Sobre la escoria de los chacales /
se levantará la clara presencia / de los que fueron silenciados.

Nelly Dorronzoro

Algo de guerra tiene este occidente de Evas esclavas
de dios y progreso / Mordemos la manzana
Pachamama tiene nombre de mujer

Acuarela del Sol Padilla

Late fuerte marzo en la agenda. Como un candil vibrante, su historia de noche larga y de gritos ahogados da lumbre al presente y auspicia futuro de rojo y violeta. No es tristeza, ni siquiera el reflejo de la tristeza. Es hilo de tiempo que nos sujeta, que nos une, es el ovillo para salir del laberinto. El corazón de marzo es la calle: calle sin parsimonia de hojas caídas, sin nostalgia, que nos convoca como llamada de tambor urgente a ocupar el territorio donde somos más parecidas y parecidos a nosotros y nosotras, allí donde somos la medida de las cosas, allí donde nos medimos con los chacales de siempre. Es la calle aún tibia de marchas, memoriosa de huellas, de piedra y de limón pañuelo que nos anhela, nos requiere. Lo saben los dueños de nuestro tiempo, lo sudan frío, lo odian como odian todas las cosas que el pueblo sabe querer. Quizá en sus pesadillas sólo hay calendarios con doce marzos. Uno atrás del otro, sin pausa y sin pascua, de calles repletas y asaltadas por nuestra corporeidad, de cantos y manifiestos.

Llenamos la calle de idos e idas que miran desde el cartel y desde una bandera agitan, luciérnagas jóvenes en monocromo, de pensamientos y nombres multicolores. Multiplicados, multiplicadas lxs 30.000, que nos empujan a seguirla, que nos barriletean las ganas y la fuerza, que nos acunan en los pañuelos de sus madres, que nos susurran al oído “no nos han derrotado, amigo, hermana”. Nosotros y nosotras, que empuñamos la memoria, abrimos fuego contra la muerte de ayer y de hoy. Sin conciliación posible con los genocidas ni con sus amos. Ahora más que nunca, cuando el poder del régimen empantana los juicios a los militares asesinos y los viejos dictadores buscan morir de cama para no morirse de barrotes. Ahora más que nunca, cuando los chacales agazapados, hijos de chacales, se sienten más valientes, y el gusto de la sangre los ceba, y reivindican la cobardía histórica (que deriva de la palabra tortura y de la palabra robo de bebés), el tiro por la espalda, la desaparición forzada, justo ahí, a tiempo, resurge marzo para frenar el envión de sus colmillos.

Nuestra memoria, la de nuestro pueblo digno, que lucha por el pan y el agua sin mierda, que lucha por la vida con todas las letras, que sueña escuelas que abren y fábricas sin despidos y sin patronos sinvergüenzas; nuestra memoria, decimos, no es juguete para darle cuerda en cada otoño, no hacemos ni haremos mausoleos para la paz de la conciencia. Nuestra memoria viene -parafraseando al poeta- “cargada de futuro”. Es la herramienta viva que nos permitirá reparar, ajustar y completar el proyecto emancipador de la igualdad social, económica y cultural que la dictadura rompió a pura muerte, miedo y silencio. Las 30.000 compañeras y compañeros nos marcan desde hace cuatro décadas un camino a recorrer. Su muerte no la saldaremos en tanto y en cuanto no abordemos de conjunto la tarea transformadora de la sociedad, desde la raíz: la lucha por el socialismo hoy y ahora. Cualquier media tinta es callejón sin salida, es retórica. Es aplazar los sueños para adaptarse a la vigilia. En esta actualidad donde el gobierno, que se gana el odio hasta en las populares domingueras, se nos suscita la urgencia de reivindicar con fuerza la verdad: los objetivos estratégicos por los que pelearon y por los que dieron la vida nuestras desaparecidas y desaparecidos. Urge la tarea de batallar en y con las ideas, mientras los chacales de corbata “revisan” la historia a fin de borrar con aguarrás las atrocidades cometidas por los militares y “limpiar” (del verbo olvidar) la complicidad civil y clerical en las desapariciones. El proyecto político de una generación, las luchas que llevaron adelante no son parte del decorado, son la cuestión de fondo en la batalla de ideas y nuestro ariete para frenar el negacionismo de funcionarios y acólitos.

Y marzo ruge también porque marzo es de nosotras. Es un paño violeta toda su extensa historia recorriendo más de un siglo de pelea y de conquistas, aún inconclusas, aún faltantes. Marzo quiere devuelta a las 257 pibas que murieron en femicidios el año pasado y a todas las que el patriarcado se llevó y se lleva. Quiere escuchar que vuelven felices y libres a cualquier hora del otoño, que comparten el vino y el puchero con sus viejas, que vuelven a ocupar el pupitre y que pegan un chicle debajo, y que vuelven a salir al baile o la fábrica y que bailan y pelean sin miedo. Marzo es violeta porque se reactualiza a sí mismo, y el 8 se para el mundo -porque no funciona sin nosotras- y las mujeres marcamos el curso de la lucha contra el patriarcado y el capitalismo para que caigan de una vez, juntos. Y qué hermoso será ese estrépito, como de dos castillos quebrándose en el aire. Es lienzo violeta que acompaña el grito de denuncia ante la violencia de los machos. Es proclama en medio de un ajuste donde las mujeres somos las más explotadas en jornadas triples de trabajo, en los despidos y en la precariedad de nuestras condiciones laborales. Es pañuelo verde para que el aborto sea legal, seguro y gratuito. Es la voz de esas obreras en Nueva York que no querían valer menos que el lienzo que sus manos hilaban. Es la voz de las niñas y adolescentes en un hogar de Guatemala, que mueren por el odio de clase del Estado y mueren por ser mujeres, justo en marzo, justo el ocho, justo hace un año. Es la voz de Lohana encaramada en el amor, haciendo mariposas para combatir contra las larvas de este mundo. Es la voz de todas nuestras combatientes en el Kurdistán dándole palo al imperialismo -que se oculta en muchos rostros- y se ensaña con ellas por ser revolucionarias, por ser ellas.

Marzo es candil de nuestra historia, ya dijimos. Que el fuego nos empodere, hasta que arda el último vestigio de este sistema de odio.

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