Desde Venceremos – Partido de Trabajadorxs en Poder Popular, somos parte del grupo de organizaciones y personalidades que frente a la actual crisis económica y social planteamos la suspensión del pago y una investigación rigurosa de la deuda. Frente a la propuesta de renegociación del gobierno de Alberto Fernández, donde se propone esperar a que el país crezca para “honrar las deudas”, creemos que hay otras alternativas posibles. Es por eso que nos proponemos ser parte de esta convocatoria bajo la forma de una campaña amplia que a través de la participación popular pueda dar cuenta de lo ilegítimo y fraudulento de la deuda. En el mismo sentido, evidenciar de esta manera que quienes fugaron capitales y se enriquecieron son los verdaderos deudores y quienes en todo caso, deben hacerse cargo de pagar, y no el conjunto del pueblo y la clase trabajadora que ya han pagado desde hace décadas con su sufrimiento la fiesta de otrxs.

 

El capital no tiene patria

La deuda con el FMI es una estafa mayúscula. Como señaláramos en otras notas y comunicados, la pretensión de que todo el pueblo asuma un compromiso de pago de un dinero que fue usado por un puñado de millonarios para incrementar sus riquezas constituye un enorme fraude.

Ni un solo dólar de los desembolsados por el FMI durante el gobierno de Cambiemos fue usado para mejorar las condiciones de vida, trabajo, vivienda, salud, de nuestro pueblo trabajador. Las deudas asumidas durante la época kirchnerista tampoco. Fueron los grandes grupos financieros locales y extranjeros quienes usaron los mecanismos de la deuda para fugar capitales y expatriar cuantiosas ganancias, mientras la miseria y el hambre crecían y crecen en nuestro país.

Si se suma todo el período macrista, la fuga habría sido de U$S 88.371 millones, un monto cercano al de la deuda en dólares tomada por el Gobierno.

Son aquellos, quienes se beneficiaron de los préstamos obtenidos, quienes deben afrontar los costos. Es una estafa pretender que todo el país asuma el compromiso de pago, y es una condena para nuestro pueblo que no saldrá de sus penurias, atado a una deuda que sirvió para enriquecer a los grandes capitalistas de siempre. No hay medias tintas ni compromisos que valgan.

Como han señalado varios intelectuales y militantes como Eric Toussaint, las experiencias de auditorías podrían servir para esclarecer quiénes se han beneficiado, quién se apropio del dinero, para qué lo destino, etc. Desde Venceremos-PT sostenemos que esto debe llevar a la conclusión de que no se debe pagar, y de que por el contrario, ya hemos pagado bastante. En este sentido, la “inmediata repatriación de todo el patrimonio del alto funcionariado de Cambiemos constituiría un simbólico inicio del nuevo tratamiento de la deuda. También correspondería investigar cómo fue devastado el Fondo de Garantía de las jubilaciones, que Macri recibió con 67.000 millones de dólares y devuelve con menos de 22.000 millones”[1]. Sería necesario para evidenciar también, que buena parte de esa deuda fue utilizada por los mismos capitalistas argentinos que hoy nos  plantean que es necesario hacer un esfuerzo colectivo para “sacar adelante al país”, esfuerzo que ellos por supuesto no están dispuestos a hacer con el dinero de sus bolsillos y que el gobierno de AF no está dispuesto a tocar.

 

La deuda, una cadena de sometimiento histórica

Desde los orígenes mismos de nuestras repúblicas independientes, el mecanismo del endeudamiento ha sido usado por las grandes potencias para garantizar la dominación y la dependencia económica, al tiempo que permitía la expoliación y saqueo de recursos. A la vez, el enorme negocio financiero que implica ha permitido a las grandes potencias, como sostiene la economista Andrea Haro, descargar las consecuencias de las crisis económicas sobre los países dependientes. En síntesis, la deuda externa ha constituido un mecanismo de sujeción de nuestros países al capitalismo financiero global.

Los préstamos latinoamericanos absorbieron 17 millones de libras esterlinas de un total de 24 millones de libras en bonos de gobiernos extranjeros vendidos en aquellos años. En resumen, la atracción de las riquezas latinoamericanas constituyó un factor decisivo en uno de los primeros auges bursátiles del capitalismo del siglo XIX. El primer gobierno latinoamericano en firmar un contrato para un empréstito extranjero fue el de Colombia en 1822. Pronto fue seguido por los de Chile y Perú, y para 1825 la mayoría de los flamantes Estados habían acumulado cuantiosas deudas externas. Los bonos de Argentina, Brasil, la Federación Centroamericana, Chile, Gran Colombia, México y Perú eran vendidos y comprados a precios elevados en la Bolsa de Londres y el furor por esos valores exóticos pero lucrativos siguió imperando hasta la catástrofe financiera de diciembre de 1825. El primer ciclo de préstamos latinoamericanos, por lo tanto, estuvo claramente vinculado a una fase expansiva de la economía internacional, característica que se repetiría en todos los auges crediticios posteriores. Pero la actividad crediticia del decenio de 1820 no puede explicarse solamente en términos de ciclos económicos. Una dimensión política se hallaba también implícita en estas transacciones financieras trasatlánticas. Para Gran Bretaña, tanto como para los Estados emergentes de Latinoamérica, los empréstitos constituían instrumentos para alcanzar una serie de objetivos estratégicos. Los banqueros, comerciantes y políticos británicos creían que los préstamos podían ayudar a abrir las puertas al comercio con América Latina, a facilitar el acceso a las valiosas minas de oro y plata y a garantizar el predominio naval británico tanto en el Atlántico como en el Pacífico. Los políticos latinoamericanos, por su parte, deseaban obtener préstamos para financiar sus ejércitos -comprometidos en las últimas etapas de la lucha por la independencia-, así como para consolidar las nuevas naciones-estados que habían empezado a surgir de las ruinas de los imperios español y portugués[2].

La deuda externa argentina se remonta a casi dos siglos atrás, cuando en 1824, el ministro de gobierno Bernardino Rivadavia pidió un préstamo por un millón de libras esterlinas a la Baring Brothers. Este sería el inicio de un largo camino que recorremos hasta hoy. El gran salto, de todos modos, ocurrió con la dictadura genocida que vino a implantar un nuevo modelo de sometimiento. Al momento del golpe, la deuda externa argentina era relativamente pequeña (apenas 7.800 millones de dólares). En 1983, había ascendido a 45.100 millones, transformándose a partir de ese momento en totalmente impagable. La dictadura tomó préstamos para obras faraónicas (como las del Mundial ́78), para comprar armas o directamente para que los bancos privados hicieran sus negocios (la “bicicleta” financiera). Para eso endeudó hasta extremos indescriptibles a empresas por entonces estatales como YPF.

Además, en 1982, el entonces presidente del Banco Central,  Domingo Cavallo, procedió a “estatizar” la deuda privada de numerosas empresas privadas (locales y extranjeras). Todos los gobiernos de la democracia mantuvieron los compromisos establecidos por la dictadura militar genocida. Ha sido largamente demostrado – en investigaciones como las de Alejandro Olmos- el carácter ilegal, ilegítimo y fraudulento de una deuda que no deberíamos haber pagado y que ha costado la vida de miles.

Actualmente, la deuda externa alcanza el 100% del PBI y supera los u$s 350.000 millones. El gobierno de Cambiemos asumió en 2015 con una deuda externa de u$s 253.989 millones de dólares, un 46% del PBI. En sólo dos años aumentó un 20% el total de la deuda y un 10% su peso sobre el PBI para luego llegar a la suma total actual, de la cual el 78% se encuentra en moneda extranjera. En concepto de intereses de deuda, el gobierno pagó más de un millón de pesos por minuto en los dos primeros meses del año 2019, según un relevamiento de la UNDAV, con un salto de un 137%. El acuerdo stand by alcanzado entre Cambiemos y el FMI por u$s 57.000 millones, con el fervoroso respaldo norteamericano, es el más alto en la historia del organismo.

Los vencimientos de deuda externa de 2020 y 2023 ascienden hasta los u$s 156.000 millones si se contabilizan también la deuda con organismos internacionales, los intereses y la deuda intra-pública.

En ese cuadro el gobierno presentó en el Congreso el proyecto de Sostenibilidad de la Deuda Pública, que dispone en su artículo uno que se declare “prioritaria” para el interés de la Argentina “la restauración de la sostenibilidad de la deuda pública externa” y a tal fin “autoriza(se)” al Poder Ejecutivo Nacional a llevar adelante las operaciones de ingeniería que considere pertinentes» para sostener los pagos de deuda. En buen criollo esto significa que la prioridad del gobierno será pagar la deuda, como siempre, a costa de ajustar al pueblo, de recortar «gastos» en salud, educación, vivienda, dado que no se están implementando medidas que impliquen sacar dinero a los grupos privilegiados.

Recorrer la historia no es masoquismo, sino reapropiarnos de una memoria que nos permita superar una política que naturaliza la lógica liberal y el orden social imperante. ¿Por qué hay que pagar? ¿Quiénes pidieron los créditos? ¿Para qué se han usado? ¿Qué consecuencias tendría el no pago? ¿A quiénes afectaría?

Una campaña con participación popular

A lo largo de nuestra historia, el camino de los endeudamientos y las interminables negociaciones y renegociaciones no han hecho más que garantizar el saqueo de los bienes comunes, y se han llevado las vidas sacrificadas del pueblo trabajador en pos de garantizar los intereses de las clases dominantes argentinas, aliados a los poderosos intereses financieros internacionales. Ya hemos vivido y sufrido la lógica del sacrificio para pagar y “honrar las deudas”, “ser pagadores seriales” para luego reendeudarnos, y condenarnos a atender nuevas deudas que sólo sirvieron para sostener programas económicos inviables, enriquecer a los especuladores, fugar capital y pagar las mismas deudas más sus intereses, comisiones y cargos de todo tipo. El tan mentado “desarrollo” nunca termina de llegar, o llega y se esfuma… la población vuelve a “caer” -como si fuera un accidente del que nadie es responsable- en la pobreza, nuevamente debe hacer el esfuerzo de la austeridad y cuando no los palos y la represión acompañan el discurso de que no se pueden pedir mejores condiciones porque no hay recursos.

Hoy nos proponen profundizar el extractivismo minero, petrolero y sojero, como forma de conseguir los recursos para pagar la deuda. Una perspectiva de desarrollo que no hace más que condenarnos al mismo lugar de siempre como país proveedor de materias primas. A su vez, bajo la coerción de la deuda externa se pretende ahora que aceptemos un pacto social con aquellos que saquearon al pueblo, se pretende justificar la expoliación de riquezas, continuar precarizando el trabajo, congelar los salarios, y al mismo tiempo garantizar el alineamiento de nuestro país con el imperialismo norteamericano. Hoy, el FMI constituye la herramienta financiera de dominación que implementa el imperialismo. Así ha sido evidenciado en varios casos, siendo en los últimos tiempos el más conocido el caso de Grecia, donde el impacto de las políticas de ajuste impuestas por la Troika luego del pacto con el FMI ha sido devastadora. Ahora se anuncia que el próximo mes llegará a nuestro país una nueva «misión» del Fondo, luego de los buenos diálogos con el Ministro de Economía…

Debemos promover la participación popular como forma de participación en la resolución definitiva de este problema. Convocar a reuniones, realizar actividades abiertas, logrando que este tema llegue a todos los lugares posibles, demostrando que hay otras salidas posibles. Dejar en claro que los efectos del endeudamiento y de la renegociación y pago de la deuda serán una mayor miseria, una mayor precarización del trabajo y de la vida, que este sistema capitalista patriarcal impone.

La única alternativa que tenemos los pueblos, es la presión en las calles, para que la plata vaya para educación, salud, vivienda y no para para pagar esa ilegítima e ilegal deuda externa. ¡La deuda es con los pueblos, no con el FMI!

La utilización de los recursos que se destinarían al pago de la deuda externa, es clave para reorganizar la economía sobre nuevas bases, y una salida realmente de fondo a un sometimiento histórico que ya lleva casi dos siglos. Romper con el FMI y dejar de utilizar los recursos que se van para los grandes especuladores en un plan de desarrollo nacional es la única forma de abrir una nueva etapa de crecimiento para las mayorías populares.

No al pago de la deuda externa ilegítima y fraudulenta.
Que la paguen los que se la fugaron.
La deuda es con los pueblos, no con el FMI

 


[1]     Katz, Claudio, Entrevista realizada en octubre de 2019, ver nuestra página web.

[2]     VER Marichal, Carlos, Historia de la deuda externa de América Latina: Desde la independencia hasta la gran depresión, 1820-1930, Alianza Editorial, México, 1988; y Brenta, Noemí, Historia de la deuda externa argentina, de Martínez de Hoz a Macri, Capital Intelectual Ediciones, 2019.

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