En el día de ayer (martes 26 de marzo) empezó a circular la noticia de que efectivos policiales de la localidad de Santo Tomé, en la provincia de Santa Fé, detuvieron ilegalmente, golpearon y torturaron a una pareja de chicos gays que vive en esa localidad. Sin ninguna justificación expresa, la policía entró ilegalmente a la casa de la pareja y los sacó a la fuerza para trasladarlos a la comisaría 12 de Santo Tomé. Una vez allí, los encerraron en un cuartito, los golpearon y torturaron de diferentes maneras, con especial ensañamiento luego de enterarse que eran pareja. Claramente, la orientación sexual de las víctimas de este ataque fue decisiva en el nivel de violencia y sadismo con el que actuaron los agentes policiales.

Una vez más la bronca, una vez más la impotencia frente a un Estado que no solo desoye las históricas y urgentes demandas del movimiento LGBTIQ+, sino que es el responsable directo del ejercicio de la violencia más aberrante.

En este caso ser gay, puto, marica es una condición que incide directa y salvajemente, así como, en el caso de Mariana Gómez su identidad lesbiana fue el único motivo de su detención y la posterior apertura de una causa penal en su contra. En el caso de las travas, ya son muchas las décadas de vejaciones perpetradas por las fuerzas de seguridad. Y son justamente las fuerzas policiales las que ejecutan los mandatos de un sistema heterosexual y LGBTodiante. Es indudable que las fuerzas de seguridad no solo son las encargadas de preservar la “paz” que los usureros que gobiernan necesitan para saquear el país, sino que también se encargan de mantener el “orden” moral de un sistema heteropatriarcal profundamente violento, heterosexista y masculino. En este caso puntual, la falta de hombría, de masculinidad, que representaba para estos policías la orientación sexual de la pareja agredida fue el detonante de un ataque brutal.

A pocos días de ocupar las calles por lxs 30.000 detenidxs-desaparecidxs, recordando y recuperando la memoria de lxs (al menos) 400 desaparecidxs LGBT, vuelve a hacerse visible la palabra “tortura”. Pero si hay algo que sabemos es que al closet y al calabozo no volvemos nunca más y que hay que seguir llenando las calles en una lucha sistemática y profunda contra el odio y la violencia, construyendo espacios de organización que puedan contener nuestras voluntades militantes de la disidencia .

Esta breve nota, que escribimos desde la más profunda rabia, se anuda a los profundos sentires históricos de un movimiento LGBT que ya tiene 50 años de historia militante y que sigue y seguirá luchando para conquistar nuestro pleno derecho a ser monstruxs y a transformarlo todo.

Por eso el orgullo. Por eso la lucha. Por eso venceremos.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor, ingresá tu comentario
Por favor, ingresá tu nombre aquí