Entre las tareas emprendidas en estos tiempos de pandemia, nos propusimos hacer llegar la voz de compañeras y compañeros de distintos países nuestro-americanos que nos relatan cómo se está viviendo la situación en su tierra. Esta vez, llegamos a Cuba. Nos contactamos con la médica y narradora habanera Laidi Fernández de Juan, quien fue, además, médica internacionalista en Zambia -África- entre 1989 y 1991. Le acercamos algunas preguntas relacionadas con el funcionamiento y estructuración del sistema de salud cubano que es bien distinto del de los países capitalistas, la política de detección temprana de la enfermedad y la aplicación del Interferón Alfa 2B Recombinante. También le pedimos su opinión sobre las misiones internacionalistas a través de las cuales Cuba envía medidas y médicos -y no soldados- a combatir la pandemia. Por otro lado, tocamos el ineludible tema del bloqueo impuesto por el gobierno de Estados Unidos que no sólo no ha dado ninguna muestra de flexibilización, sino que en el marco de una pandemia mundial tiene consecuencias aún más nocivas. Ejemplo de esto fue la noticia de que la empresa estadounidense Vyaire Medical Inc. compró IMT Medical y Acutronic, que proveía respiradores artificiales a Cuba e inmediatamente anunció la suspensión de la provisión porque así lo impone el bloqueo yanqui. Con una inmensa amabilidad que agradecemos, Laidi nos contestó estas líneas que aquí reproducimos.

Laidi: Hay que entender que Cuba, entre sus peculiaridades, posee un sistema de salud muy bien estructurado, desde la atención primaria (consultorios dentro de la comunidad, equipo básico de trabajo integrado por el médico y la enfermera de familia, supervisados por un especialista de pediatría, otro de medicina interna y un ginecólogo obstetra, policlínicos docentes donde además de las clases para residentes de 1er, 2do y 3er año de la llamada “MGI” o medicina general integral, se realizan investigaciones elementales de laboratorio, imagenología, electrocardiogramas, y se llevan a cabo interconsultas con otras especialidades), la atención médica secundaria, que son los hospitales generales, los pediátricos, y los gineco obstetras, y la atención médica terciaria o institutos (de oncología, cardiología, endocrinología, angiología, etc).

Este sistema, cuyo engranaje funciona muy bien, permite el registro, el control y el seguimiento de la mayoría de las enfermedades, ya sean crónicas no transmisibles, o infecciosas. Nuestro esquema de vacunación merece comentario aparte: es garantizado desde el nacimiento hasta que sea necesario dosis de reactivación, u otro tipo de vacunas que se aplican de forma masiva. En ello, colaboran estrechamente las organizaciones de masas, en cuanto al registro de cada vecino por cada cuadra. Con esto no quiero decir que nuestro sistema de salud no sea perfectible, solo quiero señalar la utilidad de dicho control para casos como el que hoy nos ocupa, esta pandemia tan cruenta.

Hay otros dos aspectos que diferencian a Cuba del resto del mundo en términos de salud: el internacionalismo, muy atacado recientemente en los medios adversos, muy vilipendiado. Es altamente injusto que se calumnie la capacidad altruista de nuestros médicos y enfermeras. Si bien es cierto que en años recientes el país obtuvo honorarios por dicho trabajo, debe señalarse que durante décadas dicha colaboración fue absolutamente gratuita. Y lo digo con total certidumbre porque yo fui colaboradora a fines de los años ‘80, en África, durante la pandemia del SIDA, sin recibir nada a cambio. Me enorgullece contarlo. El otro aspecto es desdichado, y se relaciona con los constantes ataques que ha sufrido nuestro pueblo, en todos los frentes posibles, empezando por el bloqueo económico más prolongado que se conoce en la historia de la humanidad, ahora mismo recrudecido. Ciñéndonos al tema salud, desde la década de los años ‘70 hemos sido atacados con agentes biológicos, y eso, claro está, no solo es terriblemente cruel, sino que nos mantiene alistados para cualquier contingencia. Recuerdo la fiebre porcina, que obligó a sacrificar millares de cerdos, el moho azul del tabaco, que afectó nuestra ya maltrecha economía, y en el 1981 fue introducido en Cuba el dengue, su cepa hemorrágica, altamente mortal. Murieron 101 niños en muy poco tiempo, y más de 50 adultos. Yo era estudiante de medicina en esos momentos, y fui movilizada, como ahora mismo hacen nuestros actuales estudiantes para pesquisar casa por casa, buscando posibles enfermos o posibles contactos.

Aquí no se espera pasivamente a que los enfermos acudan al consultorio o a urgencias en un hospital. Se pesquisa diariamente, lo cual significa que los estudiantes indagan en cada hogar, en cada localidad, cuadra, barrio, municipio y provincia cuántos miembros de las familias presentan síntomas, quiénes han viajado, si existe o no posibilidad de contacto con alguien a su vez sospechoso, y la cadena de transmisión se investiga. En caso de constatarse alguien sospechoso o enfermo, el especialista de MGI y el internista de cada grupo de trabajo examinan al paciente, indican lo que está estipulado para cada caso, o lo remiten a los hospitales designados para recibir a enfermos de COVID 19. Existen varios centros de aislamiento, para casos sospechosos o recién llegados del exterior, donde se realizan los llamados test rápidos, que detectan la presencia de anticuerpos. Si esta prueba resulta positiva solo significa que ese individuo estuvo en contacto con el virus, por lo cual se realiza entonces la segunda prueba, mucho más específica, el PCR en tiempo real, que ya detecta o no la presencia del virus como tal.

Como es sabido, esta enfermedad puede cursar de forma asintomática, puede manifestarse levemente, o puede conllevar a la muerte, por distress respiratorio agudo y falla multiorgánica. Esto explica que los casos cuyas pruebas resultan positivas, sean aislados del resto de la comunidad. A todos se les comienza tratamiento, que en Cuba es una combinación de antibióticos con antivirales e interferón nasal. Si el enfermo ya presenta síntomas graves, es trasladado a hospitales específicos, donde se ajusta el tratamiento (por ejemplo, ya el interferón es administrado por vía parenteral) y otras modalidades. Contamos con unidades de terapia intensiva listas para estos pacientes graves.

Además, es de destacar que la comunicación informativa es diaria, a través de medios masivos como la televisión, el radio, los canales de cada provincia, la prensa plana, etc. Cada día se brinda información al pueblo, de manera que todos estamos al tanto de cómo evoluciona la epidemia en nuestro país. Podría añadir que se llevan a cabo muchas pruebas de detección temprana entre el personal de salud, y también en los centros donde residen comunidades de ancianos, que es una población muy susceptible, como se sabe. Cada día se realizan alrededor de 2.000 test rápidos entre sospechosos o contactos, y se aspira a aumentar esta cifra hasta el doble o el triple.

En Cuba existe un potencial científico impresionante, reconocido a nivel mundial. Le llamamos “polo científico” y reúne en varias instituciones muchos investigadores, técnicas de la más moderna tecnología y un sacrificio admirable. Podría citar algunos ejemplos: Instituto Pedro Kourí, Instituto Finlay, Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, Biocuba Farma, entre otros. Nuestro sistema político, como es conocido, no admite la medicina como negocio, sino como derecho elemental. Así, un enfermo no es visto nunca como “un cliente”, sino como un miembro del pueblo cuyo bienestar hay que garantizar, recuperar, y perpetuar. En momentos críticos como el actual, nuestros científicos no escatiman tiempo ni esfuerzo, y ya contamos con varios productos incluidos en los protocolos de tratamiento, todos producidos en Cuba. Tal es el ejemplo de la biomodulina, del interferón alfa 2b recombinante, -del cual hablaré más adelante-, ambos estimulantes del sistema inmune innato; de varios antivirales, y de moléculas anti citocinas como el CIGB 258, cuyo resultado en pacientes críticos está resultando muy alentador. Cuba cuenta con cantidades suficientes de todos estos medicamentos, aun si se produce el peor de los pronósticos, para nuestra población. Se están llevando a cabo más de diez líneas investigativas y se trabaja en la producción de una vacuna, aunque esto no será posible antes de que transcurra un año. Los científicos, los médicos asistenciales, el personal que produce los medicamentos, -que ya alcanzan la cifra de 25-, ofrecen charlas explicativas con regularidad a través de los medios de comunicación, de forma que todos estamos informados, sin falsas expectativas, pero tampoco con pesimismo.

Muchos se preguntan qué es el interferón, y es menester referirse brevemente a su historia. Hace 30 años, a iniciativa de Fidel, se comenzó a producir en Cuba ese potente estimulante antiviral, que entonces se utilizaba para enfermedades neoplásicas. Cuba es el segundo país en el mundo que logró producir sintéticamente dicha sustancia, ya que Finlandia es el primero. Este interferón leucocitario, que el organismo humano genera de forma natural, pero que disminuye considerablemente en cáncer y en enfermedades virales, ha sido no solo producido en nuestro país, sino que también se ha logrado su combinación con otras variantes: el alfa 2b recombinante y ahora mismo se sintetiza el alfa mezclado con el ganma, y se está empleando en enfermos graves de COVID 19, con buenos resultados. Para concretar: en el mundo, la letalidad de esta terrible enfermedad es mayor del 6 % de los casos, y en Cuba, hasta el presente, es de un 2.6 %.

Seguimos batallando, y aspiramos a lograr mejoría en la evolución de la pandemia. Nos llena de orgullo las solicitudes de otros países para que prestemos colaboración médica (hay más de 15 brigadas internacionalistas cubanas laborando en países muy afectados por la COVID19), y 72 naciones utilizan el interferón cubano en sus esquemas de tratamiento.

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