Todo indica que será en las tres semanas que quedan de junio en las que se definirá la magnitud del pico de contagios de COVID – 19 en Argentina, que sigue teniendo en el área metropolitana su epicentro nacional y donde se juega lo fundamental del desenlace epidemiológico de la emergencia sanitaria en nuestro país.
Así, mientras la mayor parte del territorio nacional ingresa formalmente a la fase de “distanciamiento social”, en AMBA se extendió hasta fin de mes el aislamiento social obligatorio (apenas con algunas flexibilizaciones en CABA), medida que sólo se replica en aquellas ciudades o regiones del resto del país donde existe circulación comunitaria del virus, como Chaco, en la que el barrio Toba de la comunidad qom registra los mayores indicadores de letalidad por coronavirus a nivel nacional.
Esta “metropolización” del cuadro de crisis sanitaria se refleja una y otra vez en el ritual de anuncio tripartito protagonizado por el presidente Alberto Fernández (AF), el jefe de gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta y el gobernador bonaerense Axel Kicillof, en los que más allá de chispazos excepcionales, predominaron las coincidencias en el abordaje de la crisis.
Evidentemente tanto el gobierno nacional como la oposición patronal no desconocen que nuestro país incursiona aceleradamente en un escenario de crisis de una profundidad posiblemente inédita, en la que se conjugan explosivamente desplome económico, pobreza creciente y una emergencia sanitaria sin antecedentes, atravesado por un cuadro de desigualdad social ofensivo para la dignidad humana.
¿Todos ganan?
En un momento de su intervención, luego de expedirse sobre la situación sanitaria y esbozando perspectivas para la post-pandemia, el presidente señaló que su aspiración es construir un “capitalismo donde todos ganen”, fantasía que se estrella con la realidad de los efectos sociales de una pandemia que dejó al desnudo la naturaleza desigual e injusta de la sociedad capitalista.
En verdad, la afirmación no es más que una reversión de la idea básica de la conciliación de clases contenida en la doctrina justicialista, que postula que si empresarios y trabajadores/as cumplen con sus responsabilidades sociales, el beneficio se extenderá al conjunto de la comunidad, organizada tras el fin común del bienestar de la Patria.
Nada más lejos que la realidad de un capitalismo hecho y derecho que desborda fronteras y se reproduce sobre la búsqueda permanente de maximización de ganancias por parte de empresarios, banqueros y dueños de la tierra, que se quedan con lo mejor del esfuerzo de las clases trabajadoras de la ciudad y el campo.
Tal es así, que mientras el gobierno nacional congela la movilidad jubilatoria hasta fin de año y posterga sin plazo alguna propuesta salarial para trabajadores y trabajadoras estatales, elabora en cambio una nueva oferta más favorable a los fondos de inversión privados tenedores de deuda pública, que de aceptarla incrementarán sus beneficios como acreedores usurarios de una deuda externa fraudulenta, ilegítima e ilegal.
Lo mismo ocurre con los especuladores que empujan el “dólar blue” (ilegal) a más de $125, estableciendo una diferencia de más de $30 con el dólar oficial (“solidario”), construyendo así un escenario devaluatorio que se traslada a precios y que ya se siente en el alza de diversos productos de consumo popular, lo que golpea aún más al deteriorado poder adquisitivo de los salarios (congelados y recortados en el marco del parate económico).
También del lado de los beneficiados se encuentran las grandes empresas multinacionales y locales que fueron asistidas económicamente por el Estado a través del programa de Asistencia al Trabajo y la Producción (ATP) hasta para el pago de salarios de ejecutivos y CEO´s (mientras que las empresas recuperadas por sus trabajadores y trabajadoras fueron excluidas del financiamiento estatal).
Nada mejor para graficar a los ganadores de hoy y de siempre que la delegación de grandes empresarios que la semana pasada se reunieron con el Presidente en Olivos (en una mesa integrada exclusivamente por varones, tanto del lado empresarial como de los representantes del gobierno nacional), para asegurarse que el “fantasma del comunismo” no recorrerá nuestro país, ni siquiera disimulado en dosis homeopáticas a través de tibias y excepcionales medidas redistritubitivas.
Son estos mismos sectores los que operan en la opinión pública, a través de los medios hegemónicos de comunicación, con arengas “flexibilizadoras” de la medida sanitaria del aislamiento, que en verdad sólo apunta a defender ganancias empresariales sin importar si para ello miles de trabajadores y trabajadoras tienen que morir.
Los perdedores y perdedoras de siempre 
La contracara de la opulenta mesa masculinizada del poder son las millones de mesas populares en las que en estos días lo único que abunda es el mate cocido con galletitas o pan, para reforzar el plato de comida al que sólo se accede en alguna de las cientos de miles de ollas populares en los barrios, a lo largo y ancho de nuestro país.
Si en estos momentos el hambre más horrible y extremo no es una realidad aún mayor en los sectores más castigados de nuestro pueblo, se debe a la organización de base y la acción de los movimientos sociales que en las barriadas realizan una militancia extraordinaria. Y allí, contrariamente, abundan y son mayoría las mujeres que no tienen lugar en la mesa de Olivos y que integran la otra “primera línea” frente al virus y la pandemia, la que tiene lugar en las villas y barriadas populares en las que el COVID–19 se hace fuerte alimentado por la falta de agua potable, el hacinamiento, la pobreza y la desidia de los gobiernos de turno durante décadas.
Para hacer más injusto e indignante el cuadro, el contagio de mayor intensidad en las villas y barriadas alimenta la estigmatización y culpabilización social de las y los contagiados, como se hizo presente incluso en la anterior alocución presidencial, en la que Alberto Fernández explicó que una de las causas de los contagios es que las personas de esos barrios no quieren salir de sus casas porque tienen miedo de que se las roben. Es decir, el contagio sería consecuencia de esa decisión personal y no del contexto de brutal pobreza y desigualdad social en el que mal viven en millones en nuestro país.
Algo similar ocurre con el planteo paternalista y legitimador de la acción policial de “mandar la policía a los barrios para que los cuiden”, que oculta la dimensión represiva de las “fuerzas de seguridad” que invariablemente se ensaña con las y los pobres en defensa de los intereses de ricos y gobernantes.
La falacia de la “policía del cuidado” -que llegó a sintetizarse en una infame reflexión académica publicada al inicio de la cuarentena en Página/12- se desploma con la realidad de represiones a conflictos obreros y los asesinatos ejecutados por las fuerzas policiales, que se repiten tanto como las desautorizaciones y separaciones ordenadas a posteriori por las administraciones provinciales pejotistas y el Ministerio de Seguridad de la Nación, pero que no impiden que esos hechos se produzcan.
Así lo testimonian los casos de Magalí Morales, que apareció ahorcada en una comisaría en San Luis, en la que había sido detenida horas antes por “violar la cuarentena”; el del trabajador rural Luis Espinoza asesinado en Tucumán por la espalda, en un claro hecho de desaparición forzada seguida de muerte, con ocultamiento del cuerpo y que involucra a todo el personal de la comisaría de Monteagudo de esa provincia; y el brutal operativo policial en el barrio qom en las afueras de Resistencia (Chaco), que además de golpizas y maltratos incluyó el abuso sexual por parte de efectivos policiales de pibas que estaban en sus casas.
Esta seguidilla represiva demuestra de hecho lo que denunciamos durante la gestión macrista de Patricia Bullrich al frente de Seguridad, en oportunidad de la emergencia de la “doctrina Chocobar”, que no era otra cosa que la conversión en doctrina pública de la práctica habitual y normal de las fuerzas policiales, que sigue plenamente vigente, como queda expuesto.
La salud y la dignidad de las y los de abajo
La historia de nuestro pueblo nos enseña que hasta en las peores situaciones la clase trabajadora en Argentina ha sido capaz de construir vías y métodos para dar la pelea por sus reivindicaciones urgentes, que siempre están asociadas a las problemáticas fundamentales no resueltas que aquejan a nuestro pueblo. Así ocurrió en el tramo final de la dictadura militar genocida, en los estallidos de 1989, en las puebladas piqueteras y jornadas históricas de 2001, en la resistencia y movilizaciones callejeras contra el ajuste macrista en 2017, entre tantos y tantos ejemplos de lucha.
La pandemia a la que hace frente el mundo profundizó la crisis capitalista que estaba en curso a nivel global y sus consecuencias son devastadoras en todos los planos (económicos, sociales y sanitarios). Argentina no es la excepción y las previsiones indican una caída de casi 10 puntos del PBI, lo que da la pauta de la magnitud del derrumbe económico al que asistiremos, con sus consecuentes efectos sociales. Las protestas en Estados Unidos e Inglaterra exponen que ni siquiera los bastiones históricos del imperialismo se encuentran al margen del malestar de los pueblos, sacudidos por las crisis, el maltrato y la rabia silenciosamente acumulada en opresiones de distinto tipo y larga data.
Nuestra América será escenario seguramente de importantes luchas y acciones de masas y las salidas de las cuarentenas no supondrá el repunte inmediato de las economías, que seguirán condicionada entre otras cosas por la pandemia (que seguirá sin resolución hasta que puedan administrarse una vacuna preventiva).
En Argentina, los obreros de Penta, Bad Time, FATE, Ansabo, Gotan, trabajadoras y trabajadores de la salud en Córdoba y otras provincias, choferes de colectivos en Rosario y los movimientos sociales que organizan a trabajadores/as precarizados y desocupados en las barriadas, dan batalla y salen a la calle en defensa de la salud popular, por una cuarentena digna, sin hambre ni despidos.
Estas peleas nada tienen que ver con las posturas y acciones de los sectores “anti-cuarentena” sino que son su contracara exacta: son acciones imprescindibles en defensa de la salud popular, la dignidad y la vida de las y los laburantes, por encima de las ganancias de las patronales.
Desde Venceremos – Partido de Trabajadorxs haremos los mayores esfuerzos para contribuir a que esas luchas y conflictos se fortalezcan, multipliquen y puedan triunfar mediante la acción directa e independiente de los trabajadores y trabajadoras. Para que por una vez los costos de las crisis que generan los de arriba no lo paguemos las y los de abajo, con un nuevo y más brutal retroceso de nuestras condiciones de vida.

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