El 23 de diciembre de 1975, el Ejército Revolucionario del Pueblo llevó a cabo el intento de copamiento del Batallón de Arsenales “Domingo Viejobueno» en Monte Chingolo, Lanús. La finalidad de la operación era doble. En lo militar, el asalto servía para aprovisionarse de armamento: el objetivo era la recuperación de 20 toneladas de armas y municiones, que pasarían de manos del ejército genocida a manos de dicha organización armada. En lo político, la acción demostraba una escalada en la capacidad operativa del PRT-ERP y servía de estímulo al pueblo para enfrentar a la represión y debilitar a la dictadura en ciernes. Ninguno de ellos pudo cumplirse y el asalto resultó frustrado. La emboscada del ejército, que había logrado infiltrar la organización, derivó en la caída en combate de más de 50 militantes y una represión que continuó por largas horas en las inmediaciones del cuartel sobre pobladores de las barriadas cercanas en las que aproximadamente otres 50 vecines resultaron asesinades.

 

Pero Monte Chingolo no fue un fracaso.

No sólo fue “la mayor batalla” político militar entre clases desarrollada en el siglo XX, en zona urbana de nuestro país y a escasos kilómetros del centro político nacional. No sólo fue una demostración férrea de la voluntad hecha acción y de la determinación militante frente al poder de fuego del brazo armado del Estado burgués. No sólo fue un intento de avanzar un paso más en la consolidación y auge de la lucha política y armada en la Argentina. Fue además, sobre todo, una prueba irrefutable del ascenso que se venía gestando en la conciencia política del pueblo y en la convicción inquebrantable de la militancia, dispuesta a tomar “el cielo por asalto”.

 

Que la acción haya resultado negativa no anula la reivindicación y homenaje que se merece. Que hubo errores y responsabilidad de la Dirección en ello no obtura el planeamiento táctico ni mucho menos la acertada mira estratégica del PRT, que leyó mejor que nadie la realidad política de los ´70.

 

La reconstrucción de los hechos indica que el movimiento estaba descubierto, que el ejército había infiltrado la organización, que la preparación había sido saboteada, que la emboscada se había alistado… Y aun así el enemigo sentía tanto temor que requirió movilizar más de 3.000 efectivos (aviación incluida) para enfrentar a les 250 guerrilleres que llevaron adelante la acción. Acción que duró varias horas, que logró superar la feroz e inesperada celada, que encontró solidaridad de les vecines de las villas cercanas en el repliegue y retirada… que demostró que la convicción duplica (y más) la moral combatiente, y que esa enorme reserva moral pone en cuestión la enorme diferencia de poder de fuego.

 

El paso de los años y la penetración ideológica de la burguesía hacen de la batalla de Monte Chingolo una especie de épica (en sentido de mito) o relato fantástico, instalando una distancia mucho mayor al paso de los años. Priman en las propias filas de la izquierda las visiones miopes de “aventurerismo”, “guerrillerismo”, “sustitucionismo”, y otros “ismos” carentes de fundamentos serios, por un lado. Por otro, existen también en la izquierda revolucionaria miradas contemplativas que reivindican Monte Chingolo pero no ponen a la orden del día sus enseñanzas. Y es claro que para aprender de los errores hay que proponerse también emular las prácticas. Más aun, se sentencian sobre Chingolo todo ese conjunto de falacias mientras se exaltan movilizaciones de masas lejanas pero desde una perspectiva que muchas veces rinde culto a lo espontáneo.

 

Los datos que se extraen de la acción sobre cantidad de militantes, armas, organización de postas sanitarias, vehículos, postas de combate, botín buscado, etc., etc. permiten (y resulta imprescindible hacerlo) caer en cuenta del enorme desarrollo tanto de infraestructura y orgánica del PRT-ERP como de inserción en las masas. Sería impensable plantearse un objetivo semejante sin este soporte. Sería impracticable de llevar adelante si no hubiese existido esa capacidad. Allí radica una de las claves que dan cuenta de la inexistencia de la improvisación o de un “intento desesperado”.

 

Hay que convenir que el enemigo ha hecho bien su trabajo desde entonces, eliminando del horizonte la actualidad de la revolución no sólo en la conciencia de las masas, que se debaten entre “males menores”, sino también en gran parte de la militancia. Reconocer la hegemonía de la ideología dominante no necesariamente evita orbitar bajo su influjo, tal como comprender el funcionamiento del Capitalismo no exime de estar atravesado por sus miserias, o analizar el Patriarcado no dispensa de las prácticas machistas.

 

Nosotres recordamos Monte Chingolo porque aspiramos a construir una organización sólida, férrea, que se plantee seriamente avanzar en la perspectiva estratégica que se propone, sin titubeos, despojándonos de las ataduras “invisibles” que teje nuestra modernidad.

Recordamos Monte Chingolo no como matriz a replicar, sino como testimonio de la firmeza y la templanza, como acción fruto de nuestra clase, como el derecho a ejercer la violencia que tenemos los pueblos, como hito de una lucha histórica que se encadena para construir a paso firme la revolución socialista que libere a nuestros pueblos, de una vez y para siempre, del yugo del Capital.

 

Lxs Héroes de Monte Chingolo, ¡Presentes!

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