretario General del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), secuestrado y desaparecido junto a Domingo Menna, Liliana Delfino, Ana María Lanzilotto y Benito Urteaga. La dictadura genocida quiso eliminar sus rastros tratando de que nadie recupere su lucha, ni se atreva a soñar con la revolución y el socialismo en nuestro país. Pero su ejemplo sigue siendo inspiración para nuevas generaciones de militantes revolucionarios. Hoy, la justicia de clase vuelve a mostrar su complicidad con quienes pretendieron eliminarlos para siempre. Hoy, la prensa burguesa sigue escupiendo mentiras. Para nosotros y nosotras Santucho sigue siendo el revolucionario que sintetizó todo un horizonte de emancipación colectiva que involucró a miles de hombres y mujeres.

Como parte de una larga historia, hace algunas semanas, fines de mayo, la justicia rechazó el pedido de resarcimiento a la familia de Santucho. Las hijas reclamaban una indemnización por el secuestro, tortura y desaparición de su padre y la jueza que actuó en el caso reconoció sólo los daños por la no entrega de su cuerpo. Más allá del resarcimiento económico, que seguramente para la familia significaría alguna reparación, lo que queda en evidencia es el sistemático ensañamiento hacia Santucho. Un artículo despreciable del diario La Nación del día 29 de mayo, expresaba lo injusto que sería el reconocimiento de los crímenes de lesa humanidad hacia MRS, comparando las acciones del terrorismo de Estado con la lucha obrera y popular de la cual las organizaciones político militares eran parte. Reactivando el discurso de los dos demonios (para apuntar a uno, el obrero y popular), La Nación condena en igualdad de parámetros la lucha por terminar con la explotación del sistema capitalista con la reacción genocida de las fuerzas armadas instrumento de la burguesía local y el imperialismo. Nada podemos esperar de la prensa que sigue defendiendo las injusticias de un sistema terrible que condena a la miseria a miles de personas.

Una biografía individual y colectiva

Los líderes revolucionarios se forjan caminando al paso de la historia. A cada generación le toca su propio desafío temporal. A la generación de los hombres y mujeres del PRT les tocó batallar en un contexto histórico signado por grandes movilizaciones de masas y el auge de la lucha revolucionaria en el continente, que veía en la lucha armada una vía para la toma del poder. Con el ejemplo de la Cuba revolucionaria de Fidel y el Che, con los procesos de descolonización del tercer mundo, de Vietnam y de Argelia, y con numerosas vanguardias armadas distribuidas a lo largo y ancho de Nuestra América, la figura de Mario Roberto Santucho se vuelve una pieza fundamental. La tarea histórica de construir un partido revolucionario es colectiva, y no se realiza aislada del proceso que vive el movimiento de masas. Pero junto a esto, existen las figuras personales que cumplen papeles relevantes, que por su claridad y firmeza son distinguibles, y así, pasan a la historia. Es así como Santucho vivió las luchas contra el cierre de los ingenios en Tucumán, la revolución cubana en ascenso, la lucha contra el racismo blanco en Estados Unidos, y sobre todo, el Cordobazo, los procesos de organización clasista del SITRAC SITRAM, los incipientes procesos de organización armada frente a la dictadura de Onganía. Con las movilizaciones populares en ascenso, las condiciones y la decisión de avanzar en la lucha revolucionaria, en la que la lucha armada tenía un lugar destacado.

Nació en una familia numerosa en Santiago del Estero. Le tocó presenciar en el norte argentino lo más crudo de la pobreza y la explotación del capitalismo argentino. En su adolescencia estudió para contador en la Universidad de Tucumán y formó parte del movimiento estudiantil siendo parte de la conducción del Centro de Estudiantes. Ya como profesional se vinculó con los gremios azucareros de la FOTIA entablando relación con lo que consideró parte de la vanguardia obrera de ese momento.

Sus primeros pasos en política estuvieron vinculados con el Indoamericanismo. Junto a su hermano iniciaron una primera experiencia política en el Frente Revolucionario Indoamericano Popular (FRIP), cuyo órgano de difusión era la revista Dimensión publicada en español y quechua. Al poco tiempo, entrarán en vínculo con otra organización conducida por Nahuel Moreno, Palabra Obrera que luego de un período de intercambio político y trabajo en frente único, darán nacimiento en 1965 al Partido Revolucionario de los Trabajadores.

En su cuarto congreso, en 1968, el PRT se dividió entre la fracción dirigida por Moreno, PRT – La Verdad, y la dirigida por Santucho, PRT – El Combatiente. Poco tiempo después, en su quinto congreso se dará la creación del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), dando inicio a las acciones armadas. La persecución policial y la represión llevará a varios de sus dirigentes, entre ellos a Mario Roberto a la prisión. Será en el sur argentino, donde se gestará uno de los episodios más épicos y trágicos de la época que lo tendrán como protagonista. La fuga del penal de Rawson en agosto de 1972 se preparó con la unidad de esfuerzos entre las principales organizaciones político militares (PRT-ERP, FAR y Montoneros). Esta acción representó uno de los actos de confrontación más importante contra la dictadura de Lanusse. Sin embargo, errores operativos tendrán como resultado la masacre a sangre fría de 16 militantes por parte de los milicos en la Base Almirante Zar de Trelew. Entre los fallecidos se encontraba su esposa, Ana María Villarreal. Santucho logró escapar a Chile y luego a Cuba desde donde volvería a la Argentina para reincorporarse a la lucha.

Frente al llamado a elecciones impulsado por el general Agustín Lanusse, a través del Gran Acuerdo Nacional (GAN), Santucho propondrá el aprovechamiento de la recuperación de la legalidad para impulsar una ampliación de su política. El PRT avanzará en su desarrollo sindical a través del Movimiento Sindical de Base, el impulso de una prensa de masas como fue el diario El Mundo, y una propuesta política como fue el Frente Antiimperialista y por el Socialismo (FAS) que propuso la candidatura de Agustín Tosco para la presidencia, finalmente declinada por este. Lo que puede apreciarse con estos elementos es la adecuación de las tácticas de acumulación política y la visión integral de un proyecto revolucionario, que más allá de sus aciertos y errores buscó utilizar todas las formas de lucha para lograr la patria socialista. La combinación de la lucha social, la lucha política junto con el desarrollo de la fuerza militar se conjugarán en una estrategia integral del PRT. La consagración de esa estrategia se puede leer en el documento “Poder burgués y Poder revolucionario” que demostrará la capacidad teórica de Santucho.

La contrainsurgencia argenta

La democracia descompuesta por las organizaciones parapoliciales impulsadas desde el propio seno del Estado como la triple A, el reflujo del movimiento popular y los golpes sufridos en diferentes acciones llevarán a un debilitamiento de la estructura del PRT-ERP. Con la dictadura genocida ya en el poder desde marzo de 1976, Santucho y la dirección del partido buscarán una alianza con las otras organizaciones armadas en la conformación de la OLA. Esta búsqueda lo encontrará en el departamento de Villa Martelli donde será sorprendido por una patota militar que lo herirá de muerte. Llevado a la guarnición de Campo de Mayo su cuerpo permanece desaparecido hasta hoy.

La imagen demonizada de Mario Roberto Santucho por la prensa burguesa se basa en su odio de clase hacia uno de los hombres que puso en discusión la  cuestión del poder en nuestro país y una salida revolucionaria. Ese desprecio tiene razones políticas e ideológicas. A Santucho se lo puede ubicar junto a figuras de la talla de Miguel Enríquez, Carlos Fonseca y del Che Guevara. Su capacidad política y su decisión de vencer lo destacan como un enemigo acérrimo de las clases dominantes.

No es casualidad entonces que su cuerpo haya sido desaparecido. El propio Videla reconoció hace muchos años que fue decisión suya no devolver los restos del líder guerrillero para evitar cualquier culto a su figura. Nuevamente, la lógica de la desaparición se fundamenta en la peligrosa motivación y ejemplo que ejercen los combatientes caídos para las nuevas camadas militantes.

A contrapelo, con la mirada clara hacia la revolución y los pies bien plantados en nuestra historia, Santucho sigue siendo bandera y horizonte para todas y todos los que seguimos peleando por la liberación nacional y social.

Santucho vive, la lucha sigue.

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