El día 8 de junio en la ciudad de Buenos Aires se vivió un nuevo ataque xenófobo hacia los trabajadores senegaleses por parte de la policía de la Ciudad en conjunto con Migraciones. Desde la fiscalía 35, de gran afinidad con el gobierno de la ciudad, ordenaron el allanamiento de 4 hoteles alojamiento del barrio de Once, donde residen trabajadorxs migrantes de diversos países. El objetivo de esta intervención policial fue exclusivamente direccionada hacia la comunidad senegalesa que reside en el país, decomisando todos los artículos destinados a la venta ambulante, como también los ahorros y celulares de cada unx de los detenidos. En total 18 trabajadores senegaleses fueron derivados a 2 comisarías diferentes. La CTEP, la CORREPI y el Bloque de Trabajadorxs Migrantes se congregaron allí para dar apoyo a lxs detenidos y denunciar el ataque racista que sufrieron.

El recrudecimiento de la persecución hacia las y los trabajadores senegaleses, se enmarca como correlato posterior al brutal ataque que sufrió Kane Serigne Dame en el barrio de Flores, el cual sufrió una terrible golpiza por parte de efectivos de la policía de la ciudad, produciéndose un profundo corte en su brazo derecho. Este hecho tomó una ámplia relevancia en redes sociales debido a la crudeza de las imágenes captadas por otro trabajador senegaleses con su celular. Más allá del sensacionalismo; el hostigamiento, la decomisación de artículos y el pedido de coima por parte de la policía resultan moneda corriente, desde hace años para la comunidad senegalesa.

A lxs detenidos se les imputa “uso indebido del espacio público” y “violación a la ley de marcas”. A la fiscal Celsa Ramírez, que habló de “la necesidad desbaratar redes mafiosas que explotan a personas sin recursos” no le tiembla el pulso al ubicar al trabajador migrante ambulante como al eslabón a atacar, siendo lxs más débiles de la cadena, lxs que ponen la cara y el cuerpo en la calle para ganarse el sustento diario en condiciones de las más absoluta precariedad y desamparo. La excusa de la “competencia desleal” con la que se intenta combatir a las y los vendedores ambulantes, que implicaría un recorte a las ganancias de los comerciantes no resiste, frente a la fuerte caída del consumo y el imparable aumento de tarifas. Argumentos como este buscan ubicar la responsabilidad de las dificultades económicas en los estratos más bajos de la sociedad, en este caso los trabajadores migrantes precarizados. La condición de precarizado o informal del trabajo no representa únicamente al sector migrante, sino que comprende a más del 35% de los habitantes de la Argentina, este dato deja en evidencia que ciertos argumentos legalistas respecto al aporte impositivo de ciertas actividades chocan de frente con las condiciones del trabajo en el país. El gobierno elige muy a conciencia a qué sector achacarle tal argumento, por lo general a los trabajadores precarizados, representando éstos una mínima parte de la evasión fiscal total, frente a las grandes fortunas del país escondidas “a la vista de todos” o en alguna cuenta en el extranjero. Otra vez, el problema está en los pobres.

Más allá de la conocida política del gobierno de la ciudad contra los vendedores ambulantes, de “defender” el espacio público frente a miles de pobres que se gana el pan en sus veredas, plazas y parques. El ataque a la comunidad senegalesa tiene un carácter racista innegable, aparte de soportar la discriminación una parte intolerante de la sociedad que ve en el migrante de piel oscura un peligro, las fuerzas de seguridad se montan sobre sus rasgos distintivos, su joven uso del castellano, para el verdugueo, el hostigamiento y la discriminación. El propio operativo orquestado por la fiscalía eligió el momento oportuno para volver su accionar aún más irrespetuoso. La mayoría de lxs trabajadores senegaleses profesan la religión musulmana y entre el 16 de mayo y el 14 de junio llevan a cabo la ceremonia del Ramadán, mes durante el cual realizan ayuno durante cada día del mes, permitiéndose la ingesta de agua y alimentos solo durante la noche.

Como pueblo argentino no podemos caer en los discursos que buscan enfrentarnos con quien tenemos al lado, venga del país que venga. Como país forjado de la migración y la mixtura de culturas, muchas veces reprimidas pero latentes. Como argentinos desperdigados por todo el globo. No podemos asumir la negación de la riqueza cultural migrante como un elemento nocivo. Hacemos un llamado a la solidaridad como clase trabajadora y como habitantes de un mundo que pide a gritos un cambio radical.

 

 

 

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