Ya hace un año que el pueblo trasandino dio vida a la revuelta popular, tras la chispa encendida unos días antes por les estudiantes que saltaron los molinetes del metro como forma de resistencia y oposición al anuncio de aumento del pasaje. No hubo demora en extender la llama bajo un lema que condensó el hartazgo: “No son 30 pesos, son 30 años”. Es que la demanda económica abrió paso a la lucha política y cientos de miles ganaron las calles denunciando no sólo al gobierno de Piñera, sino al neoliberalismo, a la constitución pinochetista, a los partidos burgueses cómplices, al machismo y al racismo.

La lucha se desplegó en las poblaciones y conquistó un territorio liberado: la antigua Plaza Italia pasó a llamarse Plaza La Dignidad y no hubo un día en que después de las 17 hs, cuando se salía del trabajo, no se llenara de una marea humana que llegaba a manifestarse en contra del gobierno de Piñera y a reclamar una nueva constitución. Entre banderas mapuches y wiphalas, personas de todas las generaciones y los géneros se amontonaban allí a gritar su rabia y celebrar el encuentro de un pueblo dispuesto a la pelea.

La sanguinaria política represiva de carabineros, que además de gases y guanacos, incluyó vaciamientos de ojos, violaciones sexuales y torturas, tuvo respuesta. La “Primera línea” se le paró en frente y repelió cuanto pudo. Se multiplicaron las masivas concentraciones de mujeres y disidencias que internacionalizaron el grito de “El violador eres tú”.

La calle fue tomada por el pueblo. La clase trabajadora dispuso la contundente huelga general del 12 de noviembre. Surgieron nuevas instancias organizativas multisectoriales y se multiplicaron las asambleas y cabildos donde se constituía un programa popular. La lucha de calles recuperó un ícono de las luchas estudiantiles: el perro matapacos. Y Víctor Jara volvió a ser la voz del pueblo a través de su inmortal “El derecho de vivir en paz”.

Ninguna de las ofensivas de la burguesía logró poner fin a una rebelión que no hacía más que expandirse. Ni la respuesta represiva, ni la oferta de algunas concesiones, ni el cambio de gabinete y ni siquiera la farsa del “Acuerdo para la Paz y la Nueva Constitución” que los partidos del régimen -desde la UDI hasta el Frente Amplio- cerraron entre gallos y media noche en la madrugada del 14 al 15 de diciembre de 2019. Ese acuerdo parlamentario que pautó un plebiscito para abril de 2020 y una elección de constituyentes recién para octubre, en una clara búsqueda de estirar los tiempos y apaciguar los ánimos, permitiendo una finalización exitosa del cuestionado gobierno de Piñera.

El mismo 15 de diciembre el pueblo tomaba las calles nuevamente, decía no al acuerdo, exigía una constituyente popular, plurinacional y con paridad de género.

Sólo la pandemia mundial logró frenar momentáneamente la movilización. Durante siete meses la rebelión popular tuvo que encontrar otras formas ante el riesgo cierto del contagio y la deficiente política sanitaria. Pero cuando las injusticias son el pan de cada día no queda otra que salir a luchar.

Durante estos meses el pueblo continuó siendo el protagonista tras las ollas populares en las poblaciones y logrando una importante articulación con la histórica lucha mapuche.

Ya a fines de septiembre venían multiplicándose las luchas sectoriales, pero el 2 de octubre carabineros intentó asesinar al joven manifestante Anthony Araya, al empujarlo desde el puente Pío Nono al río Mapocho. Otra vez se enciende la mecha y se multiplican las movilizaciones y la solidaridad frente al hospital. El 3 de octubre el pueblo vuele a la Plaza la Dignidad sumando una nueva causa a su lucha: justicia por Anthony.

Y este 12 de octubre la Marcha de la Resistencia Mapuche es masiva y exige libertad a las presxs políticxs mapuches y a las presas y presos de la revuelta popular de octubre.

A pesar de los golpes, a pesar de la pandemia, a pesar de las políticas represivas, el pueblo hermano sigue en pie de lucha. Y desde este lado de la cordillera lo miramos con ojos atentos y brillantes, con la ilusión de su triunfo y la irradiación de su lucha por todo el continente.

Por ello, sin que implique confiar en el sistema institucional y de poder, que sin duda busca desarticular la lucha de calles, entendemos que un resultado favorable en el Plebiscito que plantea dar por tierra la Constitución pinochetista, constituye un importante paso y logro popular.  Desde ya, ese proceso sólo podrá profundizarse si la misma movilización del pueblo en lucha logra avanzar hacia una participación desde abajo en la Convención Constitucional para convertirla en una Asamblea Popular Constituyente que, con la fuerza del pueblo en lucha, logre ser destituyente del poder establecido.

¡Viva la revuelta popular!

¡Fuera Piñera!

¡Juicio y castigo a los responsables políticos y materiales de la represión!

¡Libertad a lxs presxs polilíticxs!

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