Junio clava sus dientes helados. El frío lastima, se ensaña con quienes trabajan o viven en la calle, con quienes no tienen cómo calefaccionarse en viviendas precarias, en casillas de chapa; con quienes además no cuentan con un plato de comida caliente para poner sobre la mesa.

Lejos de nuestro territorio y del frío de este junio, la guerra se prolonga. El conflicto entre potencias con epicentro en el Este de Europa, que enfrenta a EE.UU. mediante la OTAN y a Rusia, se extiende y sigue generando millones de desplazadxs, miles de muertes. Los muchos de kilómetros que nos separan de los bombardeos no evitan que el precio de los alimentos suba escandalosamente en nuestros barrios, ni que el gasoil escasee especialmente en las provincias, ni que la inflación que galopaba corra ya desbocada. El capitalismo siembra guerra, miseria y destrucción para los pueblos… y a la par, genera ricos cada vez más ricos. Desde la venta de armas a la especulación con la escasez de alimentos, el terreno es ideal para el empresariado.

En nuestro país, a la par que crecen el hambre y la pobreza, los dueños de casi todo no paran de ganar. Para el pueblo pobre, las penurias crecen. La inflación de 2022 se acerca al 30% este mes, y la de alimentos ya supera esa cifra. Para los patrones que se congregan en la AEA y festejan los 20 años de esa entidad en el Sheraton, la crisis es su oportunidad de pasar el mediomundo y sacarlo lleno. Pagani, del Grupo Arcor, declaró ganancias en 2021 por más de $20.000 millones; Paolo Rocca, de Techint, incrementó su patrimonio ese año hasta hacerlo llegar a los U$S 4.000 millones (sus empresas en el país incrementaron utilidades en un 41% respecto a 2020). Mientras un gobierno nacional enclenque pide al gran empresariado que “colabore”, los capitanes de la burguesía criolla despotrican, porque según ellos están “agobiados por los impuestos” y no quieren pagar otro gravamen por única vez, el llamado impuesto “a la renta inesperada”. De aprobarse, afectaría con sobretasas mínimas solo a quienes tuvieron ganancias netas de más de $1.000 millones, y con porcentajes abruptamente superiores al ejercicio previo. Pero la burguesía sabe que la renta nunca es “inesperada” y que pese a usufructuar condiciones extraordinarias por el aumento en los alimentos a nivel global, no está dispuesta a pagar nada, pese a acumular millones de manera vertiginosa. La clase parasitaria, que vive del trabajo ajeno, no se queda conforme, y además exige en sus foros una reforma laboral, impositiva y jubilatoria. Es decir, un ajuste mayor al que ya aplica el gobierno de los Fernández. Los que remataban “indios” en la Patagonia para robarles sus tierras, hoy remarcan precios. Se ríen y bromean, impunes, como los Braun. Su cadena de supermercados, La Anónima, embolsó ganancias por más de $3.100 millones en 2021.

Las fortunas y la impunidad son hereditarias para estos capitalistas criollos. Su pasado y su riqueza están ligados a las matanzas de pueblos originarios y el robo de sus tierras, a reducir a servidumbre a peones y masacrarlos, en propiciar las Guardias Blancas y armar a niños bien contra obreros, en impulsar golpes genocidas. Hoy, se encargan de alentar opciones más a la derecha aún que el actual gobierno, que pese a ser un buen alumno del FMI y no perjudicar ni remotamente sus ganancias, no les inspira ya demasiado respeto.

En las calles, en los sindicatos y lugares de trabajo, en las barriadas, el pueblo pobre, lxs trabajadorxs, debemos reconocernos no sólo en quienes luchan. Así como el empresariado se aglutina para defender sus privilegios de clase, lxs trabajadorxs debemos unirnos en la pelea. No sólo para enfrentar un ajuste cada vez más brutal; no sólo para batallar por la subsistencia, por el salario, por la educación. Debemos reconocernos como expropiados por esa clase que se muestra impune. Debemos pensar en que seamos, alguna vez, lxs trabajadorxs quienes definamos el destino del país.

Junio trae como una estaca, clavada, la memoria combativa. El nacimiento del Che, que aún alumbra nuestra militancia. El ejemplo de Darío y Maxi y la lucha contra la impunidad de los funcionarios, como Duhalde, como el ministro Aníbal Fernández, entre tantos más. Junio y su viento frío nos avisa que es allí. Que hay que cortar los puentes. Que nuestra historia se escribe en las calles, con lucha.

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