Entrevistamos a Ernesto Bohoslavsky, docente de Historia Latinoamericana en la Universidad Nacional de General Sarmiento. Hace varios años se dedica al estudio de las derechas en Chile, Argentina y Brasil

 ¿A partir de cuándo se comienza a hablar de «nuevas derechas» en América Latina y qué particularidades tendrían de nuevas?

La idea de nuevas derechas es una idea vieja. Han existido varias derechas a lo largo del tiempo, ya a fines del siglo XIX hay una derecha antiliberal. En la década de los años 60 surgen lo que se dan a llamar nuevas derechas y desde hace unos años se utiliza también el término para América Latina. Yo no estoy tan convencido de que exista un actor llamado nuevas derechas, lo que sí podríamos acordar es que hay una serie de prácticas novedosas en varios actores de derecha. Entre esas cuestiones y aspectos novedosos se encuentra el absoluto predominio que tiene el ideario neoliberal en materia económica desplazando a las presencias que antaño tenían perspectivas más desarrollistas o estado-céntricas de cuño nacionalista. El otro punto que valdría la pena señalar de esas nuevas derechas es que perfilan un enemigo que esencialmente viene muy asociado al bolivarianismo y los gobiernos de la marea rosa, define un enemigo que es contemporáneo, que no está aferrado a la idea más anticomunista, salvo en el caso de Bolsonaro. 

Por último, señalaré que esas nuevas derechas no alientan la constitución de gobiernos militares aunque llegado el caso pueden incentivar o alentar golpes de estados tradicionales o a través de procesamiento parlamentario u otros mecanismos como los que podemos encontrar en Bolivia en la actualidad.

 

¿Se puede encontrar alguna relación entre el avance de la derecha y los gobiernos denominados del «ciclo progresista»? ¿Tendría vinculación con los límites o debilidades de esos propios gobiernos?

Me parece que hay dos maneras de entender los triunfos de las derechas. Una de esas perspectivas es la que postula que las nuevas derechas o los nuevos gobiernos de derecha pensando en Piñera, Macri, Bolsonaro, De La Calle, estarían expresando un antagonismo ideológico y de política pública respecto de los gobiernos del ciclo progresista. En esa perspectiva entonces serían un juego de suma 0, esto es lo que unos proponen es exactamente lo que otros nunca harían. Esta definición les sirve a ambos contendientes en términos de su imaginario, de su auto representación y para definirse como excluyentes unos a otros.

La segunda perspectiva con la que yo tiendo a coincidir es aquella que postula que los triunfos de las derechas tienen que ser entendidos como resultado de algunas de las políticas públicas, de algunos de los despliegues identitarios de los gobiernos de la marea rosa. En ese sentido uno podría pensar que las derechas son el resultado de sus límites, esa es una lectura por izquierda. Pero en otro sentido más sociológico si se quiere, menos ideologizado, diría yo que los procesos sociales de mejora de la distribución del ingreso y de las oportunidades generan una serie de tensiones sociales, la ampliación de la cobertura de la política social genera una serie de incomodidades sociales que se expresan en muchos sectores como el anhelo de dar por terminados esos experimentos y la voluntad de restauración. Pensado así uno podría decir que las nuevas derechas son el resultado de que los nuevos gobiernos han dado en la tecla y no que se han quedado cortos. 

 

¿Qué relación tienen con el gobierno de los EEUU? ¿Qué papel juegan los sectores evangélicos?

Es claro que el gobierno de Trump prefiere aquellos gobiernos que manifiesten mayor deseo de negociar tratados de libre comercio y que lo ayuden en su cruzada contra Venezuela. En ese sentido uno entiende su simpatía por los triunfos de Piñera, de Bolsonaro y de Macri. De allí que esa preferencia de Estados Unidos explique los triunfos para mi hay una distancia que yo no me atrevo a recorrer. Me parece que no hay información suficiente para comprobar eso. Yo siempre tiendo a achacarle mayor peso a los factores internos por sobre la posible incidencia de los factores externos en este tipo de cuestiones.

En ese sentido quizás vale más la pena prestarle atención a cómo empiezan a jugar políticamente algunos pastores evangélicos que tienen larga presencia en la política brasileña por ejemplo, y también muy fuerte en américa central, en Perú, en Bolivia. Esos sectores en general tienen una agenda conservadora, por lo menos los pastores, no sé hasta qué punto esto es compartido por los fieles, pero empiezan a hacer valer esa agenda en términos de su presencia pública, de su peso electoral, y este es un dato que va a estar presente en los próximos años de una manera más decisiva

 

A partir de los últimos sucesos donde emergen profundas movilizaciones en América Latina ¿Qué perspectivas vez para el escenario político continental?

En el futuro inmediato es muy difícil de saber. Yo creo que está todo muy movedizo, muy dinámico, magmático, por así decir, en todo caso lo que es evidente es que hay un ciclo de movilización política, de inestabilidad política, que me parece difícil que consiga revertirse con facilidad. En ese sentido me parece que los gobiernos emergentes van a estar permanentemente vigilados, jaqueados, por esa capacidad de movilización popular que se ha hecho evidente en los últimos años. Resta en ese esquema por saber qué va a ocurrir con Venezuela, sobre eso en particular se abren numerosas hipótesis, cálculos, escenarios previstos, pero hasta tanto eso no se resuelva debe ser difícil que toda la américa del sur termine formando un bloque unificado hacia la derecha.

 

¿Cómo ves la situación particular de Bolivia donde la fórmula de golpe de Estado más clásica vuelve a ser una herramienta de la derecha?

 Creo que estamos frente a una forma de golpe de Estado que no es tradicional, me parece que este es el punto interesante, porque es una fórmula que incluye movilización en las calles tanto de detractores como de personas que apoyan la movida, de hecho, la movilización precedió al golpe, que es un episodio parecido al del 64 en Brasil, con mucha movilización antes del golpe. Lo que me parece que hay ahora es un escenario de muchísima confrontación y potencialmente una deriva de mayor espiral de violencia si es que los políticos no consiguen consensuar una salida electoral sea con Morales adentro o con Morales afuera, pero la situación creo yo tiene muchos riesgos de tornarse incontrolable y derivar hacia formas de guerra civil o de guerra social, racial, si es que no se consigue encuadrar dentro de una salida institucional lo más rápido posible

 

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