El pasado 18 de marzo se presentó la tercera edición de la obra colectiva Testimonial “Del Otro lado de la mirilla. Olvidos y Memorias de ex Presos Políticos de Coronda 1974-1979.”

Este libro, pinceladas de recuerdos de quienes se empeñan en no olvidar, no es sólo ni principalmente el recuerdo del horror vivido en una de las terribles cárceles de nuestro país, durante la dictadura y el gobierno constitucional previo. No se trata de cualquier Memoria. El texto fue escrito colectivamente por los ex presos políticos de la cárcel de Coronda: militantes de Montoneros, del PRT, de Poder Obrero, dirigentes sindicales, estudiantiles, obreros, campesinos. Más de 1.100 detenidos por razones políticas pasaron por Coronda, en el segundo penal más importante de Santa Fe.

 

 En 1995, caminando por La Paternal, Manolo se encuentra con Pacho sentado en el umbral de su casa. Fue un momento de tremenda emoción.

Después siguió el encuentro con su compañera Betty y sus dos hijos, con quienes habíamos compartido algunas visitas en el patio de Coronda. Aquellos chiquitos, ahora hombres, daban testimonio del paso de los años. El reencuentro dio lugar a sucesivas visitas en medio de mateadas y recuerdos.

Cuando promediábamos la preparación de los borradores de la primera edición de este libro, con Manolo y Radi decidimos contarle lo que estábamos haciendo. NO se conformó con ponerse contento, y entre recuerdos y olvidos y algunas alucinaciones, logró aportar datos que nosotros habíamos perdido. Cuando charlábamos sobre los cuadernillos políticos que escribíamos en Coronda, él contestó: el del PRT se llamaba Miguel Ángel Lobotti, en memoria del obrero de Acindar asesinado (N. de la R. en Villa Gobernador Gálvez en abril de 1975). Nos quedamos azorados, a la par que recuperamos ese nombre olvidado. Entonces le preguntamos: ¿Cómo carajo te podés acordar de eso?

Y, sonriendo, respondió: ¿Y cómo no me voy a acordar?

 

Una experiencia de resistencia colectiva

Pese a la diversidad de los orígenes políticos de cada compañero, lo que nutría los debates y los puntos de vista, con miradas y prácticas políticas distintas, fue un sentido colectivo que emerge en un relato en el que se multiplican los ejemplos, no de un heroísmo abstracto individual, sino de la fortaleza de una generación y una clase con una conciencia y moral revolucionaria que aún en las peores condiciones no solo les permitió sobrevivir, sino sostener la convicción profunda de la posibilidad y de la necesidad de transformación de este mundo. Una convicción que no pudo ser derrotada ni con los peores castigos, torturas y formas de persecución.  Una profunda convicción revolucionaria. Esa que la dictadura quiso aniquilar. Esa que se pretendió derrotar, pero que con tenacidad se mantuvo en aquella resistencia.

“Si hay un signo distintivo de esta generación, éste es sin duda alguna la determinación para vencer todos los obstáculos que el enemigo nos pusiera en el camino de la transformación de nuestra patria”.

Claridad de objetivos, un proyecto estratégico que se sabía no comenzaba ni terminaba en une. Parte de un todo. De una dinámica de luchas que llevaban siglos en la que cada quien constituye una mínima pero indispensable parte para vencer colectivamente.

Esa determinación les permitió sostener una resistencia interna dentro de la cárcel. Porque la vida y la lucha no terminaban allí.

La organización para demandar mejores condiciones, la tremenda capacidad organizativa y de solidaridad entre los presos desde el minuto cero en que ingresaba un nuevo compañero, un sistema de comunicaciones que superaba cualquier obstáculo usando las ventanas, las cloacas y las paredes. Desde la fabricación de un “periscopio” (un espejo hecho con un pedacito de vidrio pulido en sus bordes, humeado con fósforo de un lado, envuelto en plástico derretido, sostenido por un palillo de escoba que servía para ver cuando los guardias entraban o salían del pabellón) y la lectura de un documento escondido en un “caramelo” (conocimientos de los que las jóvenes -y no tan jóvenes- generaciones militantes carecemos totalmente); el uso del código morse para las comunicaciones y de cualquier objeto que hoy nos resulta intrascendente para fabricar algún elemento que les permitiera no sólo sobrellevar la vida en general sino seguir adelante con una vida militante: realizando cursos de formación, cuadernillos, revistas, investigaciones de ingeniería para planes de fuga, réplicas de armas y elementos muy diversos.

El amor por la vida y por la naturaleza, la esperanza en la capacidad de la humanidad, ese latir tan pleno de los corazones de quienes protagonizaron la lucha de los 60 y 70, se hacen presentes aún en los momentos más difíciles.

Los poemas, las canciones, las creaciones artísticas y la siempre presente capacidad de reflexión, de explotar la creatividad al máximo y también de mantener el humor y la iniciativa.

La férrea unidad ideológica y de una praxis común que se destacaba entre los militantes del PRT también se evidenciaba en la vida dentro de la cárcel. Decía un compañero, “Allí donde haya un solo compañero del Partido, allí está el Partido, con todos sus derechos pero también con todos sus deberes”, poniéndose a la cabeza de las tareas y el compromiso.

“La realidad es que nunca uno no termina de irse de Coronda. Allí fue la batalla (…) yo nunca fui un cuadro político ni un genio militar, pero el compromiso lo tenía bien mamado y nunca lo abandoné. (…) Es posible la construcción de la libertad y la solidaridad aún en las peores condiciones, aún en la mortecina austeridad. El enemigo quería quebrarnos y dividirnos, nosotros logramos fusionarnos y resistimos. Coronda se convertiría en una victoria de la dignidad sobre la prepotencia, de la solidaridad por sobre la mezquindad aún en la carencia extrema.

Navego por todas las cartas buscando los olvidos y las memorias, tratando de recuperar lo que las tragedias nos arrebataron, para continuar el rumbo con aquellos compañeros que pelearon y murieron por la redención de todos los hombres.

Cuánto para aprender de aquellas experiencias…cuánto para retomar… cuánto para conocer de esa generación que peleó por la construcción del socialismo. Cómo no acordarse. Cómo no hacer presentes a esos miles de hombres y mujeres que pelearon por la revolución socialista.

El mensaje que nos deja es la infinita capacidad humana de crear y creer, en la humanidad del otro. Despojados de todo, solo poseyendo sus cuerpos, los políticos presos en Coronda construyeron una épica colectiva. De triunfo en medio del fracaso de los proyectos revolucionarios. Que apostar a la unidad y la confianza en el compañero, en la “pequeña política” es el camino para una construcción política superior, en la ”gran política”, al decir de Gramsci.

Esa lucha que sigue siendo tan necesaria como entonces.

Recomendamos fervientemente este libro que narra una experiencia de resistencia que todx militante debería conocer.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor, ingresá tu comentario
Por favor, ingresá tu nombre aquí