Los resultados de las elecciones generales confirmaron la fragmentación y disgregación del sistema politico italiano. Un golpe para los planes de Bruselas que no tiene una salida de fondo a la vista.

Tal como se anticipaba, el resultado de las elecciones en Italia dejó aún más hundido al país en el abismo político. En sí, la propia elección estuvo determinada por un nuevo andamiaje legal acordado entre Forza Italia (derecha) y el Partido Democrático para condicionar el ascenso de nuevos espacios, especialmente el Movimiento 5 Estrellas del comediante Beppe Grillo. Así, el 31% de los escaños se definió mediante el voto a un candidato en forma uninominal, mientras el 67% se votó por lista con distribución de cargos proporcionales y el 2% restante fue para los/as candidatos/as del extranjero.

A pesar de todos los embrollos en el sistema electoral, los resultados confirmaron el favoritismo del M5E que obtuvo el 33% y el ascenso de la ultraderechista Lega Nord que conquistó el segundo lugar con el 18% de los sufragios. Los ex premier Silvio Berlusconi y Matteo Renzi sufrieron un claro traspié, quedando en tercer y cuarto lugar y lejos del retorno triunfal que anhelaban. Sin embargo, la ausencia de mayorías absolutas los convierte en jugadores clave en el tablero para la formación del próximo gobierno.

El voto al M5E estuvo concentrando predominantemente en el sur, la región más postergada del país, y canalizó especialmente a sectores de la juventud precarizada. Su programa, sin embargo, oscila entre medidas reformistas y un populismo euroesceptico. Su candidato a primer ministro, Luigi Di Maggio, anticipó que no harán alianzas con ninguna fuerza lo que podría llevar a un bloqueo parlamentario.

La Lega Nord, en tanto, expresó el voto de los sectores más ricos y concentrados ubicados en el norte industrial, y se ubica en una tendencia más general en Europa como el Frente Nacional en Francia con un discuro antiinmigración. Logró desplazar y encabezar el espacio que históricamente condujo Berlusconi, hoy «expirado» como le gritó la joven que lo escrachó al momento de votar.

Las candidaturas de «Il Cavalliere» y de Renzi fueron apuntaladas fundamentalmente desde Bruselas para imponer un gobierno «del orden» que pueda ejecutar las reformas que reclaman Merkel y el Banco Central Europeo. Sucede que Italia no solo se mira ante un abismo político: la deuda externa del país ya asciende al 135% del PBI y su sistema bancario pende de un hilo, como muestra la reciente quiebra y rescate de Monte dei Paschi.

El escenario abierto en Italia se suma a la crisis surgida en Alemania por la «gran coalición» de gobierno encabezada por Merkel que dejó un cisma en la socialdemocracia, la crisis catalana que sigue sin encontrar resolución y el Brexit. A este cóctel, por si fuera poco, le echó nafta Trump con el anuncio de una virtual guerra comercial.

Los resultados de las elecciones italianas dejan una postal de un país y un continente en crisis. Pero la iniciativa, por ahora, sigue del lado de los explotadores. Eso es lo que hay que cambiar.

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