Por Violeta «Tana» Ayles, militante y referente de Venceremos – Partido de Trabajadorxs, en la provincia de Mendoza

Elegir un nombre no es una tarea que resulte sencilla. Es que cuando nombramos proyectamos identidad y expectativas, sueños y deseos…política.

Rosa Luxemburgo, Bartolina Sisa y Bertha Cáceres fueron otras propuestas para nombrar nuestra Casa. Sin duda, era una decisión difícil. Todas, mujeres que representan símbolos fundamentales de nuestra lucha: la polaca que defendió la tradición revolucionaria internacionalista cuando los partidos socialdemócratas aprobaron los vergonzosos créditos de guerra a las burguesías nacionales, síntesis ella de marxismo y feminismo, dirigente revolucionaria asesinada. La Bartolina, aymara, también síntesis de luchas: las de nuestros pueblos originarios contra el invasor español, católico, apostólico y romano, y las de las mujeres en la historia, cuyo papel ha sido sistemáticamente invisibilzado porque nuestro lugar, ya sabemos, es la casa, nunca el combate o la dirigencia política que la Bartolina desempeñó en co-gobierno con su compañero Tupac Katari. Y la hondureña, cuerpo indígena de la resistencia en pleno siglo XXI contra el imperialismo devastador, la que combina la defensa de nuestras tierras, nuestros derechos socio ambientales y de las mujeres, principalmente de las mujeres indígenas y campesinas. Berta de educación popular y encuentros feministas. No es casual que estas mujeres hayan sintetizado luchas. Es que la visión fragmentada de las opresiones sólo puede sostenerse desde ópticas mezquinas, y, ciertamente, la mezquindad no era una de sus características. Sus vidas fueron arrebatadas por un enemigo poderoso que no perdona rebeliones y que escribe los libros de historia con sus notables ausencias. Pero son semilla plantada que renace en cada una de nuestras rebeldías.

Ya ven, la decisión no era sencilla. Se imponía el deseo de rescatar a las mujeres de nuestra historia y entonces resurgió la idea, durante años amasada por varias de nosotras y nosotros, de que la lucha de clases en Mendoza también es una historia borrada. Habíamos aprendido con Rodolfo Walsh que las “clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan héroes, ni mártires”. Tuvimos que aprender, a fuerza de tropezones, que las clases dominantes se esforzaron aun más en borrar la historia de las mujeres. ¿Tal vez seamos el ejemplo más peligroso? Entonces salimos a la batalla por la memoria de nuestro pueblo y decidimos buscar el nombre de una mujer que hubiera militado en el PRT-ERP en Mendoza. Los libros de historia dicen que aquí sólo hubo algunos infiltrados a sueldo que se aprovecharon de descontentos genuinos, pero coyunturales. El peso de la hegemonía es tan fuerte que hasta en la militancia se repite que aquí nunca pasó nada, sólo el Mendozazo tiene algún lugarcito en los recuerdos de rebeldía colectiva.

Pero Diana demuestra lo contrario ¿Quién es la chica de las trenzas?

Diana, la Petisa, Viky en el Partido, nació en Córdoba el 24 de junio de 1945. Fue la menor de cuatro hermanas mujeres. Desde muy chiquita jugó con las artes y ya a sus 12 añitos hacía su primera exposición. Estudió música en el Conservatorio de Córdoba, tocaba la guitarra y luego estudió Bellas Artes en la UNC, mientras trabajaba como maestra de grado y de música. En los recuerdos de sus amigas emerge la imagen de los profes diciendo que “Diana tiene paleta”, los festejos que ella animaba con su guitarra en el taller, o las competencias entre las amigas para encargarle esas carteras de cuero y crochet que salían de sus mágicas manos.

Diana era artista… y guerrillera.

Una vez me pasó, en uno de los tantos debates eternos que una tiene por wasap, que una compañera del sindicato me reprochó que yo afirmara que las desaparecidas y desaparecidos eran revolucionarios. Su contra-argumento fue: también los había docentes, estudiantes, hijos, trabajadores. Es que la historia de los vencedores cala tan hondo, que nos imaginamos que las guerrilleras eran mujeres ajenas a la vida cotidiana, dedicadas exclusivamente a combatir. Y no, resulta que eran pibas comunes como todas nosotras, pero con una profunda conciencia de clase y una determinación inamovible por la lucha para transformarlo TODO, hasta que ya nada quede como está.

La Petisa llegó a Mendoza en junio 1973. En ese momento contaba con tempranos 27 años de una intensa vida. Vino con su compañero, Sebastián Llorens (dos años menor que ella), los dos eran militantes perretistas de Córdoba que fueron liberados en ese glorioso 25 de mayo de 1973 que pasó a la historia como el Devotazo. Diana fue una de las compañeras que dos años antes se habían fugado de la cárcel del Buen Pastor de Córdoba, un 12 de junio de 1971. En aquella ocasión el PRT-ERP planificó la fuga: tres militantes disfrazados de policías redujeron a dos empleadas de limpieza cuando sacaban la basura y abrieron una puerta detrás de la que ya se encontraban las compañeras que se fugaban para reintegrarse a la lucha de clases. Mientras tanto, en los alrededores de la cárcel se hacían acciones relámpago para distraer a las fuerzas represivas. Desde dentro, la fuga fue dirigida por otra gran mujer borrada de los libros de historia: Ana María Villarreal, la Sayo. Se fugaron seis compañeras, entre perretistas y montoneras, entre ellas Diana. Pero a los meses volvió a caer presa, y esta vez fue llevada a Devoto, la cárcel porteña que comenzó a ser destino de las presas políticas de todo el país.

Desde la cárcel, Diana le había escrito a su mamá: Mamá querida: recibí tu carta que te trajo aquí cerquita mío y me hizo feliz y triste al mismo tiempo, como todas las cosas pues nada es absoluto y así lo debemos aceptar. Tomando lo feliz y disfrutándolo plenamente y tomando lo triste y asumiéndolo. (…)Yo también me estoy “reblandeciendo” mamá pero al mismo tiempo me voy endureciendo, aunque parezca que esto no puede ser. Pero al endurecerme para enfrentar con fortaleza toda esta realidad y lo que ella implica no impide que me reblandezca con otras. Estoy de lo más sentimental y maternal.(…) Pienso que cuando salga no desperdiciaré un solo momento de mi libertad discutiendo al pedo, retrocediendo, ni permitiré a ninguno que se me cruce que deje pasar por alto la libertad y todo lo que ella implica. Que después no tengamos que lamentarnos por todo lo que no hicimos. (…) Te confieso que para mí lo más temido, aparte de que Coordinación intentara eliminarme, era que me encerraran, y eso lo pasé y lo superé en el monstruoso blindado y lo estoy aguantando serenamente en esta celda. Los chicos se reían pues a mí no me preocupaban palos ni picana, sólo el encierro, pavada de locura me ha tocado. Creo que ustedes la han pasado peor. No hay cosa peor que ser espectador. Nunca lo acepté. Por eso estoy donde estoy. (Je, Je)

Luego del Devotazo, en 1973, el PRT-ERP decidió una distribución de sus cuadros políticos que salían liberadas/os de las cárceles, experiencia que además llamaron escuela de militancia, pues habían aprovechado para leer, formarse y discutir sobre la coyuntura. Se los envió a varias provincias a construir regionales nuevas o fortalecer las que estaban debilitadas. Y a Mendoza vinieron Diana y Sebastián, seguidos/as en poco tiempo por algunas/os cordobeses más.

Aquí, Viky fue parte de la Dirección Regional, junto con Sebastián Llorens, Santiago Ferreyra y una cordobesa más. Ella era la Responsable Política, mientras que lxs otrxs compañeros cubrían la responsabilidad militar, de propaganda y legal. Diana no fue sola, Diana fue colectivo. Aquí entablaron contacto con el Movimiento Socialista de Base, un grupo de obreros de Maipú que inmediatamente se integró al PRT-ERP local. Desde acá organizaron los viajes a los congresos del FAS en Roque Sáenz Peña y en Rosario. Construyeron una regional que llegó a contar con más de 115 militantes, con importante desarrollo en bancarios, entre las/os médicas/os, en estudiantil –principalmente en la Facultad de Medicina y en la Escuela de Comunicación Colectiva- en el impulso de la fundación de la delegación local de la Asociación Argentina de Actores –cuyo primer secretario general fue otro perretista: Rubén Bravo-, en un importante trabajo barrial, muchas veces vinculado a la labor social que en el Barrio San Martín impulsaba el mítico Padre Macuca Llorens (tío de Sebastián). También impulsaron acciones armadas como el incendio de camiones Unimog destinados a la vecina dictadura pinochetista o el intento de toma de la Comisaría de Bermejo que finalizó con dos perretistas presas/os.

Diana y Sebastián tuvieron dos hijes, Caro y Joaquín. A mediados de 1975, Diana se fue a Buenos Aires a cumplir una nueva tarea política en el área de Logística nacional del partido. Varios meses después, Sebastián viajó a su reencuentro. 9 de diciembre de 1975 fue el día que se volvieron a abrazar y besar y la madrugada en que trece hombres ingresaron al departamento de la calle Callao 1158, casi esquina Santa Fe, cantados/as por la infiltración del Oso Ranier –responsable de cientos de muertes y desapariciones, ajusticiado una vez que se comprobó su rol de infiltrado-. Esa noche se los/as llevaron. Hace pocos años, María Santucho, me contó que los vio en Campo de Mayo. Sus hijes, Joaquín de meses y Carolina de año y medio, quedaron en manos del portero del edificio y comenzaron un recorrido que pasó por el Juzgado de Menores, fotos en Diario La Razón, 20 días en casa de una pareja que se comprometió a cuidarlos hasta que apareciera su familia y el reencuentro con la abuela materna que no paró hasta dar con ellos/as.

Los restos de Diana y Sebastián fueron encontrados el 26 de octubre de 2012 a orillas del río La Matanza, al borde de la Av. La Noria, en el Barrio Sarmiento de Buenos Aires. Los habían tirado en un descampado, junto con dos cuerpos más, entre lagunas, allí donde hace años se asientan inmigrantes y campesinxs del interior escapando de la pobreza, buscando un futuro para sus hijos y sus hijas. Fueron unos niños del barrio quienes encontraron los restos y un vecino el que se animó a hacer la denuncia. El EAAF los identificó el 1 de marzo de 2013.

Resultó que la guerrillera era maestra, artista, mamá, hija, hermana, amante… una mujer.

Esta casa es la casa que no permitirá que la memoria de Diana, que a la vez es la memoria de toda una generación que mantuvo en vilo a la burguesía argentina durante unos cuantos años, sea arrebatada a nuestro pueblo. Esta casa, es la casa de ustedes.

Corren tiempos difíciles, el ajuste económico se hace sentir de modo cada vez más angustiante, sobre todo para las familias más pobres que inventan artilugios para sobrevivir un día más; la política represiva estatal nos desapareció a Santiago, nos arrebató Rafael, nos extraditó a Jones Huala, habilitó a que Chocobar mate a un pibe por la espalda en La Boca y a que en el Chaco, Ismael Ramírez, con sus 13 añitos, sea asesinado por la policía que rápidamente tergiversa la escena para hacerlo parecer un enfrentamiento.

Ya sabemos, hoy la regla son los despidos, el desmantelamiento de los derechos que conquistamos mujeres y disidencias, el desfinanciamiento de sectores claves para la vida de nuestro pueblo, como la salud, la educación, la ciencia y la cultura. Hoy la regla es el imperialismo, el FMI, la ley contra la inmigración, los códigos contravencionales.

¿Pero saben qué? Hoy la regla también somos nosotras, nosotros y nosotres. Esas columnas humanas infatigables que retrocedían y regresaban cuando en diciembre nos impusieron la reforma previsional. Esa marea verde que inundó calles, plazas, escuelas y casas y llegó hasta el Congreso. La que desbarató los discursos moralistas y misóginos que se esconden tras el verso de las “dos vidas” cuando sólo son la doble moral. Nosotras decidimos. Somos el Encuentro Nacional de Mujeres que se avecina en Trelew y somos el multitudinario 8M y 3 de junio al grito de Ni Una Menos. Somos TELAM, resistiendo durante ya 90 días, con paro y movilización y logrando fallos históricos para la reincorporación de las y los 357 despedidos. Somos los medios públicos. Somos la docencia universitaria que sostuvimos paros de un mes, las y los estudiantes que tomamos facultades y colegios y desplegamos una masiva Marcha Federal Educativa. Somos el SUTE recuperado y #Más para Educación. Somos concentración contra el código contravencional. Somos el triunfo de los obreros del Astillero Río Santiago, que sin medias tintas tomaron la planta y no dejaron salir a los directivos hasta que el gobierno firmó el acta acuerdo. Somos las maestras de Moreno que sostenemos las ollas populares y que ante las amenazas y el secuestro de Corina gritamos NO TENEMOS MIEDO.

Esta casa, es el resultado de un sueño que empezamos a imaginar hace años. Porque, como nos enseñó Lenin “Es preciso soñar, pero con la condición de creer en nuestros sueños. De examinar con atención la vida real, de confrontar nuestra observación con nuestros sueños, y de realizar escrupulosamente nuestra fantasía.”

En esta Casa, en la Diana, las puertas estarán abiertas para que sigamos soñando y concretando fantasías. Será refugio, lugar de encuentro, de abrazos, risas y mates. Esta casa, libre de machismo, será espacio para cuidarnos y alimentar el coraje que necesitamos para salir a la batalla. Aquí nos formaremos, reflexionaremos y discutiremos, siguiendo las orientaciones de Gramsci cuando nos decía: “Instrúyanse, porque necesitaremos de toda nuestra inteligencia; Conmuévanse, porque necesitaremos todo nuestro entusiasmo; Organícense, porque necesitaremos de toda nuestra fuerza”.

Aquí nadie nos hablará del límite de lo posible, ni de capitalismos reformados, ni de machistas protegidos. Aquí construiremos fantasías de rebeldía socialista-feminista y la inteligencia, el entusiasmo y la fuerza para concretar nuestras insurrecciones. Bienvenidas, bienvenidos, bienvenides a esta casa de trabajadoras y trabajadores, a su casa, la Diana Triay.

¡Compañera Diana Triay, Presente. Ahora y Siempre. Venceremos!

1 COMENTARIO

  1. Hermoso recuerdo de Diana «.Para nostras fue » choncaco» en Villa Devoto y Rawson. Ejemplo de cra. , de militante y de se humano. Jamás se puede olvidar a Diana empuñando la guitarra en Devoto ( después ya no hubo más guitarra en Rawson) y cantando. Tuvimos y compartimos feos momentos, hermosos momentos y cálidos abrazos. Compartimos momentos en Mendoza junto a Sebastían y a sus niños. Imposible olvidarla y tenerla como ejemplo. Merecido homenaje que la casa de trabajadoras lleve su nombre.

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