A pesar de las acusaciones en su contra por su involucramiento con Rusia durante la campaña electoral que le dio el triunfo, el presidente norteamericano Donald Trump tiene como meta fijada preservar y resguardar el lugar de hegemonía para el imperialismo yanqui en el mundo. Y para lograr ese objetivo, necesariamente debe chocar con Rusia y China, los principales polos alternativos a su dominio, que han venido ampliando sus zonas de influencia a lo largo del planeta.
El gobierno de Donald Trump asumió con una consigna simple pero definitivamente compleja en su aplicación: “Make America Great Again” (Hacer América grande de nuevo). El magnate no se refería solamente a la pérdida de puestos de trabajo en la industria local o alguna cuestión doméstica, sino al reclamo del establishment norteamericano del complejo militar – industrial de recuperar el terreno perdido las últimas dos décadas a manos del avance de Rusia y China.
En este contexto, si bien las denuncias de sabotajes y ataques cruzados son una constante entre estos países, las principales batallas de esta disputa no se dan en forma directa sino, por el contrario, mediadas por crisis y enfrentamientos en las zonas de influencia e importancia geopolíticas.
Siria y Medio Oriente
Uno de los grandes ejes en conflicto es Siria, en donde el imperialismo norteamericano lleva más de un lustro intentando desplazar sin éxito a Bashar Al Assad, quien es respaldado por el gobierno de Putin. Siria no reviste una importancia solamente por su posición geográfica clave en el mapa, bordeando a Turquía, Egipto, Israel, Irak, Irán y Jordania. Es, además, el país por donde pasan los gasoductos que llevan el gas a Europa. Por otra parte, junto con Bagdad y Teherán, conforman un bloque de gobiernos pro-chiítas en oposición a las monarquías sunnitas del Golfo apoyadas por el imperialismo (las cuales, sin embargo, se han visto sumidas en recientes crisis de gobierno).
En el último periodo, el retroceso del Estado Islámico en territorio sirio y el acuerdo del gobierno con un sector de la población kurda para otorgarle mayor autonomía, devolvió virtualmente el control del país (devastado) a Al Assad mientras que los grupos armados financiados por EEUU no expresan ni articulan ninguna alternativa nacional con capacidad de relevar al Ejecutivo actual.
Corea del Norte y Asia
Frente al estancamiento en Siria y en Medio Oriente en general,y sin ánimos de anotarse una nueva derrota, Trump decidió reavivar con fuerza el conflicto con Corea del Norte mediante una andanada de amenazas de sanciones y ataques militares. Con esta acción, el imperialismo yanqui busca golpear a un aliado de Rusia pero también a China que ha aumentado notoriamente su influencia en el continente asiático. Pekín ha firmado o avanzado en negociar 15 TLC en los últimos años, entre ellos, con la Unión Europea y África, además de un amplio abanico de acuerdos con los países asiáticos y de una penetración cada vez mayor en América Latina. Actualmente es quien más presiona por retomar las discusiones por el TTIP, el acuerdo de libre comercio multilateral más grande de la historia y que fuera abortado por Trump apenas asumido.
Con la excusa de la tensión militar con Norcorea, el gobierno de Trump ha reforzado el colosal despliegue de tropas en la región que ya venía de la gestión Obama y la Séptima Flota. Washington ha enviado casi 30 mil soldados a la Península coreana, y cuenta con acuerdos de cooperación y bases militares en Corea del Sur, Japón, Filpinas, Camboya y Vietnam, entre otros.
Sudán y África
Un país que no suele recibir la atención de los medios pero que condensa uno de los principales focos de tensión es Sudán del Sur. Este último es el país más nuevo del mundo. Su nacimiento fue promovido por EEUU e Israel originalmente contra el gobierno sudanés apoyado por Rusia y China. Se trata de una enorme reserva petrolera que ha ganado mayor relevancia tras el desplome de la producción de barriles en Libia. Sin embargo, tras su nacimiento, Kiirk acordó la mayoría de sus contratos petroleros con Pekín, por lo que el imperialismo yanqui ha dado rienda suelta al financiamiento de “milicias armadas” para recuperar el control del gobierno (y de las reservas petroleras).
Por otra parte, este año China abrió su primera base militar en el continente africano, en Yibuti. Este pequeño país es, nada menos, que la puerta de entrada al Canal de Suez donde pasan diariamente unos 3,8 millones de barriles de crudo.
Venezuela y América Latina
Por último, no hay que olvidar, que otra batalla estratégica se está librando actualmente en Venezuela, un importante aliado geopolítico de Rusia y China en América Latina, y que el imperialismo busca derrocar a toda costa mediante la asfixia económica y el sabotaje. Además de su importancia por las reservas y la producción petrolera, sin duda Caracas representa un escollo para la reestructuración neoliberal que Washington quiere imponer en la región, expresando un proyecto popular y antiimperialista que cuestiona las bases de poder norteamericanas.
El gobierno de Trump se vale de sus aliados locales para reforzar la presencia militar yanqui en la región: en noviembre se realizaron ejercicios conjuntos entre los ejércitos de EEUU, Brasil, Perú y Colombia mientras que, si bien no se terminó aprobando, el gobierno de Macri también intentó llevar adelante ejercicios conjuntos en Trelew y Rawson.
Desde ese punto de vista, es indudable que el imperialismo norteamericano se encuentra en una ofensiva no sólo polí- tica, sino también militar para recuperar la iniciativa en el plano internacional e imponer más hambre y miseria en todo el mundo para garantizar sus gigantescas ganancias. Los pueblos y la clase obrera internacional debemos repudiar la militarización imperialista y defender, por el contrario, el interés nacional contra cualquier injerencia extranjera.