El año pasado regresábamos de Trelew, con la certeza que los Encuentros cambiarían para siempre. Por ovación inmensa miles y miles de compañeras, compañeres, se declararon a favor de la Plurinacionalidad y de la integración política de lesbianas, trans, travestis, bisexuales y no binaries.

Fue un hecho histórico que atenuaba un poco, el sabor amargo de toparnos nuevamente con una Comisión Organizadora controlada por un sector burocrático y pro papal que impidió a las hermanas Mapuches, encolumnar al inicio de la histórica movilización del domingo. Sí, a las hermanas del propio territorio, criminalizadas y perseguidas por un Estado y sus instituciones misóginas, capitalistas, racistas, xenófobas, patriarcales. Esas mismas hermanas que resisten desalojos y amedrentamientos por parte de las fuerzas del Estado que asesinaron a Santiago Maldonado y a Rafael Nahuel.

Pero parece que a las burocracias no les es suficiente reproducir el caracter misógino, clasista y patriarcal del Estado, sino que apuestan a profundizar prácticas machistas, borrando una parte de la historia, como si la declaración por el cambio político del Encuentro, fuera un invento de nuestra increíble imaginación.

 La negativa insistente de un sector de la Comisión Organizadora nos pone tareas urgentes. Nosotras, nosotres, sabemos que nada podemos esperar de organizaciones como el PCR (cuyo marco de alianzas es tan amplio que incluyó a Menen en los ´90, a la UCR, al ARI de Carrió, al “campo” y sectores empresariales sojeros, ahora a CFK y declaró que Felipe Solá – el asesino de Darío y Maxi- era su candidato), el PJ y el Frente Patria Grande. Pero también sabemos que mucho tenemos por hacer, que la batalla por un Encuentro Plurinacional, disidente y a favor del Aborto legal es nuestra tarea prioritaria, porque lo que no se nombra no existe y nosotres existimos, resistimos.

No es un cambio de nombre, es un hecho político:

Abordar la comprensión de la Plurinacionalidad, no es tarea fácil porque en primer lugar, significa romper con los paradigmas con los que fuimos educades, como también romper con la imagen colonizadora, eurocéntrica de entender al mundo. Significa reconocer las otredades como sujetas/es, como también respetar la ancestralidad, la construcción colectiva y comunitaria, donde el valor de la vida, de la tierra y del todo, es predominante. Esta búsqueda también significa una lucha común en contra de un Estado que se impone, coloniza, reprime, extermina.

Habitamos en territorios cargados de historia, de lucha, de resistencia, de genocidio. Tierras bañadas en sangre originaria, sangre india, de colonización y persecución en nombre de dios, en nombre de los mandamientos. De campañas del “desierto” (cuando las tierras no eran desiertas), de patrones y castas en búsqueda de aumentar sus propias riquezas a costa de la masacre y la esclavitud.

Habitamos en suelos que no son nuestros, suelos cuya historia fue borrada por las clases dominantes, por ese Estado moderno que ejecuta la misma lógica genocida que los reinados colonizadores. Suelos y calles que fueron una y otra vez caminadas, por los Malones de la Paz, por las marchas indígenas en largas noches, para exigir el cese de desalojos y la devolución de las tierras que por miles y miles de años habitaron las más de 36 naciones y pueblos que habitan en este país.

Y nunca importó el signo político: todos y cada uno de los gobiernos han respondido con feroces represiones, con promesas incumplidas y con la habilitación de leyes nacionales y provinciales que eliminan los derechos básicos de las comunidades originarias. Basta recordar como ejemplo, la aprobación de la ley 5915 ejecutada por el gobernador jujeño Gerardo Morales, donde explícitamente se elimina el derecho a los pueblos originarios, de participar en consultas libres, el uso y manejo de sus territorios y elimina las garantías para la preservación y el respeto de las formas comunitarias de vida, producción y cultura.

 Recuperar y reconocer la historia, también es una tarea de movimiento:

El canto unánime en Trelew por el reconocimiento de la plurinacionalidad, fue el grito colectivo para que se reconozca y sobre todo se abrace a todas las naciones indígenas, originarias, que habitan la tierra latinoamericana. Naciones y comunidades criminalizadas por los gobiernos y por el Estado no sólo por una cuestión de clase, de género y de raza, sino también por una cuestión meramente cómplice con las grandes empresas que explotan y saquean los recursos comunes y naturales. Mineras, petroleras, terratenientes, que cuentan con las fuerzas del Estado para desalojar, criminalizar, encarcelar y matar.

Ese grito colectivo que recorrió todos los espacios del 33° Encuentro, fue nada más y nada menos que en Trelew, tierra mapuche, en el marco de la reciente criminalización a la comunidad en la Pu Lof Cushamen, la represión y detención ilegal de mujeres y niñes mapuches, el encarcelamiento del Lonko Facundo Jones Huala, la desaparición y asesinato de Santiago Maldonado y el fusilamiento por la espalda a Rafael Nahuel.

Sobrados son los motivos y fundamentos. El cambio de nombre, es un cambio de carácter político de ese Encuentro que desde hace tantas décadas, sabe encontrarnos. El ejercicio de la Plurinacionalidad, nos llama a escuchar y comprender otra forma de entender el mundo, como también nos dispone en una postura política frente a un Estado capitalista y patriarcal. Nos llama a la práxis de la solidaridad, de estar dispuestes a sentir en lo más hondo cualquier injusticia, como también nos obliga a re-pensar a nuestros feminismos, para encontrarnos día a día y construir este movimiento de mujeres, lesbianas, bisexuales, trans, travestis y no binaries.

Sabemos que luchar, es también una forma de crear, un espacio de encuentro para tejer esos lazos rojos, violetas y verdes que unen a todo nuestro movimiento. Nuestra tarea es histórica, porque no sólo se trata de dar batalla por nuestros derechos, sino también para crear una sociedad sin explotación ni opresión. Por aquí se empieza, por reconocer a aquellas hermanas, hermanes oprimides y explotades desde hace siglos, por el respeto a las luchas de nuestras ancestras, por el compartir los saberes, la solidaridad y la sororidad como una decisión política de vivir.

Por ese feminismo vamos, reconociéndonos por fuera del paradigma colonizador, blanco, que usa y des-usa recursos naturales y colectivos, que no reconoce la palabra histórica de lucha de quienes habitan estos suelos latinoamericanos desde hace miles de años.

Queremos que este Encuentro sea Plurinacional y que se declare como tal, porque ya fue una decisión consensuada, trabajada, tomada colectivamente. Porque nos reconocemos y retomamos la histórica lucha de nuestros pueblos.

Vamos por este Encuentro Plurinacional, disidente y por el aborto legal.

Vamos a encontrarnos en territorio Querandí, para encender la lucha, para reconocernos, para tener más fuerzas, porque ¡juntas/es somos poderosas/es!

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