El pasado domingo 12 de septiembre se realizaron en nuestro país las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) para la renovación de cargos parlamentarios. Una vez más, las encuestas y los “boca de urna” erraron los pronósticos. Con un fuerte ausentismo, a pesar la obligatoriedad del sufragio, el Frente de Todos del peronismo gobernante sufrió una contundente derrota. Un “voto castigo” al gobierno, pero canalizado en gran medida a favor de la derecha.

El crecimiento del FIT – U. Los desafíos de la izquierda anticapitalista en el marco de una crisis económica y social que no cesa y que avizora agudizarse con la crisis política abierta.

 

Una crisis económica y social que se traslada al terreno político

Un país cuya población se halla empobrecida en más de un 40%, según mediciones oficiales, no se contenta con discursos, con eslóganes ni con promesas de la supuesta llegada de “el futuro que queremos”. No se trata de una cuestión de fe. La realidad desmiente a una campaña repleta de frases de utilería: el salario mínimo, que este mes llega a los $29.160, está apenas por encima de la canasta de indigencia ($29.003). Así, una familia con dos salarios mínimos, se ubica casi $10.000 por debajo de la canasta de pobreza que el propio INDEC mide, y que en agosto se ubicó en los $67.577. Más allá de las invocaciones discursivas a la justicia social, el oficialismo no solo no revirtió la herencia nefasta del macrismo, sino que la agravó.

Esta realidad que nos abofetea a diario explica el derrumbe electoral del frente gobernante, que desde las PASO de 2019 a las actuales, perdió más de 4 millones y medio de votos (ver La Nación, 13-9-21, resultados.gob.ar y otros). Con una concurrencia de casi dos millones menos de votantes entre aquellas elecciones enmarcadas en una votación presidencial, este domingo el oficialismo perdió en 18 de las 24 jurisdicciones. Lo hizo en distritos clave tanto desde lo simbólico como para el conteo total. Así, fue derrotado en Santa Cruz, donde gobierna Alicia Kirchner; en Chubut, donde ocupa el ejecutivo el delfín del Frente Renovador, Mariano Arcioni; en el Chaco de Capitanich; pero también en la Pcia. de Buenos Aires de Kicillof. Solo en este territorio clave, en dos años se escurrieron 1.700.00 votos oficialistas.

No es posible explicar semejante desmoronamiento sólo por la contracampaña de buena parte de los monopolios de prensa, la falta o exceso de “confrontación” verbal o los “problemas de comunicación” del oficialismo. Para buscar las causas del éxodo masivo de una base electoral defraudada sistemáticamente, convendría revisar lo hecho más allá del plano del discurso. Por ejemplo, en los desalojos al pobrerío como Guernica y en la falta de políticas de vivienda serias; en la carestía de la vida que incrementó la pobreza incluso por encima de la heredada del macrismo; en la austeridad fiscal que suprimió una ayuda exigua como el IFE; en el seguidismo a Larreta sosteniendo con marchas y contramarchas una presencialidad escolar irresponsable e improvisada… en definitiva, una hoja de ruta escrita con la birome del FMI y del poder concentrado transnacional y local.

En ese éxodo de votos, han crecido opciones patronales por derecha, como Juntos por el Cambio, que se alzó con el primer lugar en la mayoría de las jurisdicciones. Pero también han surgido de manera acelerada opciones del neoliberal-fascismo, como los Milei y Espert, fortalecidos en el AMBA, y más precisamente en CABA. La representación de la izquierda mediante el FIT-U también ha expresado un crecimiento, quedando colocada como tercera fuerza a nivel nacional. Con más de 1.3 millón de votos, obtuvo más de 300.000 sufragios -en términos globales- que los ultraliberales.

La debacle oficialista augura que las disputas al interior de la coalición de gobierno se incrementen. En una situación de inestabilidad económica, con niveles altísimos de pauperización, cualquier disparada cambiaria podría tener consecuencias catastróficas para el bolsillo popular. En este escenario de crisis económica y social se inserta el cuadro de fragilidad política que deriva de los recientes resultados.

 

El juego a la derecha   

El peronismo ha tenido una posición sumamente selectiva con relación a la pandemia. Mientras apeló a una sistemática desmovilización de su base electoral y social para regalarle la calle a sectores reaccionarios, fue habilitando también de manera metódica toda actividad productiva y educativa, o hasta la concurrencia a espectáculos futbolísticos. En nombre del cuidado de la salud se abandonó cualquier manifestación callejera… pero se volvió masivamente a las fábricas, a las escuelas, a las actividades que generan ganancia empresaria, o bien la garantizan.

Mientras esto ocurre, la derecha canaliza buena parte del descontento. En CABA, la irrupción del grotesco economista mediático Milei representa un fenómeno similar al que hizo ascender de manera vertiginosa a figuras como Bolsonaro en Brasil. Como expresión de la decadencia de un sistema que produce terraplanistas y antivacunas, Milei congrega además apologistas de la dictadura, como la abogada castrense que lo secunda, Victoria Villarruel, defensora de genocidas. Más allá de las bufonadas de este exaltado aprendiz de Cavallo, el crecimiento de estos sectores es un fenómeno a atender. No sólo debe analizarse su habilidad discursiva o su eficacia marketinera: se los debe enfrentar con movilización popular. Cualquier explicación que omita la centralidad de la calle en esta disputa, no hace más que concederles un terreno en el que no deberían hacer pie.

Si hubo un sector que le hizo “el juego a la derecha” de Juntos por el Cambio como también de los ultraliberales y les pavimentó el camino hacia cargos en el estado, ha sido el propio peronismo, sus expresiones políticas, sus burocracias sindicales. Justificando a Berni, sus desalojos y el encubrimiento a la bonaerense que desapareció a Facundo Castro. Abandonando las calles para que el oscurantismo se vea envalentonado allí con sus movilizaciones. Mostrando sus vacilaciones en el plano económico. Asumiendo como propias las políticas del macrismo en el plano educativo. Garantizando desde las centrales, sindicatos burocráticos y movimientos sociales cooptados la “paz social” a un empresariado que nunca dejó de ganar, incluso en pandemia.

En las presentes elecciones, lejos de “enfrentarse dos modelos de país” entre oficialismo y oposición de derecha, se vio un debate político degradado y hueco. Si bien existen diferencias en términos de la intensidad con la cual proceder a aplicar el ajuste y en cuáles fracciones de la burguesía apoyarse, las coincidencias entre los frentes políticos patronales son amplias y extendidas. Ninguna de las coaliciones mayoritarias pone en cuestión la usura que nos ata al FMI ni las reformas jubilatoria o laboral que demanda dicho organismo, ninguna pone en duda al agronegocio ni el extractivismo que envenenan nuestro ambiente, desplazan poblaciones y enferman, ninguna prevé que la base de nuestro sistema tributario deje de ser el IVA y que sean los ricos quienes paguen más impuestos.

En tal sentido, cualquier llamado “a enfrentar a la derecha” abandonando la independencia de clase y subordinándose políticamente a quienes contribuyen a su reposicionamiento, es un tiro en el propio pie.

 

Una salida por izquierda, en unidad y en las calles

En parte, el crecimiento de expresiones reaccionarias se da por una especie de “voto castigo” a un oficialismo que habla de equidad, pero lo representan dirigentes que habitan en barrios privados o en Puerto Madero. Los problemas reales de nuestro país no se resolverán con un gobierno vacilante y tibio, incapaz de sostener una medida de gobierno ante el primer portazo del empresariado, como ocurrió con el caso Vicentín o la pretendida nacionalización del Sistema de Salud. Pero tampoco los resolverán quienes hablan de “Libertad” pero lo único que pueden ofrecer son cadenas, libertad de mercado, ignorancia y salidas represivas.

Nuestro pueblo se encuentra endeudado: los compromisos con el FMI y demás especuladores internacionales son impagables. Esa deuda, originada en la dictadura e incrementada recientemente por el macrismo, sirvió para subsidiar empresarios y alimentar la fuga de divisas. No puede seguir pagándose a costa del hambre, la falta de viviendas, de escuelas públicas, de agua potable para nuestro pueblo.

Es imprescindible torcer ese destino que nos pone de rodillas ante los monopolios y el imperialismo.

La elección de la izquierda nucleada en el FIT-U da un peso institucional a posiciones anticapitalistas. Los 930.000 votos de las PASO 2017 y los casi 700.00 de las de 2019 se vieron superados por una elección que se acerca a 1.300.000 votos. Cabe destacar la elección en Jujuy, donde este frente de izquierda llegó al 23% de los votos, o las muy buenas elecciones en Neuquén (7,9%) y Chubut (9,4%), donde la izquierda enfrenta el saqueo y participa de las luchas ambientales. Ese peso en el parlamento debería ser un dinamizador de las luchas callejeras, y no lo contrario.

Como queda reflejado en las calles de nuestro continente, impregnadas por la rebelión popular, es en ese terreno donde se podrá poner freno a las avanzadas reaccionarias y plantear las reivindicaciones que nuestra clase necesita: la ruptura con el FMI, el freno al saqueo a nuestros bienes comunes, la necesidad de una vida digna para nuestros pueblos.

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