A 42 años de los hechos, luego de más de 30 testimonios ante la CONADEP y de más de un año de juicio oral, el Tribunal Federal I de San Martín acaba de condenar a quien fuera gerente de manufactura de Ford, Pedro Müller y al jefe de seguridad, Héctor Sibilla por delitos de lesa humanidad. También fue condenado en esta causa  Santiago Omar Riveros. El 15 de marzo se leerán los fundamentos de la sentencia.

La tenaz lucha de los laburantes y su defensa logró en este juicio demostrar que FORD FUE LA DICTADURA. La empresa y sus cuadros directivos no sólo colaboraron, sino que fueron responsables y partícipes activos de los secuestros, desaparición y tortura de 24 trabajadores. A lo largo del juicio se demostró que Ford y sus directivos elaboraron las listas de personal a ser desaparecido, proveyeron logística (movilidad, alimento, combustible), construyeron un centro clandestino de detención en su propio predio, aportaron su estructura de mandos para que las detenciones fueran posibles (¿cómo identificar a una persona en una planta de 5000 laburantes si no es a través de la gerencia, superintendentes, capataces y subcapataces?).

A lo largo de estos años, Ford lo único que respondió fue que había sido “víctima” de las disposiciones del gobierno militar. Sin embargo, nunca se quejó de ese dominio, al contrario realizó inmensos negocios durante la dictadura. Por el contrario, se convirtió en la automotriz N° 1 del mercado local, vendió Ford Falcon sin patentar por orden de Harguindeguy y consiguió un aumento exponencial de la productividad y de sus ganancias al arrasar la organización sindical en el lugar de trabajo.

El caso de Ford demuestra el marcado contenido de clase de la dictadura. Agrega elementos a una legendaria historia de Ford con el anticomunismo y con los regímenes represivos más siniestros: durante la Segunda Guerra Mundial apoyó al III Reich de Hitler y se benefició con el trabajo esclavo; en Sudáfrica se benefició del apartheid; en América Latina fue parte de la política contrarrevolucionaria a través de la empresa y de su fundación de estrechos lazos con la CIA.

Pero no es éste un caso excepcional. Las grandes empresas nacionales y extranjeras fueron parte activa de la dictadura. El poder económico del capital fue mucho más que cómplice del terrorismo de estado: fue parte de la represión. El largo proceso de lucha por memoria, verdad y justicia tiene aquí un largo camino que recorrer, ya que el poder empresario no había tenido hasta ahora sentencias de este tipo. La imposibilidad de juzgar penalmente a las empresas, la clandestinidad de la represión y el secreto con que las empresas esconden de forma sistemática sus archivos, sus cadenas de mando, sus comunicaciones internas, sobre la base del poder económico que siguen teniendo, dificulta enormemente la tarea de “probar” esa responsabilidad. La sentencia de hoy muestra que eso es posible.

Ford fue la dictadura

El poder económico fue responsable

Memoria, verdad y justicia

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