Producción energética y medio ambiente, dos temas que se conectan y se entrelazan de manera tal que se transforman en indivisibles. Cómo producimos energía, ese preciado bien que es demandado a nivel mundial, qué ocurre con los combustibles fósiles y las energías renovables en Argentina y a nivel global, la caída del precio del petróleo y el proyecto de Vaca Muerta, en un contexto influido además por el desarrollo de la pandemia y la cuarentena, son parte de las preocupaciones por entender esta crisis que estamos atravesando. Para contar con más información sobre estos temas entrevistamos a Gabriela Wyczykier, Investigadora y docente de la Universidad Nacional de General Sarmiento y del CONICET.

 

V: Se viene hablando mucho en los últimos años de la crisis energética en la Argentina ¿Cuál es la situación real sobre este tema?

G.W.:En principio es importante destacar que la matriz energética de nuestro país es altamente dependiente de los combustibles fósiles. Según datos del 2018, los últimos disponibles, del total de la energía consumida en el país, un 53,2% está representada por gas y un 31% por petróleo. En síntesis, más del 80% de nuestro consumo energético es hidrocarburífero. Cuando pensamos en la crisis energética en Argentina, quizás lo primero que debemos tener en cuenta es que desde las políticas neoliberales iniciadas en los años ´90, se observa un proceso la desregulación del sector, privatización y posteriormente una gran desinversión, tanto en la investigación y la exploración como en la producción. Esto continúa durante los 2000, al mismo tiempo que se da un aumento de consumo energético general, en gran parte por la recuperación del aparato productivo y el incremento del transporte.

En cuanto al consumo hogareño, debemos tener en cuenta que cuando usamos luz, por ejemplo, esa energía no proviene solo de centrales hidroeléctricas, sino también de centrales térmicas. O sea, los hidrocarburos sostienen la producción de todos los tipos de energía que consumismos, combustibles para transporte, producción, calefacción, luz eléctrica, etc.

Teniendo en cuenta todas estas problemáticas, la disminución de la producción y la exploración, con un aumento del consumo general en la sociedad argentina, se configura una situación que hizo entrar en crisis la matriz energética en el país. Una crisis que tuvo que ver también con un problema en la balanza de pago, es decir, nos vimos obligados a convertirnos en un país importador de energía para poder satisfacer la demanda. Lo que significó una importante salida de dólares del país, con su correlato en aportar al problema del déficit fiscal, más aun teniendo en cuenta que eso que comprábamos con dólares luego dentro del país se pagaba en pesos y en general con tarifas bastante estancadas. Esto generó una serie de desigualdades en cómo cada grupo social aportaba en términos de ingresos a sostener esta matriz.

Por otra parte, también debemos decir que los sectores hidrocarburiferos fueron sumamente subsidiados durante los gobiernos kirchneristas. Entonces, muchas empresas de extracción y producción de hidrocarburos pagaban, por ejemplo, los sueldos con subsidios estatales. La suma de problemas fue efectivamente crítica: un sector sumamente subsidiado que a la vez no producía en relación a la demanda, una política de subsanar esto importando energía, gastando dólares, lo que aportó en gran medida al déficit fiscal, y contribuyó en definitiva a la generación de una crisis energética muy compleja.

V: Se ha considerado a Vaca Muerta como la nueva joya nacional ¿cómo viene la situación allí en términos de producción energética?

G.W.:Hay puntos de contacto entre la cuestión de la crisis energética y el proyecto Vaca Muerta, ya que este último es visto por la clase política como una forma de subsanar dicha situación. Para ser más precisos, en 2011 se produce la primera extracción de shalle con el método del fracking en Neuquén, precisamente en Vaca Muerta, una formación geológica de 30 mil kilómetros cuadrados que atraviesa gran parte de las provincias de Neuquén, Río Negro, Mendoza y La Pampa. Vaca Muerta ocupa, en términos de reservas de combustibles no convencionales, el segundo y el cuarto lugar a nivel mundial de reservas de gas y petróleo de difícil acceso. Teniendo en cuenta estos datos, se ha generado una gran expectativa en que la explotación de combustibles no convencionales podría llevarnos al ansiado autoabastecimiento, e incluso generar sobreproducción para la exportación y el subsiguiente ingreso de dólares. Esta ilusión se da también en parte como reflejo de lo que venía ocurriendo en EEUU, una nación hegemónica que tampoco poseía autoabastecimiento de energía y que por esos años buscaba lograrlo, y en parte logró conseguirlo,  a partir de la explotación de este tipo de combustibles.

Esta ilusión, que impacta fuertemente en la clase política local, tiene su correlato en un progresivo desinterés, y por lo tanto una progresiva desinversión de parte de las empresas y el estado, en los pozos de petróleo y gas convencionales. El pacto implícito que se lleva a cabo dentro de la clase política nacional en apuntar a la inversión en Vaca Muerta tiene desde un comienzo dos objetivos destacado:  abastecer la matriz energética nacional, logrando el autoabastecimiento por un lado, y por otro lado, pensar en un esquema de negocios que aumente el volumen de producción destinado a la exportación. Con esta lógica, el gobierno de Cristina avaló y fomentó con cuantiosos subsidios la exploración y extracción de los hidrocarburos no convencionales, y lo mismo hizo Macri. Es decir, hubo un consenso en relación a la expectativa puesta en Vaca Muerta, o al menos así resultó hasta ahora. El gobierno de Macri, además, sumó el gran aumento de tarifas al consumo energético en el sector residencial y productivo, lo que terminó de generar una enorme transferencia de riquezas de los consumidores hacia las empresas. Aquí es necesario apuntar que el estado no solo invierte en Vaca Muerta a través del subsidio a las empresas, que es dinero de todos, sino que también lo hace a partir de la enorme infraestructura que el proyecto necesita para consolidarse y crecer, esto es: rutas, caminos, transporte, gasoductos, etc.

Es por todo esto, que hablar de Vaca Muerta como un «mega proyecto» tiene sentido, ya que no solo implica pozos para extraer hidrocarburos, sino que supone un encadenamiento complejo que incluye Pymes locales vinculadas al sector, empresas operadoras, empresas que traen la maquinarias, las ya mencionadas inversiones públicas. Lo que también nos obliga a mirar a este mega proyecto en su relación con los paraísos fiscales, porque hay toda una cuestión financiera que no es menor, de hecho el pacto Chevrón-YPF fue denunciado porque no se conocieron detalles de lo que se firmó con esta compañía multinacional.

Alberto Fernández ya ha manifestado en sus primeros meses de gobierno su preferencia por la viabilidad de Vaca Muerta, de hecho en su discurso inaugural de la sesiones del congreso dejó trascender que los hidrocarburos van a ser el motor del desarrollo en la Argentina, perspectiva que de momento se vio seriamente afectada por la pandemia, donde entramos en un paréntesis con respecto a las orientaciones que tomará el gobierno en este sentido.

V: En los últimos días el precio del petróleo ha sufrido un derrumbe histórico ¿cómo afecta esto a la Argentina?

G.W.: El derrumbe del precio del petróleo es desde ya un indicador más que relevante para replantearse la condición energíbora que tiene el capitalismo a nivel mundial. Los números indican que la producción de hidrocarburos está llegando a un límite. Aunque eso habría que revisarlo ante el fomento de los no convencionales, lo cierto es que el mundo consume mucha energía fósil, de hecho los datos mundiales indican que el consumo creció en la última década, y si bien las energías renovables van ganando algo de terreno, estas  todavía se encuentran muy relegadas en relación al consumo de fósiles.

Específicamente el derrumbe del precio del barril producto de la pandemia, en relación a nuestro país, es un nuevo llamado de atención sobre las expectativas públicas puestas en Vaca Muerta. Además de los cuestionamientos que el proyecto ha ganado por  parte de organismos de la sociedad civil y organizaciones ambientalistas, la extracción de hidrocarburos no convencionales ya de por sí suele ser discutida por algunos actores financieros debido a los costos de su implementación. Para explicarlo brevemente, cada pozo de fracking declina en su productividad entre un 60% y 90% hacia el primer año. Eso implica que hay que perforar mucho y continuamente para que el fracking pueda resultar rentable. Por otro lado, la producción y extracción a través de esta técnica requiere cuantiosos recursos monetarios, que no invierten necesariamente las empresas, sino que muchas veces provienen de las erogaciones públicas, a través de subsidios, o, como es en nuestro país, sosteniendo un precio de barril criollo que apunta a resguardar las ganancias de las empresas para que puedan seguir interesadas en el sector y mantenerlas protegidas de los vaivenes del precio internacional. En EEUU por ejemplo, muchas empresas que se orientaron al fracking más por especulación financiera que por la rentabilidad real que pudiera lograrse en la actividad, terminaron fundidas. En el caso de la Argentina, esto ocurre además en un contexto de fuerte déficit fiscal. Por ejemplo, parte del acuerdo que el FMI firmó con  el gobierno de Macri exigió que el estado gaste menos, y eso implicó  ajustar los subsidios, afectando  a Vaca Muerta. Todos estos elementos señalados junto a  los enormes gastos en infraestructura que demanda el proyecto, pone un gran signo de pregunta sobre Vaca Muerta y  su viabilidad económica. Para verlo con mayor precisión, Argentina se maneja con el precio del petróleo que marca el indicador Brent, este ha disminuido en la últimas semanas a unos 17 dólares por barril, y algunos de los números que se difunden estiman que la viabilidad de la producción, tanto de hidrocarburos convencionales como de no convencionales, requiere que el barril debería tener un precio de, como mínimo, unos 40 dólares. En consecuencia,  el derrumbe histórico del precio del petróleo enciende  una alarma aún  más potente respecto de  una problemática sobre la cual ya se venían anunciando  advertencias de distinto tipo. El consenso de la política argentina sobre Vaca Muerta aún no ha sido modificado, pero debería ser puesto en cuestión en el corto, mediano y el largo plazo.

Por último, a las dificultades de índole económica, financiera, de rentabilidad, se suman los grandes problemas ecológicos que muchas organizaciones ambientalistas y sociales han venido denunciando, a lo que habría que agregar el conflicto con los pueblos originarios de la zona: las comunidades mapuches. Estas comunidades se han visto avasalladas en sus derechos territoriales y culturales  con el avance del fracking. No podemos dejar de destacar, entre las alarmas que enciende Vaca Muerta, el problema global del cambio climático. La extracción de no convencionales libera una enorme cantidad de gases a la atmósfera, habida cuenta de que la producción masiva de combustibles fósiles es uno de los principales responsables del calentamiento global. Por lo tanto, seguir apuntando al desarrollo de Vaca Muerta resulta delicado y complejo.

V: ¿Qué expectativas reales existen en el futuro inmediato sobre posibles modificaciones de matriz energética en el mundo, principalmente en términos de ir sustituyendo los combustibles fósiles por energías renovables?

G.W.: Estamos atravesando una situación de transición socioecológica en general y energética en particular. Tanto el estado Argentino como otros países del mundo ya están generando políticas para experimentar esta transición.  Los combustibles fósiles se van a acabar, al tiempo que el cambio climático, de no lentificarse y limitarse, contribuirá a una crisis civilizatoria y planetaria irreversibles. Por lo tanto, las matrices energéticas irán hacia un proceso de transformación, el problema es atender cómo se producirá  dicho proceso. Por ahora el consumo de energía renovable en el mundo es bajo, por eso, las matrices no se están modificando a la velocidad esperable y deseable. Hay experiencias que se van desplegando aunque en forma aun desigual. Entre las fuentes de energías renovables hay discusiones aun sin saldar, pero ejemplo, en relación a cuales son energías limpias y cuáles no, que grado de contaminación o afectación ecológica y territorial tienen las mismas. Sin ir más lejos, a  la energía nuclear se la considera  una energía limpia, cuando en realidad no lo es, ya que los residuos nucleares no se deshacen. Y desde ya, cualquier accidente o fuga puede contaminar muchos kilómetros y por largos períodos. La transición hacia las energías renovables es algo sobre lo que se debe trabajar, y en múltiples aspectos: quién las genera, cómo se democratiza su producción y su consumo. La posición política en torno a este debate que yo comparto es la de reconocer en primer lugar el acceso a la energía como un derecho social, un derecho humano y es por eso también que necesariamente los diferentes actores sociales deben ser parte del debate sobre qué tipo de energía se produce en los territorios. Porque  de un modo u otro, incluso las energías renovables, producen algún tipo de impacto ambiental. La energía eólica tiene consecuencias  en el lugar donde se colocan los molinos de viento, las grandes represas para la producción de energía hidroeléctrica afecta  la biodiversidad, la energía solar puede producirse mejor en determinados lugares que en otros. En el presente, además, el almacenamiento de las energías renovables es un problema, ya que de momento no existe la tecnología necesaria para contar con ellas del mismo modo que en el caso de las fuentes fósiles. Las baterías de litio abren una expectativa tecnológica para dicho almacenamiento, pero el problema es que la producción  de este recurso  también tiene sus aristas problemáticas, ya que  su extracción puede afectar notablemente a las comunidades cercanas.

En síntesis, nos encontramos ya atravesando un proceso de  transición hacia las energías renovables pero de  momento, seguimos habitando una  sociedad de consumos y mentalidades fósiles. Dentro de este escenario, considero que la  crisis pandémica abre una oportunidad para que esta transformación se produzca de un modo más acelerado. Pero la pregunta es, por un lado, si estas energías renovables se van a producir con la misma lógica de mercantilización que observamos en la producción de fósiles y,  por otra parte, debemos tener en cuenta que las renovables, con las diversas y múltiples fuentes que las constituyen, pueden tener algún tipo de impacto ecológico que debemos atender. Por último, creo que hace falta un gran compromiso de los estados nacionales para aportar significativos recursos económicos  tendientes a  esta transformación en términos de investigación, de innovación tecnológica, de inversión, y alentando  una discusión democrática al respecto.

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