El primero de enero de 1959, con combates victoriosos en puntos de La Habana y la toma de Santiago de Cuba, el Ejército Rebelde derrotaba a la dictadura de Fulgencio Batista. Los combates de los días previos en Santa Clara, bajo la comandancia del Che Guevara, habían sido decisivos. Ese mismo 1 de enero por la madrugada, Batista, el dictador títere de los EE.UU. huía hacia dicho país. Una semana más tarde, las tropas del Ejército Rebelde desfilaban triunfalmente en La Habana. Tras más de dos años ininterrumpidos de lucha guerrillera en los montes y de lucha clandestina en el llano y las ciudades, se imponía la revolución. Hoy, 63 años después, Cuba sigue resistiendo y mostrando que la revolución socialista en Nuestra América no solo es necesaria sino posible.

 

En aquel enero de 1959, dirigido por el Movimiento 26 de julio, el pueblo cubano protagonizaba lo que prontamente fue la primera experiencia socialista en Nuestra América. En esa lucha confluían peleas diversas; las más remotas, desde la tradición independentista que tuvo como uno de sus mayores exponentes a José Martí. Las de Julio Antonio Mella por construir un partido y una juventud que aportaran a una revolución socialista en la isla y el continente. La revolución ahogada de 1933. Pero, en lo inmediato, era la continuidad del malogrado asalto al Cuartel Moncada, que en 1953 había intentado asestar un golpe a la dictadura batistiana; la pelea antidictatorial y clandestina en el llano y los campos, las huelgas azucareras.

Las medidas en favor del pueblo se impusieron en Cuba por medio de los sectores más radicalizados del nuevo gobierno revolucionario, apoyado en la movilización popular. Ejemplo de esto fueron la primera reforma agraria, de mayo de 1959, un compromiso de la revolución con el campesinado pobre; las expropiaciones de tierras y empresas monopólicas de agosto de 1960, muchas de ellas de propiedad yanqui, como las petroleras, telefónicas y empresas de electricidad, entre otras.

La Revolución Cubana mostró, como lo hizo el pueblo vietnamita entre tantas experiencias históricas, el poder de la fuerza moral para hacer realidad y defender un proceso. La pelea contra las bandas de contrarrevolucionarios financiados por latifundistas y gringos, o la propia victoria sobre la invasión mercenaria organizada por la CIA en Playa Girón en abril de 1961 fueron un ejemplo significativo. La determinación del pueblo cubano y de su dirigencia para defender su derecho a implementar una experiencia socialista en nuestro continente, y a escasos kilómetros de los EE.UU., estuvieron a prueba desde los comienzos, y lograron salir airosos. Durante ese mismo año, a la par que se combatía, se educaba: en una campaña sin precedentes, Cuba erradicó el analfabetismo que afectaba a más de un millón de adultos y logró incorporar a la enseñanza formal a más de medio millón de niñxs que no tenían escuela.

Se cumplen más de seis décadas de la revolución de Fidel, del Che, de Raúl y Camilo; la de Celia, Haydée y Vilma; la de millones de campesinxs y obrerxs; la que lleva 63 años resistiendo las ofensivas del imperialismo, el bloqueo y el asedio militar y financiero. La que con limitaciones y también retrocesos, mantiene la llama revolucionaria encendida en un mundo donde el capitalismo arrasa con todo lo que puede a su paso. La que supo enfrentar atentados terroristas y que hoy soporta operaciones donde las ONG y Fundaciones promueven la desestabilización agitando la bandera de una “transición democrática” que no es otra cosa que desandar la revolución para imponer los negocios que pretenden el imperialismo y los monopolios, aquellos que asedian la isla desde hace más de medio siglo.

A 63 años de su triunfo, Cuba socialista sigue siendo un ejemplo para Nuestra América y para los pueblos del mundo. La revolución en nuestro continente es necesaria y también posible. El imperialismo puede ser derrotado. Cuba nos muestra un ejemplo de victoria y resistencia que se proyecta al futuro. El deber de los pueblos no sólo es solidarizarse con Cuba, sino luchar por la revolución.

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