Luego de que los 3 partidos de la derecha española movilizaran el 10 de febrero pasado pidiendo la dimisión de Pedro Sanchez y el naufragio legislativo del proyecto de presupuesto, el gobierno del PSOE ha optado por convocar a elecciones nacionales para el próximo 28 de abril, con la esperanza de redefinir el mapa parlamentario y dar nueva continuidad a su gestión. Sin embargo, el escenario electoral hoy pareciera dar por tierra esas expectativas. La fractura en Podemos, la crisis de dirección al interior de socialismo, el crecimiento de la ultraderecha y el distanciamiento de los partidos autonomistas, son elementos muy complejos que hacen pensar que el próximo gobierno español estará muy lejos de las promesas progresistas con las que asumió Sanchez.

Hace unos días comentábamos en esta misma publicación que la movilización convocada por los 3 partidos de la derecha española, PP, Vox y Ciudadanos, había asestado un duro golpe en la coalición parlamentaria que sostenía al gobierno de Pedro Sanchez (http://venceremos-arg.org/2019/02/11/espana-fuerte-movilizacion-de-la-derecha-exigiendo-la-salida-pedro-sanchez/). En consecuencia, el pasado viernes (15/02) el presidente Sánchez anunció un nuevo llamado a elecciones nacionales, con el objetivo de recomponer su marco de alianzas legislativas.

La razón de esta decisión tan radical, es que la movilización reaccionaria logró romper la alianza del PSOE con los independentistas catalanes. Luego de una encendida ronda mediática de los líderes de la trinidad derechista y acalorados discursos de tinte fascistoide por las calles de Madrid, el gobierno de Sánchez optó por congelar las negociaciones con los catalanes y negarse a otorgar la libertad a los presos políticos que se encaminan a juicio en los próximos días. Tras este desaire, los catalanes abandonaron la coalición parlamentaria de gobierno y habilitaron a que la derecha lograra bloquear la aprobación del presupuesto armado por el PSOE y Podemos.

Al no contar ya con esos votos, el Gobierno de Sánchez se enfrentaba a dos escenarios: Por un lado, que el PSOE ya no pudiera dirigir las cámaras y eso dejara al Ejecutivo atado, debido a que España funciona bajo un régimen parlamentario. Luego, un Gobierno en ese estado sólo le resta ver cómo se hunde su capital político y consolida a la oposición. Por ello, Sánchez optó por tomar una decisión drástica y poner en juego el presupuesto directamente en elecciones. Sin embargo, los primeros sondeos indican que esta estrategia podría estar en camino a una dura derrota.

Si bien las encuestas, hasta el momento, plantean que el PSOE podría ser la fuerza más votada, conquistando entre 115 y 117 diputados (actualmente cuenta con 85), el escenario se complica al analizar todo el posible mapa de legislativo, en el cual Sanchez no podría conseguir los apoyos para recomponer su gobierno.

Esto se debe a que, mientras el PSOE vería crecer su bancada, Podemos caería de 71 diputados a 39, quedando por debajo de la coalición de derecha, que podría sumar más de 160 representantes (PP 76, Cs 46, Vox 45). En ese marco, la abstención de los independentistas sería el último clavo del ataúd del Gobierno de Pedro Sánchez.
Previendo este escenario, el sector más conservador del PSOE, encabezado por figuras como Susana Díaz, ya empieza a buscar un nuevo marco de alianzas, apostando a romper la coalición de derecha por el lado de Ciudadanos. El objetivo sería evitar que se repita lo que pasó hace semanas en Andalucía, cuando el tridente aznarista se unificó y desplazó al Socialismo español de su bastión histórico.

En ese sentido, uno de los puntos clave de la campaña y de un posible acuerdo entre el PSOE y Ciudadanos sería la política migratoria. En esta materia Sánchez ha mostrado pocos matices con su antecesor, Mariano Rajoy, y estaría dispuesto a ir hacia un marco regulador mucho más estricto y promover las deportaciones, en consonancia con el discurso xenófobo que caracteriza a Ciudadanos.

Por el lado de Podemos, la crisis interna ha atentado contra la posibilidad de crecimiento por izquierda. La fractura entre Pablo Iglesias, secretario general del partido, e Íñigo Errejón, debido a la decisión del segundo de abandonar el sello Podemos en favor de un agrupamiento vecinalista, Más Madrid, ha puesto a Podemos en una situación de debilidad orgánica para encarar estas elecciones.

De esa debilidad se entiende que el PSOE sea el principal beneficiado electoralmente con la defensa del presupuesto, el cual incluye aumento del salario mínimo, de las jubilaciones y pensiones, ampliación del alcance del seguro de salud, entre otras cosas. “El presupuesto más social de los últimos 20 años”, como es presentado por Sánchez, es la punta de lanza del socialismo para contener los votos progresistas, mientras Podemos intenta recalcular cómo enfrenta una de sus elecciones más difíciles, donde deberá superar la invisibilización mediática, el ataque de la derecha bajo el estigma Venezuela, sus propias indefiniciones y vaivenes en relación al independentismo, y reconquista a ese electorado que descree de los partidos tradicionales y que hoy está siendo seducido por Vox y Ciudadanos.

Por todo esto, las expectativas para los próximos comicios son claramente negativas. Sin embargo, aún no está todo dicho. En España existe una tradición de movilización antifascista que es histórica y se viene expresando como respuesta ante cada movilización de la ultraderecha.

Sin ir más lejos, la convocatoria de las mujeres y disidencias contra la violencia machista el pasado 25 de noviembre fue una enorme contundencia, al punto de que nadie en toda la clase política y la sociedad civil pudo mantenerse al margen.

Fue una movilización social de similares características, antimachista, antixenofóba y antifascisa, la que desequilibró el mapa político en las últimas elecciones norteamericanas, no sólo precipitando la derrota de los candidatos de Trump en Estados claves, sino que, también, empujando cambios de dirección y referentes de la oposición. La pregunta que aparece entonces, es si se podrá construir en España un salida a tiempo, capaz de incluir programáticamente a estos movimientos, pensando en poner un freno a la ultraderecha que parece estar creciendo en toda Europa, o, por el contrario, se impondrá la línea más moderada que intenta centrar con fracciones de la misma derecha que dice combatir. Históricamente el PSOE a mostrado ser una vía muerta, es necesario por lo tanto patear el tablero con un opción política que realmente defienda los intereses de lxs oprimidxs.

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