(Fotografía: Sebastián Gil Miranda)

“Estamos todos juntos en esto”. “El virus no hace diferencias”. “Se terminaron las diferencias porque estamos en una guerra contra un enemigo invisible que nos ataca a todos por igual”.

Litros de tinta, horas de audios en radio y en pantallas de TV intentan desviar la atención sobre los temas más graves que estamos afrontando con tergiversaciones o, directamente, con mentiras.

Las diferencias de clase no sólo no desaparecen con la pandemia sino que se agravan. Todos están absortos con los datos de la pandemia como si fuera el único problema. A lo sumo reconocen, como el ministro Arroyo, que la pobreza va a aumentar, pero a causa del desastre económico que nos dejó el gobierno de Macri y de la pandemia.

No, señor ministro, la pobreza aumentará porque el sistema en el que vivimos es el capitalismo. Y en el capitalismo los pobres no sólo existen, sino que son “necesarios”, porque permiten condicionar de vida de los trabajadores. Es decir, con un alto porcentaje de pobreza y desocupación las amenazas de despidos y/o suspensiones funcionan para amedrentar a los y las trabajadoras, para tratar de evitar que luchen por sus derechos y reclamos.

Situación en los barrios

Por un lado es irritante la enorme desigualdad socio económica en que viven los trabajadores en relación a otros sectores. Pero estas condiciones se acentúan a niveles inaguantables en las barriadas más humildes.

Uno de los motivos es que el aislamiento profundiza la situación de pobreza a causa del freno de la actividad económica. El impedimento de la changa implica lisa y llanamente el corte del sustento económico familiar y por lo tanto es imperioso multiplicar el abastecimiento de alimentos a los comedores populares. Para dar un ejemplo, en Florencio Varela, en un comedor del Frente de Organizaciones en Lucha (FOL) se duplicó la cantidad de viandas que se requieren. Y esto se verifica en todo el país.

Como no va a ser así, si es el mismo gobierno que “no puede” garantizar la compra de los alimentos necesarios (ver nota https://www.ambito.com/alimentos/el-estado-enfrenta-dificultades-comprar-alimentos-n5099499?fbclid=IwAR120kwYxNqy4fXDm55xkDBUFLjnsKU3d1PWWzbBXTjDxEGuxPGHHpHPQk0 ).

Pero no se trata sólo de los alimentos que no llegan. Los y las compañeras del FOL afirman que “el gobierno no abastece de elementos de higiene indispensables, no entregan, ni siquiera, ningún tipo de insumo preventivo para evitar contagios. De hecho una de las cooperativas de costura que esta misma organización social posee garantizó la producción de 6800 barbijos para les compañeres que hacen tareas esenciales en comedores y merenderos.Somos las organizaciones sociales las únicas que respondemos a las necesidades en las barriadas. Ollas populares, merenderos, solidaridad con los trabajadores en conflictos laborales, atención a nuestres compañeres infectades, hasta tanto el Estado  haga lo que le corresponde para garantizar la vida de nuestros vecinos y vecinas”. También comentaron que “los gobiernos municipales tampoco se ocupan de informar sobre las medidas sanitarias que son imprescindibles en estos momentos.” Entre otros conceptos plantean la necesidad de que el Estado “garantice la provisión sostenida de barbijos, alcohol, y lavandina, ya que sostenemos comedores, talleres productivos, entregas de mercadería, etc.”. Finalmente, agregaron, que “el Estado debe proveer de estos elementos de sanidad para el personal de la salud pública”.

Ya van más de 40 días de cuarentena y los gobiernos, nacional, provinciales o municipales, siguen sin resolver los problemas más graves de los sectores más carenciados. Todo lo contrario. En CABA al 3 de mayo ya habían 153 infectados en las villas, más del 10% del total de la ciudad. En pocos días explotó el virus en esas barriadas demostrando la precariedad en la que se vive y en la falta de medidas para los más necesitados. Se evidencia una disparidad total en el tratamiento que recibieron los turistas a su regreso del exterior, cuando se les brindó el aislamiento en hoteles de primera, la comida, atención médica. Mientras tanto, a los infectades en las barriadas y a quienes estuvieron en contacto, no le garantizan siquiera un test.

La resistencia a la pandemia hoy está en manos de las organizaciones sociales, porque gracias a su solidaridad el pueblo aún logra tener los cuidados mínimos y un plato de comida.

Es imperioso que los gobiernos provinciales y municipales convoquen a los Comités de Crisis, los que deben integrarse con las organizaciones sociales, que son las que están en los barrios y conocen perfectamente las necesidades y las soluciones que se deben llevar a cabo. Sin embargo en este tema tampoco hay asomo de una intención real de avanzar. En aquellos distritos donde se ha convocado ha sido una mera pantalla, se han demostrado las mezquindades políticas, no hubo propuestas concretas y hasta “se invitó a retirarse” a quienes realizaron criticas a la ineficiencia a la hora de resolver la colaboración de las organizaciones sociales, ya que no se ha garantizado en la mayoría de los distritos del país un refuerzo de alimento para comedores y todo lo necesario para cumplir con las condiciones de prevención.

Es necesario asegurar el acceso en tiempo y forma, sin discriminación, a los test de contagio y a las camas de internación, para los y las vecinas de los barrios más humildes. Por ahora queda en evidencia que los distintos ministerios de salud no tienen protocolo para las barriadas populares. Sólo plantean el aislamiento en la vivienda, no prestando atención al hacinamiento existente. Les proponen a los pobladores, sin ponerse rojos de vergüenza, que “pongan una sábana en las habitaciones para dividir y no tener contacto directo”, a pesar de saber, fehacientemente, que van a aumentar los casos y no hay condiciones para detener los contagios.

Por otro lado es evidente que problemas como la violencia de género, la situación sanitaria de los adultos mayores, los abusos de las fuerzas de “seguridad” siguen sin resolverse ni se toman medidas a la altura de las circunstancias.

Sólo cabe la exigencia para que el Estado deje de lado los discursos y el vedetismo televisivo y se ocupe de asumir su rol indelegable de garantizar la salud y la alimentación adecuada a toda la población carente de los medios para afrontar esta pandemia. Y para que esto sea posible, las organizaciones sociales deben continuar con sus tareas solidarias y, además, presionar en conjunto a los gobiernos correspondientes a que realicen su tarea.

Creemos que de la pandemia no saldremos airadamente si se mantiene la intención de patear para adelante la deuda externa. Tampoco  un “plan Marshall criollo” resolverá la tremenda brecha entre ricos y pobres, ya existente y que se está ensanchando a niveles intolerables, sino que se necesitará una verdadera redistribución de la riqueza. Por supuesto no se trata de más subsidios, se trata de generar trabajo para todes y con salarios superiores al monto de la canasta familiar. Si preguntan de dónde saldrá el dinero, la respuesta es simple, de las arcas de las grandes fortunas, de la banca que no para de ganar, ni siquiera en época de pandemia, y de medidas efectivas que eviten la fuga de divisas, entre otras que sería largo detallar en esta nota.

Por supuesto que la condición de posibilidad de que esto se concrete es la organización popular y la unidad en la lucha en las calles.

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