Ceremonia de asuncion y traspaso de mando presidencial, en el Congreso de la Nacion, el 10 de Diciembre de 2019 en Buenos Aires, Argentina. Foto: Charly Diaz Azcue / Comunicación Senado

Terminan 4 años de presidencia de Mauricio Macri. Un gobierno que incrementó los índices de desocupación, pobreza e indigencia a niveles espeluznantes. En el plano económico, el país se encuentra en un default no declarado, a partir del endeudamiento que condiciona fuertemente hacia adelante las perspectivas en un contexto económico internacional recesivo. El peronismo vuelve a ocupar la casa Rosada, teniendo en sus espaldas la expectativa de una gran parte de la población, que espera mejore rápidamente sus condiciones de vida. Desde la izquierda tendremos el desafío de mantener la independencia política frente a un gobierno que aplicará medidas económicas y políticas que significarán un alivio momentáneo y generarán mayores niveles de apoyo popular. Será nuestra tarea aportar a sostener y profundizar los niveles de organización popular que mantengan el horizonte de la sociedad que necesitamos: feminista y socialista.

Un recambio gubernamental calmo para la situación tremendamente crítica que se vive. El acuerdo de razonabilidad y tranquilidad demostrado por la dirigencia política de los partidos patronales, es visto por la burguesía en general como pauta de gobernabilidad necesaria y demostración clara de su hegemonía política. El abrazo de despedida entre Alberto Fernández y Mauricio Macri muestra de manera transparente que es mejor garantizar el traspaso presidencial en orden, mostrando una “madurez” política como garantía institucional, como claro contraste frente a las rebeliones populares que conmocionaron el mapa latinoamericano.

En esta transición, Mauricio Macri dejó el gobierno siendo el primer presidente en no ser reelegido para un segundo período, y el primero no peronista, que desde 1983 logra terminar su mandato. Hecho relevante en términos históricos, y llevándose además, el rótulo de haber sido el primer gobierno expresamente perteneciente a la clase empresaria Argentina que accede al control del Estado sin el recurso de las fuerzas armadas. En lo que se dio en conocer como el gobierno de los CEOs, o un gobierno de ricos para ricos, Macri intentó llevar adelante una serie de reformas estructurales que se mantienen pendientes como exigencia del capital. Las dificultades económicas que no logró superar (no logró convencer ni a los suyos de venir a invertir en la Argentina) y que fueron empeorando su camino, sumado a la resistencia popular que se hizo sentir en numerosos momentos de estos 4 años, sobretodo en diciembre de 2017, llevaron a término la experiencia de los globos amarillos. Queda por ver cómo se recompone en la oposición la Alianza Cambiemos, que será el primer bloque opositor en el Congreso. La figura de Horacio Rodríguez Larreta se encarama como un recambio posible, dado que fue el único que logró mantener el ejecutivo, en un distrito clave como la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, lugar que dio nacimiento al PRO.

Los números sociales y económicos que deja el final del gobierno de Cambiemos dan la pauta de un país con una profunda crisis económica y social. Una economía que arrastra varios años de caída en la producción, un 40% de la capacidad instalada ociosa, 150.000 despidos en el sector privado, miles de fábricas cerradas, inflación que ronda un acumulado de 300 % en 4 años, y una deuda que llega al 85% del PBI generada a partir de la vuelta al FMI. Los niveles de pobreza e indigencia incrementados sobre la base de una pobreza estructural arrastrada de hace décadas, a lo que se suma más de un tercio de la clase trabajadora bajo condiciones de precarización laboral. Rasgo que se mantiene desde los gobiernos kirchneristas.

En su primer discurso como presidente en funciones, Alberto Fernández dio una serie de coordenadas de cómo piensa encarar su gestión. Siguiendo la misma lógica de la “pesada herencia”, enumeró la economía destrozada y el preocupante panorama social. Este diagnóstico inicial, le va a servir para solicitar tiempo y exigir que nadie reclame más de lo debido, comprometiendo a los diferentes sectores en su promocionado “pacto social”. Efectivamente, este instrumento condicionará la lucha social los primeros tiempos. Sobre esta base exigirá el aporte de “todxs” para resolver la emergencia del país, como si “todxs” hubiésemos sufrido de la misma manera las consecuencias de las políticas macristas. En su alocución en el Congreso, tampoco hizo mención alguna a los sectores que se beneficiaron con la especulación financiera, las devaluaciones, o la eliminación de las retenciones, como sucedió por ejemplo con la burguesía agraria o las mineras. El gobierno de los ricos, sí tuvo ganadores, pero parece que no se quiere hablar de ello. Por otro lado, en el recinto de la cámara de diputades, se encontraba presente un variopinto arco de referentes políticos. Hecho que da cuenta de la intención de efectivamente tratar de contener a todxs para dar sustentabilidad política a un gobierno que tiene un complejo panorama. Allí se encontraban gobernadores peronistas de cuestionable progresismo como Mariano Arcioni, que mantuvo durante semanas a la docencia de la provincia de Chubut en vilo sin pagar los salarios y reprimiendo y persiguiendo a quienes luchaban por sobrevivir. El eterno Gildo Insfrán que ya va por el 7mo mandato en una de las provincias más pobres del país como es Formosa. El antiderechos Juan Manzur, gobernador de Tucumán que fue capaz de torturar a una nena de 11 años para obligarla a que sea madre. Y entre los que deberían ser más repudiados estaban los ex presidentes Carlos Menem y Eduardo Duhalde. Este último, a quien Alberto Fernández reconoció como “el bombero” por el rol que desempeñó para cerrar la crisis de 2001. Dato de color es la no invitación a la asunción a Venezuela ni a representantes del gobierno de facto de Bolivia. Buscando cubrirse a derecha e izquierda de figuras que el presidente considera comprometedoras.

Con la lógica de ganar mayor apoyo social, Alberto Fernández lanzó numerosas promesas de políticas públicas que incluyen varias con perspectiva feminista. Su discurso llamó a hacer de la consigna “ni una menos” una bandera de todxs. En el acto no se pronunció respecto de la legalización del aborto, lo que no puede ser tomado como un olvido casual. No obstante, en menos de 48 hs el nuevo ministró de Salud aprobó la resolución que actualiza la guía de atención integral para las personas con derecho a la interrupción legal del embarazo -la misma que Macri había vetado unos días antes. Es claro que el nuevo gobierno ha tomado nota del inmenso crecimiento del movimiento de mujeres y disidencias, y su constitución en sujeto político que interviene activamente en la agenda. La estrategia diseñada frente a este combativo movimiento parece buscar reeditar la que se dio en su momento frente a los organismos de Derechos Humanos: dar curso a una serie de medidas, por demás importantes y necesarias, que obedecen parcialmente a los objetivos de lucha del movimiento y ganar a cambio la integración del mismo, abandonando su lugar de lucha en las calles. Es en estas políticas concretas cuando la necesidad de independencia se reactualiza: habrá que aprovechar todo lo conquistado, sin ceder en nuestros reclamos y no olvidando nunca que frente a la violencia machista, el Estado es el primer responsable.

La negociación con el FMI será el punto clave de todo el esquema que descomprima recursos para el Estado. Logrando evitar pagar los vencimientos de al menos los próximos dos años, el nuevo gobierno contará con cierto aire para intentar hacer arrancar la economía. Para esa tarea convocó a una figura de nula trayectoria en la función pública como Martín Guzmán. Habiendo estudiado problemas de política financiera bajo la tutela de Joseph Stiglitz, tiene la oportunidad de poner en práctica cómo se renegocia la deuda. Habrá que ver cuáles serán las condiciones que busque imponer el FMI, que tampoco exigirá demasiado a la Argentina en una coyuntura donde está fuertemente cuestionado a nivel continental.

El resto del gabinete del nuevo gobierno ofrece un espectro amplio de los equilibrios que debe manejar Alberto Fernández. Buscando contener a todxs, lxs 21 ministrxs incluyen desde lxs albertistas, a lxs kirchneristas, desde lxs massistas, hasta representantes de los gobernadores e intendentes. La perspectiva de construir un gabinete mixto, que incluye a figuras jóvenes como Santiago Cafiero, Elizabeth Gómez Alcorta, hasta numerosos ex ministros kirchneristas como Gines Gonzáles García y Agustín Rossi. Es la propia apuesta del presidente, de constituirse en el verdadero conductor del próximo gobierno, subordinando a todos los sectores para garantizar la unidad del peronismo, única manera de tener la fuerza que garantiza el orden político.

El pacto social será entonces, uno de los primeros escollos a enfrentar desde los sectores combativos y antiburocráticos. El compromiso asumido por parte de la CGT con el nuevo gobierno ofrece la postergación de las paritarias hasta mediados del próximo año. Olvidándose claramente de la pérdida del salario que sufrimos lxs trabajadorxs durante estos años. La perspectiva que se plantea desde esta idea donde trabajadorxs y empresarios pongan el mismo esfuerzo para sacar el país adelante. Fundamentada en la conciliación de clases como concepción política, promueve que quienes nunca pasaron hambre ni penurias, puedan ser tenidos en cuenta en una supuesta igualdad de condiciones, frente a quienes hemos pagado la fiesta ajena.

A su vez, en su propio terreno, Axel Kicillof asumió la gobernación de la provincia de Buenos Aires. La provincia más poblada del país, es a su vez la más comprometida económicamente. Territorio dominado históricamente por los barones del conurbano, hoy tiene una nueva camada dirigencial peronista, y a su vez, en la mayor parte del interior de la provincia predominan los intendentes de Cambiemos. Buenos Aires es también donde se concentra la mayor emergencia social en los principales municipios del conurbano. Un polvorín que requerirá de una política de atención social rápida para evitar que en un mediano plazo se generen mayores conflictos sociales. ¿Será esa razón que lo llevó a convocar al represor Sergio Berni al Ministerio de Seguridad de la Provincia? Pesa sobre sus hombros además, ser hoy la principal referencia política de continuidad kirchnerista reconocida por CFK.

El principal problema al que se enfrentan las pretensiones del gobierno albertista, es una economía mundial que se mantiene en recesión, con la presión a su vez, de tener que pilotear en una tormenta que le exige dar respuesta a los sectores populares. En los primeros meses abundarán los gestos que busquen marcar un perfil político. Pero será necesario mucho más que quitar las rejas de la Plaza de Mayo que puso el macrismo. La necesidad de conseguir los dólares para pagar los compromisos de deuda que Alberto Fernández no pretende cuestionar, lo llevan obligadamente a profundizar el modelo extractivista, teniendo a Vaca Muerta como su principal exponente, y la búsqueda de acuerdos con las entidades agrarias que no querrán ceder parte de sus ganancias.

La tarea desde el campo popular será seguir levantando en alto que “la deuda es con los pueblos, no con el FMI”. Exigiendo el no pago, y promoviendo que la deuda la paguen los que se la fugaron. La lucha de clases se mantiene siempre latente en la sociedad capitalista. Las formas en las que se expresa y los niveles de radicalidad son diferentes de acuerdo al período en el que se desarrolle. Pero sabemos que frente a un sistema basado en la explotación y la ganancia de una clase social, no alcanzan las políticas públicas para recomponer la desigualdad social. Será el compromiso revolucionario, el que nos permita acumular fuerzas en períodos de aparente calma, y construir las bases para que frente al nuevo escenario de lucha podamos ganar posiciones. La coyuntura latinoamericana nos muestra que incluso frente a gobiernos que parecen tener todo bajo control, el conflicto emerge de manera inesperada y en formas virulentas. Será una necesidad buscar la unidad de la izquierda para actuar juntxs en la calle, y darle una perspectiva diferente a la salida que propone el peronismo a la crisis. Será necesario hacer un balance del rol del FIT en estos años, para buscar la superación y poner en pie una referencia de izquierda, con un proyecto estratégico integral, que se proponga disputar la conciencia y ganar la adhesión de la clase trabajadora. Nuestras tareas deben estar puestas en este período en la acumulación de fuerzas, en encontrar las numerosas grietas, las contradicciones que se vayan planteando para inclinar la balanza a favor de nuestros intereses como clase trabajadora, verdadera creadora de riqueza. Sentar las bases de la organización popular, clasista, que asuma de manera consciente que la resolución de todos nuestros problemas y satisfacción de nuestros intereses más genuinos sólo pueden encontrarse en una sociedad sin opresión ni explotación.

 

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