La noticia del día jueves 3 de mayo fue la disparada del dólar. En apenas horas trepó casi un 8% mientras la divisa nacional cae en picada. La respuesta del Banco Central (BCRA) fue la misma que desde hace meses: vender ingentes volúmenes de dólares en el mercado para frenar la escalada. Pero cuando actuó ya era tarde. Conclusión: dólar por las nubes, en torno a los $23,50 y el inminente traslado a los precios de los productos de consumo y a las ya incrementadas tarifas. Es decir, más ajuste sobre el bolsillo del pueblo.

¿Por qué aumenta el dólar? Los economistas explican estas corridas bancarias en las decisiones de la Reserva Federal (Fed), el Banco Central de los Estados Unidos. Desde marzo de este año la Fed aumenta las tasas de interés crediticias. Por lo tanto, con una tasa más alta, la inversión en moneda yankee se vuelve atractiva: es más rentable.

Esto conlleva una migración de las finanzas; los inversores venden pesos para comprar dólares. La demanda de dólares aumenta y el dólar se dispara mientras el peso argentino se devalúa.

Así se explican también las decisiones de la BCRA: ¿cómo frenar, según las leyes de oferta y demanda, el dólar? Pues, ofreciendo dólares. En teoría, el aumento del volumen de dólares disponibles debería frenar la escala del dólar. Por lo tanto, el BCRA decide liquidar las reservas en dólares de nuestra economía. Al día de hoy se contabilizan 7.000 millones de dólares vendidos, sin contar los 1.000 millones más que se prepara para vender en bloque nuevamente. A esto se suman los vencimientos de deuda que siguen generando una brutal transferencia de riquezas al sector financiero internacional y local.

El cuadro expuesto deja en evidencia la vulnerabilidad de las finanzas argentinas frente a los vaivenes del mercado mundial. Y, en verdad, lo explicado no es la razón más profunda del asunto, sino apenas el síntoma. Porque las causas de estos desajustes están en la economía real.

Argentina es vulnerable porque la economía está profundamente primarizada y extranjerizada. El corazón económico está en la ventada materias primas como la soja y atada a las inversiones de minería e hidrocarburos.  Es decir, todo depende del comercio y las inversiones externas. Así es y ha sido el desarrollo dependiente de nuestro capitalismo, como el de la mayoría de las ecomomías latinoamericanas, atadas a las fluctuaciones del mercado mundial y a las necesidades de inversión de los grandes centros industriales y potencias mundiales. El resultado de esta política es una fuga de capitales constante, una industria escuálida y atrasada, una inversión escasa que colabora con los precios alto y la inflación permanente.

En reiteradas ocasiones hemos señalado de que Cambiemos no tiene un Plan B. Ese plan está destinado al fracaso, entre otros, por estos motivos:

  1. Ninguna política hay sobre la economía real que estimule la inversión y frene la inflación. La solución de fondo para este problema es lo diametralmente opuesto a lo que está haciendo el gobierno. Se necesita desarrollo industrial y diversificación económica y atacar directamente la renta de la oligarquía agraria y el sector financiero. Todo eso que al neoliberalismo rampante de los CEOs le es indiferente .
  2. El déficit fiscal se está financiando con deuda. La bicicleta financiera va, pero tiene un límite. Luego de una sacudida como la de ayer, los acreedores de deuda y las posibilidades de seguir endeudándose se achican.
  3. Por último y más importante, las limitaciones estructurales de nuestra economía no podrán superarse en el marco del capitalismo, por lo que los modelos neo-desarrollistas tampoco constituyen una alternativa real y de largo plazo.

Frente a este panorama hay dos salidas. O ellos avanzan y siguen destruyendo las condiciones de trabajo y de vida nuestras y preparando las condiciones para que nuevas y más profundas crisis se desaten; o bien, oponemos una férrea resistencia en las calles para detener el desastre al que nos conducen, mientras forjamos una opción política que concrete las transformaciones necesarias que necesita nuestra clase y nuestro pueblo.

En ese camino, un programa inmediato de lucha debe incluir:

  • Prohibición de la fuga de capitales. Obligación de las empresas asentadas en Argentina a reinvertir en nuestro país.
  • Impuesto progresivo a las grandes fortunas. Impuestos para la renta financiera y las ganancias patronales, no para las y los trabajadores. Eliminación de los impuestos al consumo popular como el IVA.
  • Fin al tarifazo. Retrotraer los precios de las tarifas de servicios públicos y de transporte.
  • Los servicios públicos no son negocio: nacionalización de empresas de servicios públicos, de transporte, del petróleo y el conjunto de los recursos naturales, con control de trabajadores/as y usuarios/as.
  • No pago de la deuda fraudulenta.

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