El domingo 7 se realizaron las elecciones para la Gobernación de Río Negro y las PASO para la misma categoría en Chubut. Estas dos instancias se suman a los procesos electorales en Neuquén y San Juan como las provincias que pican en punta para despegarse de la batalla final a librarse en octubre. En todas ellas, una vez más, los grandes medios comunicación y los ludópatas electorales realizan enormes esfuerzos intelectuales para nacionalizar los resultados, perdiendo en el camino cualquier atisbo de comprensión de los procesos locales.

“Macri negocia con los gobernadores” fue quizás el título más usado por los medios nacionales en lo que va de la gestión del empresario felino. Pero, ésta permanente negociación de tira y afloje con caudillos federales, no viene de un afán republicano, sino de la inaccesible mayoría parlamentaria que necesita el PRO para imponer las leyes más severas del ajuste. Es la quintaesencia de un problema para lo gobernabilidad burguesa y el Estado moderno argentino, que impone que la Nación se gana con los votos de la Provincia de Buenos Aires, pero se gobierna con los caudillismo provinciales.

Macri, Peña y Duran Barba pensaron hacia noviembre del 2017 que se comían a los chicos crudos. Que la victoria del ignoto y limitado intelectual Esteban José Bullrich Zorraquín Ocampo Alvear sobre la ex presidenta, en el bastión electoral del peronismo, iba a allanar el camino para el desmantelamiento de todos aquellos enclaves justicialistas y post peronistas en las provincias más postergadas. Grave error. No sólo el Gobierno Nacional debió enfrentar una inesperada movilización popular contra la nefasta reforma previsional a fines de ese mismo año, sino que para abril de 2018 la corrida cambiaria se iba a llevar puesto de a uno en fila a la mitad del mejor equipo económico de los últimos 50 años.

Ajada y maltrecha la imagen del presidente, el macrismo encaró el comienzo del año electoral intentando hacer retiro espiritual y cuenta nueva. Pero día tras día el panorama económico se agrava y no son pocos los que le piden a Macri que mejor se vuelva a SOCMA. En ese marco, el discurso del PRO parece estar cada vez más condenado hacia el grietismo.

Por su parte, los aliados radicales del Gobierno pulsean entre un alfonsinismo tardío o ser más MPDB que nunca, emulando la táctica de centreo y negociación del “partido del orden” brasilero. Así, un sector cada vez más visible de la UCR viene apostando a cotizar la imagen del ex ministro de economía, Roberto Lavagna, recientemente célebre por promocionar la dudosa combinación de sandalias con medias y ajuste con gobernabilidad, presumiblemente, para subirse el precio hasta alcanzar un buen lugar a la derecha del PRO. Suerte con eso.

La verdad es que, mientras el Gobierno intenta que Cristina se suba de lleno a la contienda electoral y los peronistas alternos sugieren que se baje, en la medida de los posible, hasta el décimo piso del infierno, el año electoral ya empezó y no son pocos los oficialismos que aprietan las clavijas para conservar su pago chico.

Con el anuncio de Gildo Insfrán este lunes de adelantar las elecciones en Formosa, ya sólo quedan 5 distritos que jugarán su suerte con la nacional: Salta, Santa Cruz, Catamarca, la Provincia y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Pero, qué hay de nacional en las elecciones provinciales? Por qué estos despegues parecen beneficiar consistentemente a los oficialismos federales? Qué elemento superlativo hay en las provincias que los encuestadores parecen más perdidos que Roberto Fernández el 1ro de Mayo?

Desde los medios nacionales todo resultado provincial se lee en clave de kirchneristas y macristas, de cuál de estos dos espacios políticos se vió más beneficiado o perjudicado en tanto los porcentajes que hayan obtenido las listas que contaban con su apadrinazgo. Esto es lógico, ya que cada empresa de medios juega un rol en esa disputa y su objetivo es abonar a una visión facciosa. Además, es innegable que, pensado en que este año se decide la continuidad o no de Cambiemos en el Gobierno Nacional, venga a cuenta saber cómo va a quedar armado el panorama legislativo en ambas cámaras, y eso depende del empuje que tenga cada fuerza en todos los distritos del país.

Ahora bien, esa misma relación compleja y contradictoria que tiene Macri con los gobiernos provinciales la tuvo Cristina.

Los entramados provinciales son instrumentalmente oficialistas. Montan tras el caballo de la Rosada en tanto el jinete ande firme. Acompañan lo que les sirve para conservar su feudo y, a la primera de cambio, te pegan una patada en el piso. Por dar un ejemplo, el Movimiento Popular Neuquino (MPN), ese gran aliado que tiene la Casa Rosada, gestor directo de la explotación de Vaca Muerta, autor de la primer derrota electoral de kirchnerismo en 2019 (según los medios afines al macrismo), en 2015 llamó a votar a Scioli y es incierto que va a hacer ese electorado en octubre. Por lo tanto, no es tan fácil hacer inferencias directas entre los resultados provinciales y la nacional.

Debemos ir un poco más allá y despejar algunas frases hechas que se congelan como axiomas.

El problema del “interior”

¿Los gobernadores del PJ y post PJ (como en Chubut y Neuquén) son feudos? Si. ¿Son punteriles? Si. ¿Son entramados corruptos, prácticamente mafiosos, que manejan enormes cantidades de dinero negro para elecciones? Si, seguramente. Ahora bien, ninguna de esas explicaciones permite pensar política. Son lecturas que congelan una imagen de la realidad provincial y la vuelve impermeable a incidir políticamente para su transformación.

En este sentido, el problema pasa por una lógica política portenñocentríca, que piensa las territorialidades más allá de la tercer sección del conurbano como un todo indeterminado llamado “el interior”. Una totalidad imaginaria que es depósito de frustraciones y emporio de lo primitivo. Una unidad fraguada verticalmente a la cual ni siquiera se le habilita el derecho a ser distinto, a tener poros, a vivir historias, a atravesar procesos territorializados de transformación.

“El interior” es, por lo tanto, una construcción discursiva histórica, basada en los intereses de clase de un poder central. De allí que, cuando emergen resultados electorales, disidentes a los esquemas de ordenamiento de la política concebidos desde Buenos Aires, nuestras categorías entran en crisis y recurrimos a explicaciones facilistas, como las que enumeramos más arriba.

Tomemos por caso lo ocurrido en la última elección de Chubut: El actual Gobernador, Mariano Arcioni, encaró la elección luego de largos meses de inestabilidad política. Sin un partido fuerte, ya que la mitad de los funcionarios de su Gobierno fueron desplazados e, incluso, encarcelados, por las derivaciones de la megacausa de corrupción “El Embrujo”; huérfano de su padrino político y figura central de poder chubutense, Mario Das Neves, fallecido en octubre del 2017 (lo que hizo que Arcioni heredara el cargo); en medio de una crisis económica fenomenal; y con Sergio Massa como único referente nacional (alguien que en la zona cuenta con una intención de voto cercana a 0); el Gobernador fue el candidato más votado y se encamina a ser reelegido ¿ Por qué?

Bueno, en primer lugar, como pensaron todos los mandatarios provinciales, adelantar las elecciones significaba reducir el poder de fuego de los aparatos de campaña nacional. Sin embargo, eso no es suficiente para entender lo que pasó.

Arcioni reposó su candidatura sobre figuras fuertes en el ámbito municipal. Pero, de ¿dónde viene esa fuerza si los partidos están destruidos? Del evangelismo.

La base fundamental de la candidatura de Arcioni para conservar la provincia fueron las iglesias evangélicas de la zona. Una estructura que ha crecido en influencia en los últimos 20 años, en parte, debido a la migración desde provincias del norte y que no aparece como fenómeno en las encuestas si sólo medimos cuán kirchnerista o macrista es el electorado.

Pasó algo similar en Neuquén, donde el triunfo de Omar Gutiérrez le debe mucho a la estructura del MPN, recordemos que es el partido con mayor índice de afiliación según zona de todo el país. Pero, cómo se explica que tanto el macrismo como el kirchnerismo hayan perdido 5 puntos cada uno contra la candidatura de Jorge Sobisch, desplazado del MPN, directamente involucrado en el asesinato del compañero Carlos Fuentealba y resuelto a una campaña ultraderechosa bajo el slogan “Vuelve Sobisch, se acabó la joda”.

En síntesis, si no se leen las coyunturas locales en sus propias lógicas, si no caracterizamos los escenarios electorales según las condiciones económicas, históricas y sociales de cada una de las provincias, y de las provincias en relación a la nación, corremos el riesgo de no prever procesos que, a la larga o a la corta, impactan en todos los planos de la política nacional y que pueden impactar seriamente en las condiciones de vida y la conciencia del pueblo trabajador.

Este es un año especialmente interesante para desandar ese camino y descentrar nuestra matriz de pensamiento, para poder ofrecer a nuestro pueblo una alternativa política a la altura de su historia y de las necesidades de nuestro tiempo.

*Nota de opinión escrita por nuestro compañero Juan Francisco Olsen

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor, ingresá tu comentario
Por favor, ingresá tu nombre aquí