Pasadas las elecciones del 28 de abril, donde el actual presidente del gobierno y líder del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), Pedro Sánchez, resultara ganador con el 28,7% de los votos, ha comenzado formalmente la ronda de discusión entre los partidos con representación parlamentaria para obtener los apoyos necesarios para formar Gobierno. Por ahora, parece casi imposible que el PSOE no logre reunir dichos favores, sin embargo, la negociación no es fácil y todo indicaría que el acuerdo de gobernabilidad se va a tomar algún tiempo.

Un nuevo escenario

En gran parte de los países de Occidente, una elección nacional es siempre un reordenador inmediato de la política. Moviliza la alianzas, redefine la correlación de fuerzas y marca ascensos de decesos de liderazgos políticos.

En los regímenes presidencialistas (como en Argentina y el resto de América Latina), quién triunfa en las elecciones, el lunes ya puede decir que encabeza un nuevo gobierno. Contrariamente, en los regímenes políticos de corte parlamentario, la distribución de representaciones legislativas post elecciones, sólo marca el inicio un convulsionado cruce de negociaciones para alcanzar los apoyos necesarios para que una u otra fuerza pueda hacerse con la conducción del Poder Ejecutivo y continúa a lo largo de todo el mandato, ya que el Parlamento conserva el poder de veto.

En España, desde la caída de Franco, éste debate era casi un paso formal. Concentradas todas las representaciones electorales en dos grandes partidos, uno de centro izquierda, el PSOE, y uno de centro derecha, el Partido Popular, no había más que ver la distribución de escaños entre éstos dos para saber quién alcanzaba el número mágico de 176 diputadxs y lograba formar la mayoría absoluta en Parlamento y con ello el gobierno. Sin embargo, desde la crisis de “los indignados de Puerta del Sol”, éste orden político se ha ido resquebrajando.

Hacia la izquierda del PSOE emergió una fuerza nueva, Podemos, en la cual se integraron dirigentes sociales, partidos de izquierda y dirigentes desencantados con la conducción del Socialismo Español. Por su parte, el PP sufrió una ruptura que, un principio fue presentada como un nuevo espacio “progresista”, Ciudadanos.

Cultores de la “tercera vía” por la que abocaba el laborista inglés Tony Brair, y de la renovación política europea, que pretendía encabezar Emmanuel Macron, Ciudadanos se volvió rápidamente un estrella para medios concentrados y dotó al liberalismo español de un rostro rejuvenecido, especialmente representado por el presidente el partido y ahora ex candidato a presidente del gobierno, Albert Rivera de 39 años.

Ciudadanos y Podemos supieron comer del electorado del PP y el PSOE, hasta, prácticamente, dividir en cuartos el Parlamento y complicar el gobierno de cualquiera de las fuerzas tradicionales. Sin embargo, la elección del domingo 28 significó nuevo cambio en ese escenario.

Pedro Sánchez había tenido que hacer éste llamado a elecciones con tan sólo 9 meses en el Gobierno. Ahogado por la pérdida de apoyo parlamentario tras la ruptura de la alianza con los independentistas catalanes y por la falta de legitimidad social, producto de haber conquistado su asiento en la Moncloa por medio de una moción de censura contra su antecesor Mariano Rajoy, Sánchez no tuvo otra alternativa que jugarse al todo por el todo en nuevo llamado a elecciones, el cuarto en 6 años de una España cada vez más inestable.

Las encuestas en los primeros días de febrero, cuando Sánchez realizó el llamado elecciones tras haberse caído el acuerdo por el presupuesto, avisoraban un escenario profundamente fragmentado. En el cual, el PSOE podría resultar ganador elecciones generales, pero aún así perder el gobierno, sí se consumaba una alianza entre el Partido Popular, Ciudadanos y el ascendente Vox, un nuevo partido de la ultraderecha.

Esta tripartita entre el PP, Cs y neofranquistas, ya había debutado meses antes en Andalucía, arrebatando al PSOE su bastión histórico e imponiendo el separatismo y, particularmente, el conflicto por Cataluña como el tema central de la campaña.

Albert Rivera (Cs), Pablo Casado (PP) y Santiago Abascal (Vox) encabezaron actos en Madrid pidiendo la dimisión de Sánchez, la condena inmediata y ejemplar a todos “confabuladores” catalanes, y honrando su devoción al Rey y la integridad de España. De éstos actos, donde la derecha mostró músculo de movilización y una sensible fractura abierta en la sociedad española, Sánchez logró reconvertir su debilidad y mostrarse como la única opción capaz de combatir con la tripartita.

Unificar a estas 3 opciones como una sola expresión de la derecha fue clave para revertir la tendencia de la elección a favor de Pedro Sánchez. El PSOE encaró abiertamente una estratégia de polarización, en la cual discutió de forma directa con algunos de los tropos más fascistoides del discurso de Vox y del PP, aprovechando que éste último, bajó la conducción de Pablo Casado, se corrió decididamente a la derecha.

A la vista de los resultados, la estrategia del PSOE fue correcta. Pasó de 85 a 123 diputados, mientras que el Partido Popular, la segunda fuerza a nivel nacional y en el parlamento, perdió un total 71 escaños, cayendo de 137 a 66 representantes.

Por su parte, Unidas Podemos, la formación encabezada por Pablo Iglesias, fue directamente afectada por el crecimiento del PSOE, quedando con 35 escaños, de los 55 que contaba antes de la elección. Aunque hay que decir que se esperaba en derrumbe catastrófico de éste espacio. Debido a los problemas internos (alejamiento de Pablo Iglesias de la conducción del partido, por licencia por paternidad; ruptura de dirigentes como Íñigo Errejón; e indefiniciones en relación a Cataluña) y cierto agotamiento del discurso de Podemos, sumado a una agresión mediática y política sostenidas, muchas encuestadoras avisoraban que este agrupamiento podía quedar quinto y, sin embargo, alcanzó un 14% de los votos total, a dos puntos de la segunda fuerza.

Pablo Casado, por ahora líder del Partido Popular, salió rápidamente a responsabilizar a Vox y a Ciudadanos por la división del voto de la derecha. Aunque eso es relativo, ya que Vox obtuvo el 10% de los votos, conquistando 24 diputados, y Ciudadanos el 15,8%, alcanzando 57 escaños (25 más que en la última elección), lo que indica que, aún sumando las 3 fracciones, no llegan a la cantidad de representantes del PSOE más Podemos.

En síntesis, el PSOE sale de éstas elecciones indiscutiblemente fortalecido, pero sin el capital legislativo suficiente para formar un gobierno sólo o sólo sumando a Podemos. Ciudadanos perdió perfil progresista o de centro, pero quedó respirandole en la nuca al Partido Popular y se perfila a ser la primera fuerza de oposición, si la caída del PP se agudiza. Podemos salvó los papeles, pero no le da para tener la llave del Gobierno, lo cual reabre la discusión con los independentistas, quienes ganaron Cataluña con todos sus líderes presos o exiliados, quedando con 3% de los votos a nivel nacional y 15 diputados. Vox pasó de no tener nada a contar 24 escaños, lo cual es muy preocupante por el discurso abiertamente franquista, antimigratorio, antifeminista, fascistoide e islamofóbico, pero muy por debajo de los 37 que le adjudicaban algunas encuestadoras el viernes anterior a las elecciones y demostrando que el voto de Calamaro no estaría siendo muy determinante para la política española.

 

¿Qué se viene?

Haciendo un juego de comparaciones, existen 3 posibilidades para Pedro Sánchez y el futuro del gobierno español:

La primera, que el PSOE, Podemos y algunos grupos menores lleguen a un acuerdo como el de Portugal, donde el Partido Socialista gobierna en soledad pero con apoyos parlamentarios por izquierda, que inciden en los programas políticos de gobierno y en la elaboración del presupuesto. Esta opción daría por tierra con las intenciones de Pablo Iglesias, quién aspira a que Podemos pueda asumir ministerios y carteras importantes en el Gobierno Español, algo que es por demás difícil, ya que en ese marco Pedro Sánchez está inevitablemente obligado a negociar con los independentistas y, como en toda negociación, todo lo que ceda hacia un lado será contrapesado hacia el otro.

La otra posibilidad es que el PSOE y Ciudadanos formen gobierno juntos. Suena raro luego de escuchar los gritos de las bases del Partido Socialista que coreaban “con Rivera NO” ante el palco triunfal del líder de su partido, y las reiteradas declaraciones de Albert Rivera de que Ciudadanos no iría hacia un acuerdo con Pedro Sánchez, debido a su intención de sustituir al PP como el nuevo partido de la derecha española. Sin embargo, ésta opción no ha sido vetada para instancias inferiores de gobierno, como las municipales, y existe un sector tradicionalista del PSOE, con no poco peso interno, que repudia cualquier tipo de alianza con Iglesias y Podemos, y que aspira a volcarse más hacia el centro. De consumarse este hipotético escenario: ¿estará España en condiciones de ir hacia un esquema como el de Alemania, en donde la Socialdemocracia y la Unión Democrática Cristiana se enfrentan en elecciones como contrapartes de izquierda y derecha, y luego pactan un gobierno? Ese es sin dudas el deseo de fuertes grupos económicos y mediáticos que no quieren a Podemos en el poder y que tientan al PSOE con un acuerdo que le daría mayoría absoluta y gobernabilidad sin sobresaltos.

Por último, que no pueda haber acuerdo entre ninguna de las partes y deba realizarse un nuevo llamado a elecciones. Por ahora, ninguno de los partidos pareciera querer esa situación. Ya que nadie está plenamente satisfecho con los resultados tras los años de inestabilidad. Sin embargo, es una posibilidad y no sería extraño en una Europa donde parecieran estar cada vez más vencidad las representaciones políticas clásicas.

Hacia adelante es largo el camino, y nada hace pensar que se resuelva antes de las elecciones europeas del 23 de mayo. Inclusive, puede que se haga más de una vuelta de votación en el parlamento español. De ser así, puede que hasta junio no se forme gobierno.

De ser elegido el “camino progresista” sin dudas se constituirá un mejor escenario para la lucha por las reivindicaciones de lxs trabajadores , sectores populares e incluso para procesos como el catalán; sin embargo, esta claro que de la mano del PSOE los límites son cercanos, por lo que seguirá siendo una tarea fundamental que las fuerzas anticapitalistas logren articular un proyecto político capaz de irrumpir nuevamente en un mapa político en crisis.

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