Por Eduardo Lucita* – colaboración especial para A Vencer

Desde que Mauricio Macri asumiera la presidencia ha reiterado una y otra vez su deseo de “reingresar al mundo”. Así lo explicitó en diversos foros internacionales y nacionales y dio diversas muestras ante los poderes mundiales. Ahora ha propuesto una serie de reformas para ganar competitividad y ha trazado una hoja de ruta muy concreta para ese regreso.

Luego del triunfo electoral, el gobierno ha retomado la iniciativa en dos planos. Por un lado, señaló que hasta ahora, producto de la “pesada herencia”, se vivió una transición que necesariamente debió ser financiada con endeudamiento pero que comienza otra etapa. Presentó entonces tres proyectos de reformas: la impositiva, la laboral y la previsional, destinadas a ganar competitividad internacional.

Por otro lado, ha trazado una línea de acción para concretar el “regreso al mundo”. A mediados del año pasado solicitó ser sede de la 11° Conferencia Ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC) -creada en 1995 e integrada por 164 miembros (países y asociaciones aduaneras) es la organización emergente de la hegemonía neoliberal de los años ’90. En paralelo aceptó ser, en noviembre de 2018, el país anfitrión de la 13° Cumbre del G20. El presidente Macri asumió la presidencia de esta Cumbre el 1° de diciembre. Por último, en connivencia con el presidente Temer de Brasil, impusieron un ritmo acelerado para concretar un TLC del Mercosur con la UE, algo que se viene negociando desde 1999. Este combo de iniciativas tiene un alto contenido político cuando el neoliberalismo vuelve a tomar impulso en la región. Lo dijo el Secretario de Relaciones Económica Internacionales, Horacio Reyser: “Sería muy lindo que en la Cumbre de la OMC podamos decir junto a la UE que somos los paladines del libre comercio”.

La reinserción inteligente

Este regreso al mundo –en el supuesto que antes el país hubiera estado aislado- no es solo el retorno a “los mercados voluntarios de crédito” –léase endeudamiento- o recuperar las buenas relaciones con el FMI –léase aceptar el artículo IV y las auditorías- o codearse con los grandes del mundo -tratar de que inviertan- sino que tiene un carácter más estratégico.

El verdadero sentido del promocionado regreso es, como han definido los sectores pensantes del macrismo, “La reinserción inteligente al mercado mundial”. ¿Qué significa? No otra cosa que la apertura de la economía para insertarse dinámicamente en determinadas cadenas del comercio internacional. Para esto se tiene que avanzar en generar las condiciones adecuadas –competitividad de la economía y productividad de los factores– para atraer inversiones, aggiornarse tecnológicamente y poder así competir en los mercados mundiales. Lo que implica reconvertir el sector industrial con los costos que eso presupone.

 Acuerdo UE – Mercosur

Una especial atención merece este acuerdo ya que sus consecuencias podrán sentirse rápidamente. Se trata de un acuerdo entre dos bloques en crisis. La UE ha perdido peso en el concierto internacional y en los intercambios comerciales y recién comienza lentamente a salir de la crisis del 2008. Las economías de sus países periféricos quedaron muy debilitadas, en tanto busca colocar sus excedentes industriales y financieros. El reciente bloqueo de la administración Trump a los Acuerdos Transpacífico y con la UE (TPP y TTIP), el Brexit, el auge de los nacionalismos y separatismos, agudizan la crisis.

El Mercosur está estancado desde hace años. Los objetivos originales pergeñados bajo las administraciones Alfonsin – Sarney no sólo no se han cumplido sino que a partir de las de Menem-Collor de Melo, el bloque se transformó en una simple unión aduanera al servicio de las corporaciones, especialmente la industria automotriz, que ha usado al Mercosur como escudo protector frente a 3ros. países y que obliga a Argentina y Brasil a negociar permanentemente los términos de ese intercambio. Más de 20 años después, el arancel común es una ficción vulnerada por múltiples excepciones y acuerdos transitorios. Paraguay y Uruguay han sido los convidados de piedra del bloque.

El apuro por cerrar este acuerdo es claramente político. Si bien hasta ahora las negociaciones han sido secretas, los trascendidos indican que aún hay diferencias en varios puntos centrales. Por ello estarían dispuestos a firmar un acuerdo general en el marco de la OMC y más adelante precisarlo (los paréntesis de los que hablan los negociadores). Para los países del Mercosur la firma sería una muestra de la adhesión de los cuatro gobiernos al libre comercio y suponen que puede sacar al bloque de su estancamiento y recomponer las relaciones internas muy deterioradas. Para el gobierno de Macri, los avances en el acuerdo constituyen una carta de presentación y han tenido un impacto político ante la reunión ministerial de la OMC, que se congregó en Buenos Aires a su pedido. Esta reunión -antesala de la del G20 en 2018-, impulsa al macrismo en su aspiración de convertirse en el interlocutor de la región frente a los grandes países y corporaciones frente a la defección de Brasil.

Uno de los puntos en discusión es el ritmo de las desgravaciones que los europeos quieren acelerar y los sudamericanos ralentizar hasta tanto su sector industrial se reconvierta. En nuestro país esto puede incentivar la reestructuración que el gobierno ha propuesto para el sector productivo distinguiendo los sectores competitivos, los que no lo son y deben desaparecer y aquellos que hay que estimular para mejorar. Pero es claro que debilitará el mercado interno y el gran perdedor será la industria y los empleos que genera. El retroceso de la industria favorecerá el avance de la primarización de las economías. Está también la apertura de los mercados de obras públicas a nivel nacional, provincial y municipal, lo que afectará a las PyMES, de los servicios y del comercio electrónico, que en general evaden normas y pagos impositivos, y la imposición de propiedad intelectual, marcas y patentes que las multinacionales buscan monopolizar.

Se supone que mejorará la exportación de biodiesel de Brasil y Argentina y los sectores agrarios piensan que podrán exportar hasta 400 mil tns/año, pero aquí colisionan con los granjeros de Francia, Irlanda, Polonia, para quiénes el Programa Agrario Común (PAC) es una valla protectora y uno de los pilares constitutivos de la unión. Esto es muy fuerte en Francia que siempre intenta demorar los capítulos relativos al agro.

Para la UE sería una respuesta al fracaso del TTIP y una muestra de la efectividad de la alianza Merkel-Macron, sustentada en concepciones neoliberales y que junto con China estaría dispuesta a asumir el liderazgo de la globalización mercantilista, ocupando espacios cedidos por los EEUU de Trump. Todos entienden que la globalización es una tendencia histórica irreversible. Adicionalmente, tiene un contenido geopolítico, ampliará su influencia económica y política en la región, accediendo a un mercado de más 200 millones de habitantes. Para el Mercosur, se incrementaría la subordinación a los vaivenes del mercado mundial. Hay que tener en cuenta que las administraciones de los cuatro países hoy comparten su adhesión al libre comercio y al multilateralismo.

A las asimetrías no resueltas en nuestro bloque se agregarían ahora las que se tienen con la UE, obviamente favorables a esta. La UE tiene aranceles promedio del 11%, mucho menores a los nuestros del orden del 35: así la desgravación es mucho menos costosa para Europa.

Liderar la transformación neoliberal regional

Adicionalmente hay un objetivo político que es lo que explica por qué Argentina buscó convertirse en el primer país latinoamericano en ser sede de la Conferencia Ministerial de la OMC, de la que nadie esperaba grandes resultados, y que será una suerte de antesala de la posterior Cumbre del G-20.

El gobierno intenta –como dijimos asumir el liderazgo de la región, por eso apura el acuerdo Mercosur-UE sin reparar en los efectos que tendrán para nuestro mercado interno, y especialmente para la industria, las grandes asimetrías entre los dos bloques. Así, la realización de estos encuentros serían un espaldarazo para el gobierno que busca ser el portavoz neoliberal de América Latina y el interlocutor ante los grandes países y sus corporaciones.

Sin embargo siempre hay un pero. Ocurre que la administración Macri pretende también tener relaciones privilegiadas con los EEUU, pero estos -desde que asumiera la presidencia Donald Trump han dejado en claro que no le interesan los acuerdos multilaterales y sí los bilaterales, país por país, incluso ha llamado a desconocer los organismos de la OMC que arbitran las posibles diferencias por el intercambio entre países.

Así, la inserción inteligente quedaría a dos aguas. Veremos cómo se resuelve.

* Integrante del colectivo EDI – Economistas de Izquierda

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