Más de doscientas compañeras nos reunimos ayer, 8 de febrero, en el salón principal del S.U.T.E. -sindicato recuperado por sus trabajadoras/es- para organizarnos de cara a lo que sin dudas será una contundente jornada de lucha a nivel internacional. Este 8 de marzo, Día Internacional de la mujer trabajadora, las mujeres e identidades disidentes nos preparamos para tomar las calles una vez más. Vamos a gritar bien fuerte: si nuestras vidas no valen, si nuestro trabajo no es reconocido, si el salario no aumenta, si nos siguen despidiendo y precarizando, si la explotación sigue siendo destino: nosotras paramos, nos organizamos y salimos a pelear.
Paramos porque sabemos que nosotras sostenemos la mayoría de las tareas que permiten el desarrollo de la vida humana, mientras pretenden hacernos creer que estos son “naturales actos de amor”. Paramos porque cobramos menos, accedemos a empleos precarios, sobre todo en el sector de servicios y debemos, además, soportar a diario el acoso de jefes y compañeros de trabajo. Paramos porque en esta sociedad nuestro cuerpo vale sólo cuando de producir se trata y no nos dejan siquiera decidir sobre él.
En Mendoza venimos de contundentes movilizaciones, como la última del 25 de noviembre donde miles salimos a decir basta de violencia machista y a exigir políticas de estado para prevenirla y erradicarla. Hemos estado permanentemente en alerta y dando batalla, le hicimos y hacemos frente al ajuste del gobierno de Cornejo que le ofrece migajas a trabajadores/as de la educación, obligando así a miles de trabajadoras, ya que hablamos de un gremio en su mayoría compuesto por mujeres, a hacer malabares entre el extorsivo ítem aula, el magro salario y la crianza de sus hijas/os.
Seguimos exigiendo cárcel común para los curas violadores del Instituto Próvolo y justicia para las víctimas. Denunciamos y escrachamos a los funcionarios violentos que son parte del gobierno provincial (son al menos diez los que han sido denunciados por maltrato y abuso en la actual gestión). Hemos reclamado también la renuncia de Alejandro Jofré, subsecretario de Trabajo de la provincia, a quien las trabajadoras de este organismo denunciaron por abuso sexual. Todos ellos han contado, hasta ahora, con la protección del gobierno y nosotras decimos ¡basta!, basta de proteger a violentos y abusadores.
Salimos también a rechazar la reforma jubilatoria, copamos de nuevo las calles con las cacerolas, ante la indignación de los que pretenden que nuestra única ocupación sea usarlas en la cocina. Nos movilizamos hacia Casa de Gobierno en defensa de nuestras/os abuelas/os y juramos plantarnos también contra la reforma laboral que promete el macrismo. Tenemos claro que las reformas de este gobierno son miseria para nuestro pueblo y que las mujeres y disidencias resultamos doblemente golpeadas en el contexto de avanzada neoliberal.
Es por esto que ayer nos volvimos a encontrar compañeras pertenecientes a más de 50 organizaciones. Tomamos la palabra, nos escuchamos, discutimos los mejores métodos, nos emocionamos al reconocernos una vez más listas para dar pelea a la violencia que nos deparan el patriarcado y el capital, encarnados hoy en un gobierno abiertamente anti-popular que defiende a los empresarios a costa de nuestro sudor y en la iglesia católica que sigue siendo financiada por nuestros impuestos mientras imponen su moral misógina y heteronormativa.
En Mendoza la tierra también va a temblar y no será otro que el sismo provocado por nuestros pasos firmes en la calle. Nuestros cuerpos, las banderas, la rabia y los abrazos van a inundar el Kilómetro cero de una ciudad que todavía se pregunta dónde están Johana, Gisela y Soledad.
Este 8 de marzo las mujeres, lesbianas, travestis y trans paramos: si nuestras vidas no valen produzcan y reproduzcan sin nosotras.