El Encuentro en La Plata es disidente

Un hilo multicolor hilvana nuestras historias de resistencias. Colores diversos que abrazan las indígenas, las negras, la racializadas y con ellas las tortas, las chongas, las travas, las trans… Las que batallan contra un mundo gris para inundarlo de sus coloridas fiestas y placeres, mucho más cercanas a la diversidad de la pacha que a la aburrida normatividad que oprime nuestras existencias.

Al igual que todos los años, la Comisión Organizadora (CO) del Encuentro que funciona en La Plata se tensa por debates que no pueden resultarnos indiferentes si realmente nos mueve el deseo de una vida digna para todes. En nuestras conciencias hay que barrer no sólo con el amor romántico sino con el romanticismo de la historia. Ningún derecho se ha conquistado sin lucha. Y lamentablemente en el propio campo popular siempre hubo que dar batalla. Ya lo señalamos en la nota “Encuentros de mujeres y aborto: historias de lucha” al recorrer los numerosos combates que hubo que dar al interior de la CO para conquistar nuestro taller “Estrategias para la legalización del aborto”. Pues bien, la historia de las travas y trans en el Encuentro no ha sido muy distinta. Pero nosotres podemos cambiar la historia.

Los lugares que se ganan poniendo el cuerpo y el corazón

Los Encuentros Nacionales de Mujeres (ENM) se elevan en la historia de nuestras luchas como un hito anual de organización que se multiplica. Pero su transcurrir se asemeja menos a un arroyo calmo que tranquilamente avanza, que a la marea brava que se revuelve, baja y se eleva en una cresta arrasadora. El primer Encuentro tuvo lugar en 1986, pero no fue hasta mediados de los ’90 que las travas empezaron a conquistar lugares. La cuerpa visible de esta lucha tiene nombre y apellido: Lohana Berkins. Ella fue quien emprendió esta batalla sin tregua: las travas somos parte del movimiento feminista.

De la pelea por poder ingresar al Encuentro, se pasó a buscar dar forma a un taller que reflexionara sobre las problemáticas propias. En el XXV ENM, que tuvo lugar en Paraná en el año 2010, se realizó el primer taller de las travas que se hizo de hecho. Es decir, fuera de la agenda oficial reconocida por la CO. Recién tres años después, en San Juan, por primera vez aparece en la nómina de talleres “Mujeres trans”. Mientras que en Rosario, 2016, pasó a denominarse “Personas transgénero, travestis y transexuales”. Lohana Berkins festejaba “Fue emocionante que después de tanta lucha que dimos muchas compañeras podamos reunirnos en un taller con más de 70 personas”. Pero no sólo hubo que dar pelea para el reconocimiento de los talleres, sino también por el de las movilizaciones. Hubo que batallar hasta el XXXII ENM, en 2017 en Resistencia, para que la marcha “Orgullosamente Torta” apareciera en la grilla oficial. Y un año más, para que en Trelew, por primera vez en la historia de los Encuentros, la marcha contra los travesticidios y transfemicidios formara parte de la agenda oficial. Fue la primera vez que una marcha contra la violencia hacia travestis y trans contó con una convocatoria tan masiva.

Como decíamos que esta historia es marea, nada hasta aquí fue fácil. Durante años los sectores hegemónicos dentro de la CO -principalmente el PCR- se opusieron a la participación de las travas en el Encuentro. No faltaron escenas que realmente indignan, como que una trava fuera a un taller y alguna denunciara “hay un hombre entre nosotras”. En 2011 (Bariloche), la CO se expresó en contra de la participación de travestis y trans en el Encuentro. Pero esa vez encontró una contundente respuesta en la declaración de las Feministas inconvenientes que denunciaba: “La comisión organizadora no tiene legitimidad para decidir excluir a las compañeras, cuando desde hace varios años ya compartimos el espacio de los Encuentros, nos conocemos, crecemos y debatimos juntas acerca de muchas temáticas. ¿Por qué podría la Comisión Organizadora arrogarse la decisión de impedir que sigamos haciéndolo? Sabemos que el Encuentro Nacional de Mujeres lo construimos las miles de compañeras que asistimos, más allá de la Comisión Organizadora que -y lo sabemos porque también algunas de nosotras formamos parte de CO en distintos años- tiene la difícil tarea de garantizar las condiciones que lo permiten. Ninguna Comisión puede negarnos la posibilidad de seguir con este camino que ya emprendimos juntas.”

Pero la cuestión se reeditó en 2017, cuando en el plenario de la CO para el Encuentro en Chaco se refirieron a Jackeline Romero (vicepresidenta de Convocatoria Federal Trans y Travesti de Argentina) como un varón. Ante el llamado de atención de Jackeline le respondieron “Un documento no te hace mujer” en un claro acto de discriminación y transodio que fue respondido con una declaración de la CFTTA  en la que exigieron disculpas públicas y la incorporación de las travas y las trans en la CO.

Una cuestión de género y clase

Que se hagan a la idea de que no vamos a ceder un centímetro de nuestro derecho al deseo y a ser. Pero también vamos a denunciar el abismo de clase que nos separa de quienes promueven la industria del turismo gay-friendly. Las travas y las trans son el sector más oprimido de esta colectiva que supieron llamar “minoría sexual”, para luego reconocernos como “diversidad” y que hoy nos nombramos “disidentes” porque enfrentamos activamente su normatividad heterosexual.

No es ninguna novedad que la amplia mayoría de las travas son expulsadas de la educación en cuanto reconocen su identidad. Casi el 90% no llegó a completar su escuela secundaria por este motivo. Lo que inmediatamente trae aparejado la expulsión del mundo laboral formal y la imposición de la explotación sexual como destino obligatorio. Sí, porque en esta sociedad careta, todes discriminan a las travas y las echan de los lugares públicos, pero quieren coger con ellas en el secreto de las zonas rojas. Negados el acceso a la educación, la salud y el trabajo; impuesta la prostitución como única forma de sobrevivir (y en esto nos hacemos eco de la liberadora mirada abolicionista de Lohana); a vérselas ahora con las fuerzas represivas y los códigos contravencionales. Noches enteras de calabozos, palizas y violaciones de policías ratas inmundas que supuestamente cumplen la función de cuidarnos. Todo el panorama decanta en que más del 80% de la población trava y trans cuenta con un promedio de vida que no supera los 35 años.

La opresión y las luchas de las tortas, las travas y las trans también lleva nombre y apellido. Por ejemplo, se llama Diana Sacayán, trava pobre de Matanzas, sobreviviente del sistema de prostitución y cárcel que encarnó la lucha por la Ley de Identidad de Género y la de Cupo Laboral Trans desde la organización que dirigía: el Movimiento Antidiscriminatorio de Liberación (MAL). El cupo laboral trans, que garantiza que el Estado asigne un 1% de sus cargos a personas travestis, transexuales y transgénero, fue aprobado en provincia de Buenos Aires en 2015, pero nunca reglamentado por lo que no entró en vigor. El resto de las provincias brillan por su ausencia en la tarea. Y en esto hay que decir que tanto Diana con esta iniciativa, como Lohana con la cooperativa Nadia Echazú militaba por la creación de trabajo digno, registrado y bien remunerado para sacar a las travas y trans de la explotación sexual a la que las desecha la alianza capital-patriarcado. A Diana la mató su ex en octubre de 2015, mientras miles la esperábamos en el XXX Encuentro de Mar del Plata. La encontraron atada de manos y pies y con signos de haber sido salvajemente golpeada. En la sentencia de 2018, por primera vez emergió el concepto de “travesticidio” para llamar a las cosas por su nombre.

Estas historias también llevan el nombre Higui, torta, pobre, atacada por lesbiana y encarcelada por defenderse de una violación correctiva donde la quisieron penetrar diez machos mientras le gritaban “te voy a hacer sentir mujer, forra lesbiana”. Fuimos nosotras, nosotres, con nuestra lucha feminista y disidente quienes la arrancamos de la cárcel a donde la metieron durante horrorosos siete meses. Ahí está el nombre también de Mariana Gómez, detenida y luego condenada por besar a su esposa en un espacio público y resistir a la agresión policial.

No hay vuelta atrás, este año el Encuentro es disidente

Una vez más, en la plenaria de la CO en La Plata, las militantes transodiantes del PCR nos gritaron que “el Encuentro es de mujeres, no de hombres”… refiriéndose así a las travas y las trans. Cuando quieren parecer un poco más dialoguistas, afirman “bueno, todas somos mujeres”. NO! Dejen de invisibilizarnos. “Yo soy travesti, aunque mi DNI diga `mujer´. Yo soy Lohana Berkins: travesti. Sino seguimos aceptando que los genitales nos dan la identidad. El travestismo rompe con eso. Nos construimos”.

Desde 2017 el histórico Encuentro Regional del Oeste del conurbano bonaerense cambió su nombre por Encuentro Regional de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans. Con igual referencia se convoca el IV Encuentro regional de la zona sur del conurbano y cientos de pre-encuentros en las distintas provincias. Más de 14 años atrás, en 2005 el VIII Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe (EFLAC), que se hace cada dos años en un país distinto y en esta oportunidad se desarrollaba en Brasil, recurrió por primera vez a la votación para definir si las travas podían ingresar. Se expresaron a favor por inmensa mayoría. En la clausura del EFLAC de 2009, en México, Lohana leyó un documento redactado por ella misma y que recogió decenas de firmas. Era la “Declaración de Travestis Feministas en el X Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe” donde reafirma que en su diversidad de “travestis, transexuales, transgéneros, muxes, mujeres, vestidas, parecidas, colitas y los miles de nombres distintos que toman nuestras identidades” son parte del feminismo y toman esas banderas, como la despenalización del aborto, el derecho a decidir sobre el placer y el sexo. Y más: “Rechazamos todos los fundamentalismos, aún los propios, que sostienen el biologicismo como destino e invitamos a desdibujar los márgenes de los cuerpos, las subjetividades, los deseos. Exigimos que se reconozca nuestra historia y nuestro activismo, contra todas las opresiones, no sólo por quienes nos oprimen sino entre quienes son compañeras de lucha”.

En un artículo titulado “Quereme trans”, publicado en 2015, Lohana recordaba “Los Encuentros han sido para mí un espacio de crecimiento personal, de disputa y de lucha bastante importante. Hace veinte años que voy y tengo anécdotas para contar de a miles, si de recordar con una sonrisa se trata. En varias oportunidades se debatió si las travestis podíamos ir, y en medio de uno de esos debates una señora de 80 años levantó la mano y dijo “a mí no me importa si ella es hombre o mujer. Yo vine acá porque nunca supe lo que es un orgasmo”. Fue tan espectacular la síntesis, nos puso enfrente de tantos tabúes que fue brutal el efecto. Histórico”.

Ni un paso atrás compañeras, compañeres. Nadie puede mirar para el costado ni ser indiferente. Este año nuestra marea verde-violeta-roja-arociris-negra se arremolina y vuelve como cresta de ola a sacudir prejuicios y complicidades opresoras.

EL ENCUETRO ES PLURINACIONAL DE MUJERES, LESBIANAS, TRANS, TRAVESTIS, BISEXULAES Y NO BINARIES. ¡¡EL ENCUENTRO SOMOS TODES!!

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