Hijas e hijos de la rebeldía
Sobre el fuego aún encendido de la Rebelión Popular de 2001 se forjaron nuestras organizaciones políticas.
Eran -ya entonces- el fruto de años de militancia en las barriadas humildes, en organizaciones antirrepresivas, en el movimiento estudiantil, en los lugares de trabajo.
Aportamos, como tantos/as, a las luchas del movimiento popular que fueron creciendo desde mediados de los 90’. Las que pusieron en jaque al neoliberalismo menemista y luego se ampliaron para dar por tierra con el gobierno de De la Rúa y Cavallo. Así, curtidos en años de apatía y derrotismo neoliberal, aprendimos a forjar desde abajo la rebelión, a transformar la indignación en lucha organizada, y vimos cómo de la noche negra fue surgiendo la dignidad de los nadies hecha piquete, movilización, levantamiento popular.
La Rebelión Popular de 2001 fue una gran demostración de la capacidad que tiene un pueblo para enfrentar al poder de turno, y plantear su propia agenda. Esa experiencia trajo también muchas lecciones. Estaban a la vista el alto grado de espontaneidad del movimiento popular, la ausencia del movimiento obrero ocupado organizado como actor protagónico, los límites de las organizaciones existentes de la izquierda para empalmar con el proceso en curso y desarrollarlo de forma progresiva.
Muchos de esos elementos fueron centrales para sacar conclusiones propias e iniciar un camino de consolidación política: trabajando para que la militancia desde las bases se vaya expresando en organización política; fortaleciendo cada vez más una orientación hacia el movimiento obrero; y aportando a la construcción de una izquierda que no tenía visibilidad en nuestro país y que supone la recuperación de todo un vector de la experiencia revolucionaria. Esa perspectiva política redundó en el desarrollo de diversas organizaciones políticas que confluyeron en Izquierda Revolucionaria y en la Organización Política Hombre Nuevo, cuya fusión hoy da nacimiento a Venceremos.
Cuando el kirchnerismo pretendió ser el heredero de las jornadas del 20 de diciembre, fuimos claros. Sin ignorar ni menospreciar aquellos elementos que significaron mejoras para nuestro pueblo, planteamos que la dependencia y la miseria no podrían resolverse por medio del soñado “capitalismo en serio”. Fuimos consecuentes en la lucha por los derechos de la clase trabajadora y el pueblo pobre, sosteniendo la movilización, disputando con las burocracias sindicales, nutriendo el ascendiente movimiento feminista, y enfrentando la represión del Estado.
Al calor de esas peleas impulsamos junto a valiosos compañeros y compañeras, distintas herramientas para la lucha popular: delegados y delegadas antiburocráticos en la clase obrera, juntas internas combativas, sindicatos recuperados, organizaciones de trabajadores y trabajadoras precarizados en las barriadas humildes, organismos antirrepresivos, organizaciones feministas, corrientes juveniles, centros de estudiantes y corrientes estudiantiles, herramientas culturales. Todo ello fue confluyendo y creciendo por distintos puntos del país, en Mendoza, en Neuquén, en Córdoba, en San Luis, en Santa Fe, en Buenos Aires, y sigue ampliándose cada vez más.
Nuestra militancia política, además, está desde hace mucho ligada a una vocación frentista. Atravesamos numerosos frentes de conjunto con otras organizaciones, para desarrollar alternativas políticas más amplias y unitarias. Con ese bagaje llegamos a este año compartiendo el impulso de la Corriente de Izquierda Poder Popular con militantes y organizaciones compañeras, saliendo a las calles, dando también la disputa en el plano electoral –en las listas del FIT- y aportando, de esa forma, para avanzar hacia una alternativa política de masas para la clase trabajadora y el pueblo.
Sobre esa experiencia militante, que empalma con la historia viva de nuestro país y sus luchas, nos pertrechamos de un bagaje político e ideológico, poniendo en el centro la perspectiva de emancipación de la clase trabajadora y actualizando nuestros balances sobre un proyecto revolucionario para nuestro país. Recuperamos las experiencias más valiosas que nos antecedieron en este suelo y en el continente, aprendiendo de los aportes que a lo largo y ancho del globo desarrolló la clase obrera y sus organizaciones revolucionarias, y ello da forma hoy a Venceremos.
Nuestras certezas, nuestros sueños.
Nuestro proyecto es el futuro. Porque este presente de explotación y opresión que nos presenta el sistema actual no da ni puede dar respuesta a las necesidades más vitales y profundas de nuestro pueblo trabajador. Por eso somos revolucionarios, por eso socialistas. Porque el socialismo que vendrá de la lucha de la clase trabajadora y el pueblo, es lo que aún falta realizar. No es neoliberalismo ni “capitalismo con rostro humano”. Es una creación heroica -como diría ejemplarmente José Carlos Mariátegui- que se hará con manos obreras, con manos de pueblo.
Nuestro proyecto es el futuro, es el socialismo. “A esta palabra, -decía con claridad el mismo Mariátegui- agregad, según los casos, todos los adjetivos que queráis: ‘antiimperialista’, ‘agrarista’, ‘nacionalista-revolucionaria’. El socialismo los supone, los antecede, los abarca a todos”. De eso se trata, justamente. Un socialismo en donde quepan todos los mundos. A donde confluyan la lucha de la clase obrera y del pueblo pobre, la lucha antiimperialista y feminista, la lucha contra el racismo y por un mundo sin ningún tipo de opresión ni explotación.
Un socialismo que es ante todo, esencialmente humano como lo expresaba nuestro querido Guevara. Por eso, nos recordaba el Che, «El socialismo económico sin la moral comunista no me interesa. Luchamos contra la miseria pero al mismo tiempo luchamos contra la alienación». Porque el socialismo, que es superación de la explotación, del dominio del capital sobre las amplias mayorías, debe ser un campo fértil para forjarnos como personas nuevas.
La recuperación de una izquierda revolucionaria que se apropia de esta perspectiva humanista y latinoamericana, fue durante mucho tiempo una tarea pendiente en nuestro país. Mientras las corrientes mayoritarias de la izquierda rechazaron parte importante del enorme bagaje revolucionario y socialista que hay en nuestro país y continente, fueron en más de una oportunidad corrientes reformistas, o directamente capitalistas, las que buscaron apropiarse –falseándola- la herencia dejada por las y los mejores hijos e hijas de la revolución y sus luchas.
Pero el camino revolucionario para conquistar el socialismo ha sido marcado de forma indeleble en nuestro suelo y es menester ponerlo en el centro de nuestro pensamiento y nuestra acción.
Los pueblos de Nuestra América han conquistado su lugar en la historia viva de la lucha contra las opresiones y por la liberación nacional y social. Por ello, también recogemos la experiencia de nuestros pueblos originarios en su lucha infatigable contra la opresión colonial que impuso la invasión europea. Levantamos las banderas de la gesta independentista: la unidad continental por la Patria Grande latinoamericana y la lucha por la igualdad que enarbolaron nuestros/as primeros/as patriotas de principios del siglo XIX.
Por su parte, la revolución socialista cubana supo marcar un camino profundo, que empalmaba las mejores tradiciones de lucha anticolonial y antiimperialista –sintetizada en el ejemplo de José Martí-, con la perspectiva anticapitalista planteada para América y el mundo, que abrevaba –a su vez- de la enorme gesta revolucionaria encabezada por los bolcheviques en Rusia. De esa experiencia fue nada menos que el Che Guevara -el más enfático defensor del marxismo, del internacionalismo y del socialismo- quien se volvió ícono para toda una generación de revolucionarios/as.
A cambiar todo lo que deba ser cambiado se volcaron, por la senda del Che, miles y miles de revolucionarios y revolucionarias, alcanzando el momento más alto de la lucha de clases en nuestro continente. Allí estuvieron, entre otros, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) chileno, impulsando la organización de pobladores, trabajadores/as, campesinos/as y estudiantes, aportando al desarrollo de los cordones industriales que lograron la mayor acumulación de poder revolucionario de la historia chilena, y asumiendo la defensa político militar de esa experiencia de masas que bregaba por el socialismo.
Así también, en nuestro país, el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) jugó un rol central en el proceso de radicalización revolucionaria, desarrollando la lucha obrera, la lucha popular, la lucha campesina, articulándose con la lucha armada, promoviendo organismos frentistas de masas como el Frente Antiimperialista y por el Socialismo (FAS), y esbozando así, una estrategia integral para la conquista del poder y el socialismo. Se trató de una propuesta partidaria que aportó y se nutrió de lo más avanzado del movimiento de lucha: el movimiento estudiantil, los sacerdotes del Tercer Mundo, las Ligas Agrarias y las experiencias obreras como el Cordobazo, el Viborazo y los demás levantamientos populares, el sindicalismo de liberación de Agustín Tosco y el Clasismo de Sitrac Sitram, el Villazo y las Coordinadoras Interfabriles de 1975.
Caminando por este cauce, el enorme bagaje de luchas de la clase obrera y los sectores humildes del pueblo a lo largo de la historia y en los más diversos puntos cardinales nos dejó en claro, con el aporte invalorable de Marx y Engels, de Lenin y Trotsky, y de muchas experiencias latinoamericanas, que es fundamental promover la construcción de Partido para aportar a consolidar la energía del pueblo trabajador en una perspectiva revolucionaria. Se trata, ni más ni menos, de sintetizar la unidad práctica y política de militantes obreros y populares que luchan diariamente por el triunfo de la revolución y el socialismo. De una militancia que asume los retos de construir una estrategia revolucionaria para nuestra época y nuestro suelo, y que se predispone a llevarla a cabo aportando nuestro esfuerzo a cada uno de los pasos tácticos que hoy son fundamentales para avanzar en una perspectiva de poder.
Construimos un partido para la revolución. No creemos –como se ha extendido lamentablemente entre nuestra izquierda- que exista un único partido, ni uno solo “verdaderamente revolucionario”. Esa concepción “autoproclamatoria” es nociva, porque promueve una lógica sectaria y de competencia a cualquier costo, que redunda en una mayor fragmentación en la izquierda, fruto de la enorme dificultad para desarrollar políticas unitarias sobre los puntos comunes que atraviesan a toda la izquierda anticapitalistas y al campo popular.
Venimos sí a poner en pie un Partido de Trabajadores y Trabajadoras, que recupera a una corriente y trayectoria fundamental para nuestra revolución, y que hasta el momento estaba desdibujada en el campo de la izquierda argentina. Nuestros balances, nuestro aprendizaje, nuestras experiencias de construcción y de lucha, las ponemos al servicio de la pelea común de nuestro pueblo trabajador para lograr la completa y definitiva emancipación. Con esa vocación y convicción nace nuestro Partido.
Si el presente es de lucha, el futuro es nuestro
El escenario en el que nos toca dar batalla es difícil. La avanzada neoliberal, que se expresa en gran parte de América Latina y el mundo, tiene un capítulo relevante en nuestro país, a partir del ascenso de Cambiemos al poder y su reciente consolidación como fuerza nacional que aspira a una presencia prolongada.
La agenda del gran capital está a la vista. La reestructuración de las relaciones capital-trabajo para reimpulsar al empresariado que opera en nuestro país a partir de un salto en sus ganancias, tiene como contraparte un ataque claro a la clase trabajadora y a los sectores populares. Se expresa, entre otras cosas, en flexibilización laboral, reformas promercado en la educación y la salud, ataque a las condiciones de vida del pueblo por medio de aumento de tarifas y servicios públicos. Y es acompañada, además, por una campaña ideológica en defensa de la salvación (“progreso”) individual, que rescata la lógica empresaria y del poder, que se opone a las demandas del movimiento de mujeres y disidencias sexuales, que se emparenta con la derecha internacional y el imperialismo, que brinda impunidad a los represores de la dictadura (y de la democracia), y que niega y ataca la lucha popular.
Enfrentar los ataques del proyecto neoliberal y aportar a la construcción de una salida de fondo para el pueblo trabajador, son las tareas fundamentales que se nos plantean ante ese escenario.
Llegamos acá con la experiencia y las conclusiones que nos dejan los 12 años kirchneristas. La predisposición genuina de amplios sectores populares a dar respaldo a un proceso político que enfrente al neoliberalismo se chocó con los límites insalvables de un “proyecto nacional” que, aún con sus logros, nunca se planteó ir a fondo. Muchos de los empresarios que “se la llevaron en pala” en los años kirchneristas, se montaron sobre esa recomposición institucional para ir por más, dando su aval ahora al avance brutal del capital sobre el trabajo. La defensa de ese “capitalismo en serio”, implicó necesariamente, la promoción y respaldo de medidas antipopulares, como la represión a los sectores que luchan (proyecto X, Ley antiterrorista, asesinato de Mariano Ferreyra), el desarrollo de un modelo extractivista que dio lugar a la rapiña de las multinacionales mineras y enriqueció al campo con la soja, el respaldo férreo a las burocracias traidoras, el sostenimiento de índices altos de pobreza y de precarización laboral, además del evidente enriquecimiento personal de muchos de sus funcionarios.
Llegamos también con un balance sobre la importancia, y a su vez los límites que tiene nuestra izquierda. Por una parte, la izquierda en nuestro país arrastra un extremado electoralismo y grandes dificultades para confluir de forma cotidiana en las luchas y construcciones obreras y populares. Incluso en el terreno electoral – uno de los puntos más avanzados en términos de intervención unitaria-, las prácticas mezquinas y la exclusión de muchas otras experiencias de izquierda marcan los enormes límites. Aún así, por otra parte, la izquierda ha logrado afirmarse como una expresión política alternativa a las distintas variantes capitalistas. Y lo viene haciendo con protagonismo en las luchas populares a lo largo de los distintos gobiernos, y sosteniendo la necesidad de una perspectiva socialista, para la transformación radical de esta sociedad.
Sobre estas condiciones, nuestro Partido nace con la voluntad de aportar al desarrollo de la lucha de nuestro pueblo trabajador y su cristalización en alternativa política, algo que sólo puede hacerse a partir de la experiencia, codo a codo con el pueblo en las calles.
En primer lugar, consideramos fundamental enfrentar la avanzada neoliberal actual por medio de la más amplia unidad de acción en las calles. La defensa de las conquistas populares implica la intervención conjunta de miles y miles de trabajadores y trabajadoras, de amplios sectores populares, atravesados por sus diversas visiones políticas, pero hermanados en una lucha común para poner freno al ataque que sufre nuestra clase y nuestro pueblo.
En este marco, desde Venceremos, nos volcamos con fuerza al desarrollo de la organización y la lucha del movimiento obrero, cuyo rol es central en las luchas actuales y las por venir. Su peso y perspectiva será central tanto para contener la avanzada neoliberal, como para forjar una alternativa política de cambio profundo en nuestro país.
Asimismo, continuaremos aportando al avance del gran movimiento de mujeres y disidencias, que viene creciendo en nuestro país y a nivel mundial, enormemente. Nos planteamos la construcción del feminismo revolucionario que se disponga en las calles y desde una perspectiva de clase a arrancar todos los derechos negados desde hace siglos a las mujeres y disidencias sexuales, con la profunda certeza de que sin feminismo no habrá socialismo.
Para aportar al desarrollo de una alternativa política de la clase trabajadora y el pueblo que cuente con el respaldo de amplios sectores de masas, es fundamental promover experiencias unitarias en el marco de la izquierda y el campo popular. Por eso, como Venceremos, promovemos el desarrollo de una herramienta frentista, junto a activistas y organizaciones compañeras, como es Poder Popular, y por eso desde allí también bregamos para construir propuestas unitarias en los distintos planos de la intervención política.
Con estas convicciones, y entendiendo la importancia de construir un Partido de Trabajadores y Trabajadoras que se proponga empalmar con las mejores tradiciones de lucha revolucionaria que nos antecedieron, nos volcamos a construir Venceremos, seguros de que haremos nuestro aporte a la lucha por la emancipación definitiva de las y los trabajadores y el pueblo.
Renovados y fortalecidos por este proceso unitario que llevó a la fusión e Izquierda Revolucionaria y Hombre Nuevo, concientes de los enormes retos que tenemos por delante para aportar a la liberación de nuestro pueblo trabajador, salimos a las calles a dar batalla cada día.
Flamean ya nuestras banderas. En negro y rojo como las insignias que levantaron los más destacados procesos revolucionarios de nuestro continente; con el celeste de nuestra patria cuyas experiencias de lucha deben empalmar con la perspectiva socialista para lograr una verdadera y definitiva emancipación; con la guía del Che y su estrella de cinco puntas que lo acompañó por el mundo llevando su mensaje revolucionario; nuestra bandera sintetiza los sueños de revolución y felicidad para nuestro pueblo trabajador, y a su cumplimiento daremos todo nuestro esfuerzo.
Lucharemos, cada día. Hasta la victoria, siempre. Y VENCEREMOS.