Hace no muchos años, el 12 de octubre era “festejado” como el día de la raza. Día que en definitiva hacía apología del racismo con el que se intentó legitimar la masacre y genocidio de los pueblos americanos.

Hicieron falta muchos años de lucha para lograr cambiar la versión oficial y obligar al calendario a recordar la fecha como un gesto de reconocimiento a la resistencia y lucha de los pueblos originarios por mantener su identidad, su cultura, su tierra, su vida. Pero la actual conmemoración y supuesta reivindicación de la diversidad cultural, presentando la invasión europea como un amistoso “Encuentro de Culturas” pone sobre la mesa que la disputa por el sentido de la historia está más vigente que nunca. Desde el poder se busca ocultar una realidad que sin embargo, y muy a pesar de las clases dominantes, continúa brotando desde las entrañas de Nuestra América.

Hay un solo sentido para conmemorar el 12 de octubre de 1492, y es el del inicio de la masacre más grande y más prolongada cometida durante toda la historia de la humanidad. Y cometida, como tantas otras veces, en nombre de la civilización.

Pero hay quienes aún admitiendo este hecho incontrastable y repudiándolo, argumentan que eso fue antes, cuando éramos menos avanzados. Ahora no. Ahora, dicen, ya somos una humanidad madura. Y si esto es así, seguramente entonces hoy ya no sometemos a los pueblos originarios a un destierro concreto del suelo que los alimenta ni al destierro de la palabra y la cultura, ni al de su identidad, que es también la nuestra.

La desaparición forzada de Santiago Maldonado desde hace más de 70 días no nos permite seguir con la ironía. En nuestro país, donde grandes empresarios extranjeros – y también de los bien criollos a no olvidarlo- son los dueños de la tierra desde hace siglos, la violencia cotidiana y brutal desde el Estado continúa masacrando a los pueblos originarios para garantizar la acumulación y enriquecimiento de unos pocos, los mismos de siempre. La apropiación de tierras, la proletarización compulsiva, el sojuzgamiento y la colonización cultural e ideológica con la que se sometió a la sociedad toda continúan en la actualidad y se han puesto de manifiesto trágicamente en los últimos tiempos a partir de la desaparición forzada de Santiago Maldonado por parte de la Gendarmería.

Mientras la sociedad grita a rabiar la responsabilidad del estado y la ligazón entre su desaparición y la lucha por los derechos ancestrales mapuches, desde el poder y los medios de comunicación se pretende tapar el sol con la mano, ubicando nuevamente a los pueblos originarios en el lugar del enemigo salvaje, terrorista y violento al que hay que destruir.

Más de 500 años para volver ahí mismo, al discurso colonial más bestial e inhumano que destruye la vida para defender palacios y opulencia, sean estos de la nobleza hispana o de los Benettón, Lewis o Macri.

Sin embargo, hay esperanza. Dice una vieja tradición originaria que cada cien años los pueblos de América despiertan.

Junto al pueblo mapuche en el sur, al pueblo Qom en el norte, a los tantos hermanos y hermanas junto a los hombres y mujeres trabajadoras de todo el continente, de toda nuestra entrañable América, vamos construyendo organización, articulando resistencias aún en estos tiempos difíciles y seguimos y seguiremos a paso firme luchando. Desde hace más de 5 siglos, hasta vencer.

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