La volatilidad de la situación económica del país ha salido una vez más a la luz en las últimas semanas. La crisis política de la alianza Cambiemos va más allá de la caída de la ya devaluada imagen presidencial. La oposición patronal y las burocracias sindicales subordinan a los comicios de octubre todas sus acciones. Mientras tanto, la desocupación, el hambre y la miseria se multiplican. Sólo lxs trabajadorxs podemos poner fin a este desastre.

El hambre sacude las barriadas. Más de 8 millones de pibxs, unx de cada dos, es pobre. Sólo en el Conurbano bonaerense hay más de 650.000 desocupadxs y en lo que va de la gestión de Macri se han perdido 250.000 empleos formales. A un año de la devaluación de abril de 2018, la inflación general fue del 54.7% pero la canasta básica al 60.9%. Los tarifazos de combustibles, gas y agua no se quedan atrás, y los boletos de subte, tren y colectivos siguen escalando, para que además sigamos viajando como ganado. La desesperación de perder el trabajo se combina con la multiplicación de la precariedad; cada vez hay más trabajadorxs (y ni hablar jubiladxs y pensionadxs) en la más extrema pobreza. Mantener el empleo o la changa no garantiza poder llevar un plato de comida.

El desguace de las ya debilitadas áreas públicas de salud, educación y cuidado hace aún más difícil la organización de la supervivencia para las numerosas mujeres que sostenemos solas el 85% de los hogares mono-“maternales”. Dos de cada tres nuevxs descoupadxs somos mujeres. Para quienes vivimos de nuestro salario, se encarecen aún más los bienes y servicios básicos para poder sobrevivir. En el país de las vacas, la leche escasea en la mesa de nuestrxs hijxs y ya es más cara que la nafta; la carne parece un artículo de lujo (de marzo de 2018 a marzo de este año, aumentó más de un 75%). Con capacidad de alimentar a 400 millones de personas, el capitalismo argentino no garantiza la alimentación regular de una porción creciente de la población.

La salud cae en picada afectando a los sectores más vulnerables. Las deterioradas jubilaciones y pensiones junto a la eliminación de cobertura de muchos medicamentos por parte del PAMI así como de los programas de enfermedades crónicas que están siendo vaciados, empujan literalmente a la muerte a miles.

Los responsables

La contracara de la pobreza generalizada son los millones que se llevan las empresas privatizadas, los bancos y las trasnacionales de la industria, del agro, de la minería. El acuerdo del gobierno macrista con el FMI implica ponernos de rodillas ante el imperialismo: cada dólar que el Fondo gira a la Argentina sirve para que los dueños del país se lleven la plata afuera. Los grandes empresarios empujan la aceleración de la crisis: en un año el dólar mayorista subió 110% y el riesgo país se duplicó. Hasta el momento, el FMI sigue dando su apoyo al gobierno, ahora permitiéndole intervenir en el mercado cambiario a pesar de que la cotización no supere la banda. Nadie considera que la detención de la disparada de la divisa se convierta en un dato estable.

Operación despegue

Si el capital no tiene patria ni lealtad alguna, ni siquiera hacia este gobierno de CEOs, lo mismo ocurre con las patas del armado del PRO que, a la luz de la debacle de la imagen presidencial, buscan despegarse y encontrar un recambio. No sólo ya nadie asegura la reelección, sino que hasta se ha planteado un escenario de salida anticipada del gobierno actual. Por lo pronto, todavía especulan con que un cambio de caras frene la debacle, y por eso sectores del establishment y del propio Cambiemos promueven a María Eugenia Vidal como supuesta “alternativa”. Se trata de una opción difícil de concretar porque pone aún más de relieve el desgobierno actual y puede acelerar la crisis política en curso. Debemos recordar, por otra parte, que la gestión de Vidal ha resultado desastrosa para las mayorías populares, a pesar de que la cobertura mediática y la gobernabilidad otorgada por el peronismo operen como dique de contención a que su figura siga el rumbo
de Macri.

Atravesados por sus propias internas, los radicales amenazan con despegarse aunque tampoco descartan mantener los pies dentro del plato si el PRO se aviene a un arreglo que deje al “partido centenario” en una posición menos humillante que la obtenida hasta ahora en Cambiemos.

La pata judicial, pilar poderoso del armado de Cambiemos, ya no funciona como en años anteriores. La divulgación de la trama de espionaje y corrupción del poder judicial (muy especialmente de la justicia federal) y del ministerio público fiscal con un Stornelli hundido hasta el cuello y que arrastra a otros símbolos del gobierno como la nefasta Carrió, ha frenado la celeridad con que se movían muchas causas contra el kirchnerismo.

Por su parte, los peronistas federales que aportaron a la gobernabilidad votando desde el pago a los fondos buitres en adelante los proyectos de un gobierno sin mayoría parlamentaria, visten el discurso opositor, aunque no lograron hasta el momento consolidar ese tercer bloque al que vienen apostando a su modo Massa y Lavagna.

Entre el silencio y el desgaste prolongado

El kirchnerismo y en particular la figura de Cristina crecen en el contexto actual. El lanzamiento del libro de la expresidente va perfilando el inicio de una muy posible campaña presidencial, que realza el escenario de polarización. El suspenso de las candidaturas da lugar a todo tipo de especulaciones y propuestas acerca de los modos de definirlas y los nombres en danza. La apuesta a fortalecer el aparato del PJ a la vez que una disposición a abrir las puertas a sectores hasta ayer acusados de “traición” compatibilizan con una fuerte campaña en que varios representantes del “núcleo duro” como los exministro y viceministro de economía, Kicillof y Álvarez Agis, niegan en forma categórica cualquier ruptura con el FMI a la vez que destacan que a los empresarios finalmente les iba mejor con su gestión que con ésta. La táctica es desgastar, pero sin generar escenarios que puedan actualizar ese fantasma del 2001 que tanto temen todos los partidos patronales.

Luego del 30/04, a ganar la calle

La dirección de la CGT Azopardo ha ofrecido sucesivas treguas al gobierno de Cambiemos que han posibilitado los escenarios de paz social necesarios para la continuidad del paquete de medidas antiobreras y antipopulares. Claramente el triunvirato primero y el ahora binomio de la CGT (compuesto por “gordos” e “independientes”) constituyen el principal sostén en el movimiento obrero de las políticas neoliberales de Cambiemos.

Las otras fracciones de la CGT (moyanismo y CFT, fundamentalmente) y las CTA´s han jugado y juegan otro papel, combinando acciones de lucha periódicas con momentos de complicidad (generalmente por omisión), siempre desde una ubicación y discurso políticamente opositor, en sintonía con su posicionamiento político afín al kirchnerismo y su dispositivo de alianzas.

En este contexto, el paro del 30 de abril marcó un punto significativo, ya que aún con la ausencia de la cúpula cegetista, muchos sectores del movimiento obrero y popular se hicieron eco de la convocatoria del “Frente Sindical para el Modelo Nacional” y las CTA, desarrollando la necesaria unidad de acción para enfrentar la política de ajuste en curso. De esa jornada es importante destacar el rol que tuvieron los reagrupamientos de sectores combativos tanto en zona sur del área metropolitana (Puente La Noria), como en zona norte, así como en los alrededores de Rosario con centro en la acción del gremio de aceiteros. A la unidad entre trabajadores ocupados y movimientos sociales, entre estatales y privados, y la saludable presencia de toda la izquierda, hay que sumarle la disposición a intervenir conjuntamente en las calles y con una perspectiva más avanzada que la propuesta oficial. En un sentido similar, la combinación de movilización, actos, cortes y escraches es otro factor a desarrollar. El escrache a un símbolo de la especulación financiera y del sojuzgamiento de nuestro país como es el J. P. Morgan permitió señalar con claridad a uno de los beneficiarios de las políticas de hambre.

El principal límite de esa jornada fue la falta de una perspectiva de continuidad para un plan de lucha acorde a la gravedad de la situación para nuestra clase. Eso nos plantea sostener la movilización desde abajo y el reclamo para una presencia permanente en las calles, como medio para derrotar el ajuste.

Por una intervención unitaria desde la izquierda

Con el acto por el día internacional de las y los trabajadores, el Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT) dió inicio a su campaña política, marcada por ejes que son centrales para un planteo de alternativa ante la crisis actual, como es el no a pago de la deuda externa y la apuesta al desarrollo del movimiento de mujeres y disidencias para lograr todas nuestras reivindicaciones. Este impulso, sin embargo, muestra aún una importante limitación. Salvo la Corriente de Izquierda Poder Popular –de la que participamos- y Movimiento de los Pueblos, el resto de las fuerzas de izquierda realizaban sus propias iniciativas por separado, aunque marcadas por los mismos ejes político programáticos. Esta división de la izquierda, tanto en la calle como en la intervención política y electoral, es un problema que debemos sortear de forma urgente, en correspondencia con la gravedad de la situación actual. Es el FIT como principal referencia de la izquierda, el que tiene la mayor responsabilidad en este sentido. Se trata de una tarea fundamental: construir una propuesta unitaria de la izquierda, que marque una perspectiva alternativa para las mayorías populares. En ese sentido volcaremos nuestras fuerzas.

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