«Firmeza en el rostro de Fischer, plegaria en el de Spies, orgullo en el del Parsons, Engel hace un chiste a propósito de su capucha, Spies grita: «la voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora». Les bajan las capuchas, luego una seña, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos caen y se balancean en una danza espantable».

Relato de la ejecución por José Martí, corresponsal en Chicago del periódico La Nación de Buenos Aires

 

Desde Venceremos queremos conmemorar este 1° de mayo recuperando la lucha histórica de la clase trabajadora como actor político internacional. Nos interesa pensar en su potencia creadora y transformadora y su carácter revolucionario en una etapa donde el capital mundial avanza decidido en profundizar su hegemonía sobre el trabajo. Como Partido de Trabajadorxs con pretensiones revolucionarias somos conscientes de que el motor de la historia es la lucha de clases por lo que todos nuestros esfuerzos se orientan en lograr más temprano que tarde el triunfo de las y los oprimidos y explotados.

Un recorrido por la historia

A fines del siglo XIX en los Estados Unidos y Canadá, la clase obrera se embarcaba en la decisión de ponerle fin a las jornadas laborales inhumanas que en algunos casos llegaban hasta las 16 horas diarias e incluía a niñas y niños en tales tareas. La reducción de la jornada a 8 horas diarias fue la consigna y bandera de lucha que desde la Federación de Oficios Organizados y Sindicatos de Estados Unidos y Canadá enarbolaron a partir de la convención de 1884. Cientos de miles de obreros y obreras en el gigante del norte mostraban su capacidad de acertarle golpes al corazón de la economía ya que las huelgas ponían de manifiesto la capacidad de daño material, al poner en movimiento a la clase obrera bajo consignas que eran sentidas por miles de explotados y explotadas. A la vez, la acción sindical brindaba las condiciones para que en el camino de un reclamo inmediato las y los obreros organizados pudieran ir experimentando en su lucha el carácter netamente político del reclamo y su acción.

Motivados  y motivadas por la necesidad de reducir la jornada laboral, la convención de la Federación de 1884 resolvió que la jornada de 8 horas entraría en vigencia el 1° de mayo de 1886 a través de la Huelga General. Alertadas de tales objetivos, las clases dominantes se pusieron en movimiento dotando de recursos y armamentos a las fuerzas represoras que se preparaban para evitar que se viera afectada la producción y que las y los trabajadores avanzaran en derechos.

Así fue que el 1° de mayo de 1886 decenas de miles de trabajadores y trabajadoras se movilizaron en todos los centros productivos del país. La huelga paralizó cerca de 12.000 fábricas en los EEUU. Según se registró, en Detroit 11.000 trabajadores/as marcharon en un desfile de ocho horas. En Nueva York, una marcha con antorchas de 25.000 obreros/as encendió la ciudad. En Cincinnati un batallón obrero con 400 rifles Springfield encabezó el desfile. En ciudades como Louisville, Kentucky, más de 6000 trabajadores/as, negros/as y blancos/as, marcharon en conjunto en un contexto de creciente racismo y prohibiciones para las comunidades afrodescendientes. Chicago, por su parte, fue el epicentro político de la huelga con más 30.000 obreros/as movilizados/as, paralizándose casi la totalidad de centros productivos, aunque en la fábrica de materiales de Mc Cormick y alguna otra se dieron a la tarea de contratar carneros para sustituir a las y los huelguistas y garantizar la producción.

La masacre de Haymarket y los Mártires de Chicago

El 2 de mayo, mientras se realizaba un acto en las inmediaciones de la fábrica Mc Cormick en reclamo contra los despidos y atropellos cometidos por la empresa, se presentó la policía con el afán de garantizar la seguridad de los carneros para que pudieran salir de la fábrica. En ese marco, la fuerza de seguridad desata una represión que se lleva la vida de seis obreros y deja heridos a otros tantos. Este episodio es rápidamente conocido por el resto del movimiento de lucha despertando la indignación y la reacción ante la violencia patronal materializada por las fuerzas represivas.

La bronca desatada por la represión motivó la participación de un nivel mayor de obreros y la huelga se intensificó a lo largo y ancho del país. Diversos debates se generaban al interior de las asambleas respecto a cómo responder a la violencia de los de arriba. Los debates incluían propuestas vinculadas a la insurrección armada, y respuestas políticas contundentes al enemigo histórico y de clase. En este contexto de bronca y dispersión se convoca a una reunión en la plaza Haymarket para la noche del 4 de mayo. Una vez que la mayoría de las y los participantes de la concentración se habían retirado se hace presente un escuadrón de la policía desplegando su fuerza beligerante ante un centenar que miraba absorto. En ese momento, entre las filas de la policía, estalla una bomba y con su estallido mata a un policía. Se desata una represión indiscriminada ante la confusión que se lleva la vida de varios obreros y policías, muertos todos por las balas de la fuerza de seguridad.

La noche que estalló la bomba en la plaza Haymarket, también estalló la cacería de los referentes del movimiento obrero en lucha por parte del poder político, económico y judicial. A partir de esa noche, se aplicó la ley marcial y con la prohibición de reuniones con fines políticos se desató una represión selectiva a las y los activistas políticos, allanando locales y periódicos, irrumpiendo en las casas particulares masacrando a los que se encontraban reunidos. También poblaron las cárceles de obreras y obreros criminalizando todo acto de protesta con pretensiones transformadoras y revolucionarias. Los medios de comunicación de la época jugaron un papel importante en la justificación de la represión y dedicaron todos sus esfuerzos para condenar a quienes osaban luchar por sus derechos laborales y políticos.

En el marco de los arrestos y apremios a las y los luchadores arrestaron a todo el equipo de imprenta del Arbeiter Zeitung, siendo detenidos 8 activistas anarquistas: George Engel, Samuel Fielden, Adolf Fischer, Louis Lingg, Michael Schwab, Albert Parsons, Oscar Neebe y August Spies. Todos eran miembros de la IWPA (Asociación Internacional del Pueblo Trabajador), que años después se denominaría como anarcosindicalista. Los detenidos fueron llevados a un juicio que, por su evidente parcialidad, es recordado en la historia ya que desnudó la violencia y odio de las clases dominantes contra los sectores oprimidos,  evidenciando el carácter reaccionario, arbitrario y de clase del sistema judicial.

A los acusados se les imputó el delito de complicidad de asesinato. Nunca se les pudo probar ninguna participación o relación con el incidente de la bomba ya que la mayoría no estuvo presente, solo dos estuvieron en el lugar, siendo uno de ellos el orador en el momento que la bomba fue lanzada. Durante el juicio quedó de manifiesto que los acusados eran culpables de ser referentes de un movimiento de lucha que paralizó al gigante del norte cuestionando el régimen de explotación en el seno de la potencia capitalista más depredadora y sanguinaria de la tierra. Era evidente que la condena estaba determinada de antemano aunque no hubiese pruebas contundentes para que los acusados sean condenados. La pena de muerte fue una sentencia con pretensiones de disciplinar a la clase obrera y asestar un golpe desmoralizador a todo el movimiento obrero mundial que se movilizaba exigiendo justicia.

Días antes a la ejecución de la pena de muerte, cambiaron la sentencia de Samuel Fielden y Michael Schwab a cadena perpetua, mientras Louis Lingg apareció muerto en su celda resistiéndose a que los verdugos se llevaran lo único que poseía: su vida. Fischer, Spies, Engel y Parsons, Los Mártires de Chicago fueron colgados un 11 de noviembre de 1887. Los cuatro compañeros de lucha y de sueños emprendieron su último camino entonando La Marsellesa Anarquista en aquel día que después sería conocido como el viernes negro.  Años después, en 1893, Fielden, Schwab y Neebe fueron absueltos y puestos en libertad. Treinta y ocho años después de aquel histórico primero de mayo, en 1938 en los Estados Unidos se impuso la jornada laboral de 8 horas.

Ante un nuevo 1° de mayo no debemos olvidar la sangre de nuestras hermanas y hermanos caídos en la lucha. En un contexto de avanzada del capital sobre el trabajo a nivel mundial resulta imprescindible apropiarnos de la voluntad que expresaron las y los obreros de la Federación de Oficios Organizados y Sindicatos de Estados Unidos y Canadá para poner por delante las necesidades de las y los explotados y oprimidos y luchar en consecuencia apelando a todos los métodos lucha para vencer.

Si fuéramos capaces de unirnos las explotadas y explotados del mundo entero, qué hermoso y cercano sería el futuro.

¡Que vivan los Mártires de Chicago en nuestras luchas!

¡Viva el primero de mayo obrero, popular y socialista!

¡Viva la clase obrera y los sectores oprimidos del mundo entero!

 

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