El domingo 19 de Noviembre se vivió una nueva elección presidencial, la séptima elección presidencial posterior a la vuelta de la “pseudo – democracia”, en un contexto en donde la derecha pretende volver a gobernar con Sebastián Piñera a la cabeza. Por otra parte, con un oficialismo que no pudo aunar fuerzas en un sólo candidato, en donde Alejandro Guillier con el apoyo del Partido Socialista, Partido Radical, Partido por la Democracia, Partido Comunista e Izquierda Ciudadana, disputó el voto de centro-izquierda con Carolina Goic, abanderada de la Democracia Cristiana.

Esta es la segunda elección en donde funciona el voto voluntario, por ende, la volatilidad de la votación es bastante grande. Si bien había bastante expectación por la entrada de nuevos grupos al escenario electoral, el porcentaje de votación se mantuvo más o menos similar a la última elección presidencial. Con todo, existe un consenso, el rendimiento obtenido por el Frente Amplio que ningún analista ni politólogo veía presagiar, siquiera el más acérrimo militante de uno de sus catorce movimientos y colectivos que lo conforman. Es que si es por un análisis reducido a lo netamente electoral la apuesta del Frente Amplio estuvo rayando la épica, a sólo 2,43% de igualar al candidato oficialista Alejandro Guillier que consiguió el 22,70% versus el 20,27% obtenido por la abanderada del Frente Amplio, Beatríz Sánchez.

No obstante, la gran sorpresa no fue el 20,27% de los votos en la elección presidencial, ya que si tomamos las dos últimas elecciones el 20% aproximado de los votos ha correspondido a fuerzas que se plantean como alternativas al duopolio político: 2009 enmarcado en Marco Enríquez – Ominami con el 20,12% y en la elección del 2013 donde la sumatoria del mismo abanderado más Franco Parisi sumaron el 21,09% de los votos.

Por lo tanto, ¿Dónde radica el éxito electoral del Frente Amplio? En primer lugar no se puede desconocer la importancia del cambio del sistema electoral chileno, uno de los grandes bastiones de la dictadura del cual tanto la derecha como la concertación se sustentaron en el tiempo, pasando del sistema binominal al proporcional corregido D´hont, que junto con las negociaciones a la interna del movimiento consiguen convertirse en la tercera fuerza política del país al contar con 20 diputados y un inédito senador.

Un segundo factor para comprender el posicionamiento del Frente Amplio como tercera fuerza política se debe a la decisión de emplear los mecanismos que la nueva ley electoral incluye: primarias presidenciales y parlamentarias. El Frente Amplio logró, en estos seis últimos meses (los más fuertes en cuanto a campaña) presentarse al país como alternativa política y pararse frente a frente a la derecha con todo el despliegue mediático que implica la franja electoral televisada. Fue esa quizás la decisión política – estratégica más acertada del Frente Amplio, al borrar del mapa a la en ese entonces, vigente, Nueva Mayoría y su pugna interna por llevar un único candidato presidencial. Es justamente este punto el que la Nueva Mayoría como conglomerado no previeron y, que sumado a otros factores de manejo de campaña y liderazgo por parte del Frente Amplio, les pudo haber costado el paso a la segunda vuelta, donde sólo se lograron imponer por 2,43% de los votos.

Con todo lo mencionado se podría pensar que son sólo cuentas alegres las obtenidas hace unas semanas por el Frente Amplio, no obstante presentan grandes debilidades o ripios: Primero, la embrionaria construcción social que poseen; segundo, carencia de definiciones y apuestas políticas compartidas como conglomerado; y tercero, aunque injusto pero necesario de recalcar, carencia de capacidad de negociación dada su posición de cara a la segunda vuelta presidencial.

En primer lugar, el Frente Amplio carece de construcción social que le otorgue arraigo territorial y con ello fuerza militante que vaya más allá de la participación volátil ante demandas que tienen eco en la población y son de sentido común como la crítica al sistema previsional chileno. De este modo, el Frente Amplio apelando, y en casos abusando, del sentido ciudadano carece de construcción ideológica que pueda sustentar cuatro años de planteamientos políticos en el congreso y el posicionamiento futuro como fuerza de cara a las elecciones presidenciales venideras.

En segundo lugar, el apellido Amplio del Frente le hace honor a su composición. Es sin duda compleja la tarea que tiene por delante el conglomerado no sólo de cara a la definición que adopte de aquí al 17 de diciembre en la segunda vuelta presidencial, sino que la convivencia interna de una fuerza política que se reúne con la urgencia de un calendario electoral ante el cual si bien tenían el deber de mostrar un posición, las ansias por la obtención de escaños de sectores que históricamente se habían excluido primó. Así, incluso con resultados en mano, la relación que se establezca, por ejemplo entre Izquierda Autónoma o Nueva Democracia con Revolución Democrática resulta compleja. E incluso el rol que puede ejercer el Partido Liberal con dos diputados electos, en esta coalición.

El Frente Amplio se plantea la superación del neoliberalismo, por sobre una apuesta anticapitalista, por lo que constituye más bien a un nuevo aire dentro del duopolio político, más que a una transformación profunda del status quo. Posición que se refuerza y acomoda al sector que pondrá la música por los próximos cuatro años al interior del Frente Amplio: Revolución Democrática. De este modo, hoy la balanza dentro del Frente, en función de una discusión estratégica o incluso programática, está cargada a los sectores con pasado reciente en la Nueva Mayoría. La importancia que tiene Revolución Democrática, con 1 Senador y sus 8 diputados de los 20 del Frente Amplio, es fundamental para la posición que asumirá el Frente Amplio en esta segunda vuelta que se avecina. Lo anterior considerando que sólo hasta algunos meses varios personeros de esta organización, seguían trabajando en ministerios y puestos claves del Gobierno de Michelle Bachelet.

Nadie tiene la bola de cristal que nos permita ver qué pasará con el Frente Amplio, ni menos si Piñera o Guillier saldrán victoriosos este próximo domingo 17 de Diciembre, lo que sí está claro es que con la inserción potente del Frente Amplio en el campo institucional, comenzará a escribirse un nuevo proceso en donde el Duopolio político en Chile no gobernará totalmente solo. En tanto para las fuerzas fuera del campo de lo institucional, este escenario lo deja con dos posibilidades: que en la agudización de conflictos sea capaz de tener una alternativa política desde la izquierda revolucionaria articulada al movimiento popular, con inserción en las reivindicaciones del pueblo y lxs trabajadores Chilenxs; el otro escenario, es el no deseado, y puede ser el de simplemente quedar aislado y subsumido al Frente Amplio.

Esteban Ascencio
Takuri Tapia

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