El surgimiento y expansión del virus COVID-19, coronavirus, dejó a la vista la fragilidad de un sistema basado en la explotación de las personas y los bienes comunes naturales. La rápida expansión del virus ha develado la precariedad de los sistemas de salud, investigación y cuidado público, así como la profunda precarización laboral y de la vida en la que están inmersas grandes porciones de la clase trabajadora.

Queda claro que esta crisis no terminará cuando la curva de contagio del virus descienda, sino que, por el contrario, con el paso del tiempo se irá agudizando. La caída en el sector financiero, con la pérdida de valor de las bolsas y la inestabilidad en los mercados a nivel global, tendrá sin duda un impacto en economías dependientes como la nuestra. Ya en este punto, la ajustada “caja” nacional se ve aún más tensionada por los vencimientos de deuda que se avecinan y por los gastos extraordinarios que se debieron implementar luego de la declaración de la cuarentena como sostén para que no se derrumbe la economía y brindar refuerzos en el sistema de salud frente a la situación crítica que se avecina.

Las consecuencias que se vislumbran son una fuerte recesión económica y gran conflictividad social que impactarán sobre la clase trabajadora, generando aumentos de desempleo y empeoramiento de las condiciones materiales de existencia. Es clave que desde los feminismos organizados realicemos un análisis de esta situación para generar respuestas que contribuyan a atravesar y generar líneas de acción, porque como diría Susy Shock “no queremos ser más esta humanidad”.

Crisis económica, crisis de nuestras vidas

En esta crisis, como en tantas otras, somos las mujeres, lesbianas, trans, travestis, bisexuales y no binaries de la clase laburante quienes cargamos sobre nuestras cuerpas los mayores golpes y vulneraciones de derechos. Somos quienes históricamente, o al menos desde la historia del patriarcado, ocupamos la mayor parte de las tareas de cuidado y domésticas tanto remuneradas como no pagas, así como los trabajos que se corresponden con cierta extensión de esos roles de “cuidadoras”: enfermería, docencia, cuidado de niñes y adultes mayores. Trabajos que suelen ser los peores pagos o totalmente desregularizados.

Según la encuesta sobre Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo (EAHU-INDEC, 2013) el 76% de los trabajos domésticos no remunerados son realizados por mujeres y solo el 57,9 % de los varones se implican en estas tareas. Esta situación se profundiza en el marco de la cuarentena, ya que la suspensión de clases y la atención de salud resguardada solo a emergencias intensifican y recargan a quienes históricamente se ocupan del cuidado de niñes, adultes mayores y personas enfermas. Sumado a ello, las licencias para estos cuidados suelen recaer sobre las madres. Los niveles de precarización y vulneración de derechos en cuanto a las tareas de cuidado remuneradas se manifiestan aún más fuerte en las mujeres y disidencias migrantes y racializadas que muchas veces realizan su labor de forma no registrada, sin licencias ni derechos dando cuenta de la lógica xenófoba que adopta el patriarcado en estas situaciones.

De acuerdo con un informe del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), la desocupación en mujeres de entre 14 y 29 años supera el 25%. Este porcentaje es mucho mayor entre la población trans y travesti y se multiplica en un marco social de transodio y con una Ley de Cupo Laboral Trans que no se implementa. La precariedad de la vida de miles de mujeres y disidencias jóvenes que encuentran como salida laboral las changas, las plataformas virtuales (Rappi, Glovo, etc), el cuidado, el trabajo doméstico de cuidado a las infancias se complejiza en este momento donde el impedimento de circular limita la llegada a los puestos de laburo y la disponibilidad de dinero para costear estos trabajos por parte de quienes les contratan.

Si la crisis se profundiza, queda en evidencia que les primeres en quedarnos sin laburo seríamos nosotres por estar expuestas a estas condiciones de extrema precariedad. En ese contexto, sabemos también que seremos les primeres en ponernos al frente de remontar la crisis en las casas y en las calles siguiendo los ejemplos de las mujeres en los movimientos sociales en nuestro país y la gran participación de las mujeres y disidencias en todas las luchas que se vienen dando en Bolivia, Chile, Ecuador y Colombia y toda nuestra Abya Yala.

Agudización de las violencias machistas en momentos de aislamiento

Numerosos estudios han demostrado cómo las situaciones de crisis económica generan una agudización en las situaciones de violencia. Cuando los varones pierden sus puestos de trabajo y su rol hegemónico de proveedores, esto genera una desestructuración en ellos y puede desembocar en más expresiones de violencia. Frente al ideario de los hogares “armoniosos” existen realidades de situaciones de violencia machista e intrafamiliar, sumado a condiciones de viviendas precarias, con dificultades en el acceso a servicios básicos, hacinamiento que repercute en la salud física pero también psíquica de las personas. El aislamiento forzado en convivencia con varones violentos y abusadores coloca a las mujeres, disidencias e infancias y adolescencias en una situación de peligro constante.

Como si esta situación fuera poco, las políticas públicas destinadas a combatir las violencias machistas se encuentran entre las acciones con menor presupuesto y mayor precariedad. Tal es el caso de les trabajadores de la línea 144 del Ministerio de mujeres, género y diversidad de la Nación, que denuncian condiciones de precariedad laboral, salarios por debajo de la línea de la pobreza e inestabilidad laboral. Sumado a ello pésimas condiciones edilicias que no cumplen con las mínimas condiciones sanitarias.

Al 8 de marzo desde distintos observatorios se contabilizaban entre 68 y 70 femicidios en lo que va del año. El 59% de los femicidios ocurrieron en la vivienda de las víctimas, mientras un 49% tuvieron como victimarios a sus parejas, según cifras que recopila el Observatorio “Ahora que sí nos ven”. El foco exclusivo de los medios de comunicación sobre la situación de la pandemia no permitirá visibilizar los femicidios que han ocurrido y ocurran estos días lo cual nos coloca de nuevo en una situación de invisibilización de las violencias que nos atraviesan.

El acceso a la salud sexual y reproductiva también tendrá un impacto en los cuerpos de las mujeres, el postergado derecho de acceso al aborto legal, seguro y gratuito pasará factura sobre las mujeres y personas gestantes. Es de vital importancia reconocer que el acceso a métodos anticonceptivos, el acceso al aborto, así como también el cuidado de quienes transiten por momentos de embarazo, parto y puerperio debe ser tratado como una urgencia que requiere asistencia y atención impostergable.

Adolescentes, mujeres, trans y travestis en situación de explotación sexual también atravesarán situaciones de agudización de las violencias, sumada ahora a la represión por parte de las fuerzas de seguridad en las calles.

Políticas públicas de los últimos días: ¿Y nosotres donde aparecemos?

En los últimos días se fueron anunciando medidas que intentan alivianar la situación de crisis económica que la pandemia profundiza. Se otorgará, por ejemplo, un pago extra de la Asignación Universal por Hijo (AUH) y Asignación Universal por Embarazo (AUE) por $ 3.100. Si bien se incorporará a personas trans, travestis y no binaries en esta asistencia, no hay una política sistemática clara de incorporación a este programa ni al trabajo registrado. Tampoco se vieron reflejados en los discursos y medidas de los distintos funcionarios y gobernadores, políticas específicas de apoyo y/o protección que atiendan al sector que realiza tareas de cuidado y tareas domésticas, dejando incluso en manos de los patrones la decisión sobre licencias y pagos en el caso de les trabajadores domestiques remunerades.

Estas medidas sólo constituyen paliativos que ayudan a pasar el primer momento, pero ante el horizonte de recrudecimiento y gran dificultad que se vislumbra es necesario políticas concretas y a largo plazo para cubrir nuestras necesidades reales y el acceso a una canasta básica para sectores de la clase trabajadora precarizada. A su vez, es fundamental destinar mayor presupuesto, insumos y refuerzo a la línea 144, pase a planta permanente para les trabajadores de este sector, fortalecimiento de refugios y apoyo económico a mujeres y disidencias en situaciones de violencia, como medidas concretas para el resguardo de la salud física e integral de quienes sufrimos violencia machista.

La salida es colectiva

Desde Venceremos – Partido de Trabajadores creemos que la salida de esta crisis no será, bajo ningún punto de vista, individual. Por el contrario, apostamos a la construcción de la organización feminista en todos los sectores, que ponga en marcha todos los mecanismos de resistencia y lucha política que las mujeres, lesbianas, trans, travestis y no binaries llevamos en nuestras cuerpas. Resulta urgente pensar una economía basada en la sostenibilidad de la vida y no desde la voracidad y de la vorágine financiera, que permita sembrar un horizonte de lucha en donde se cuiden y fortalezcan a quienes sostenemos el día a día en este mundo. Ante una pandemia que busca instalar y reforzar los valores patriarcales de individualidad, xenofobia, control social y “sálvese quien pueda”, vemos fundamental retrucar con nuestro feminismo revolucionario y pensar la salida de forma colectiva, basada en el cuidado de los cuerpos y el ambiente.

¡¡Libres, vivas y desendeudas nos queremos!!

¡¡Eso que llaman amor es trabajo no pago!!

 

 

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