En las últimas horas, en una entrevista en Davos, al ser consultado por los acuerdos comerciales entre América Latina y los países centrales del capitalismo europeo, el presidente Mauricio Macri declaró: “la asociación entre el Mercosur y la UE es natural porque todos en Sudamérica somos descendientes de europeos.” Más allá de que la frase podría atribuirse a cualquier tilingo con aspiraciones eurocéntricas, pronunciada en boca del máximo responsable de Estado Argentino, el día que se cumplen 2 meses de asesinato de Rafael Nahuel y en el marco de la mayor cumbre del liberalismo económico, estas palabras testimonian cuál es la visión del territorio y el desarrollo productivo que tiene el Gobierno de Cambiemos.
Las razones “naturales” del acuerdo.
Cómo se ha difundido pomposamente el objetivo de la gira europea de Macri es conseguir las tan ansiadas inversiones que, en teoría, son la clave para la sustentación a largo plazo del modelo económico, el cual, de otro modo, sería ahogado por los intereses de la deuda externa. Sin embargo, menos publicitado es cuáles son los sectores estratégicos hacia los que el presidente busca dirigir dicha inversión. En este sentido, la siempre presente renta agraria compite por el protagonismo de la gira con el extractivismo minero e hidrocarburífero.
Como ya ha declarado en otra parte de este viaje, el presidente sueña con que Argentina sea uno de los principales productores mundiales de Litio, un compuesto fundamental para la producción de celulares, tabletas y otras tecnologías asociadas. En la actualidad, este mineral está siendo el botín de guerra en los conflictos africanos y el gobierno aspira a que la voracidad del capitalismo gire su apetito hacia una region menos convulsionada. Esto, siempre y cuando, se generen las condiciones para la libre explotación en territorio andino y precordillerano.
En este sentido, no es menor que, días antes del encuentro de Macri con Vladimir Putin, donde se anunció una inversión millonaria para la explotación de Uranio en territorio patagónico, el gobernador de Chubut planteara públicamente la necesidad de rediscutir la ley provincial minera. Esta ley, fruto de la movilización popular, es uno de los escasos diques legales para que nuestro territorio no sea arrasado por el cianuro y la dinamita.
Los enemigos no argentinos
Este recrudecimiento de la orientación extractivista para el “desarrollo” nacional y regional, no es inocuo para las poblaciones locales y Macri conoce muy bien quiénes son los que están dispuestos a entregar la vida por defender la tierra.
En nuestro país, luego de enormes luchas, cientos de comunidades indígenas lograron asentarse en sus tierras ancestrales. Tanto así, que, desde 1994, cuándo se incorporó el Artículo 75 Inc. 17 a la Constitución Nacional, el cuál reconoce la preexistencia de las comunidades originarias y sus derechos jurídicos, hasta la actualidad, las comunidades mapuches han recuperado casi 200 mil hectáreas de territorio. Es sobre estas áreas que el gobierno quiere avanzar y es sobre estos elementos que debemos entender la frase del presidente.
Macri desconoce cuidadosamente a quiénes no se identifican como descendientes de europeos. En este sentido, es preciso decir que no es por pura ignorancia, ni por proyectarse a sí mismo o a la sociedad que él desea en los blancos rostros europeos que incurre en semejante falacia histórica.
La frase del presidente es una síntesis de sus intereses de clases. Es expresión de un genocida de la actualidad, producto de la voracidad del capital en nuestros días.
Para poder deforestar, contaminar ríos y dinamitar montañas, el capital necesita instalar un discurso de territorio vacío, de desierto. Ese es el objetivo de las campañas mediáticas de “mapuches chilenos”, terroristas entrenados por el ISIS, o de voces hegemónicas que, simplemente, no reconocen su existencia.
El asesinato de Rafael Nahuel y de Santiago Maldonado son un doloroso testimonio de la actualidad de este conflicto por el territorio, por nuestra identidad y por nuestra historia. Pero, también, despabilan a quienes habitan los grandes centros urbanos de que, a pesar de los años, de la muerte y de la explotación, las y los pobladores originarios de nuestra tierra resisten, viven y pelean día a día contra lo más bárbaro del capitalismo.