Esta pregunta resuena y se hace presente en las discusiones dentro del campo popular, entre compañeros y compañeras de organizaciones de distintas tradiciones políticas, entre el activismo y también en sectores amplios (y cada vez más numerosos) que rechazan las políticas derechistas del macrismo. En estas líneas buscaremos llenar de contenido y aportar a un debate central para la etapa actual.

Hay 2019… ¿Para quién?

“Hay 2019” es la consigna que desde hace meses levantan el kirchnerismo y sectores del PJ, sin aún poder expresarlo en una propuesta concreta, pero haciendo eco de la misma en cada oportunidad que se les presenta. Desde entrevistas en grandes medios a referentes de las primeras líneas, como Axel Kicillof (posible candidato en la provincia de Buenos Aires), pasando por intervenciones de dirigentes sindicales en el acto que tuvo lugar el 24 de septiembre y apareciendo, obviamente, en la agitación de las organizaciones más cercanas a CFK que anclan su intervención en que el gobierno de Cambiemos se debe ir, pero respetando “las instituciones” y por la vía democrática. La pregunta inmediata que comienza aparecer en las barriadas de todo el país es ¿cómo se aguanta y se llega hasta el 2019? Evidentemente el horizonte planteado a casi un año de las contiendas electorales aparece como lejano para millones de trabajadores y trabajadoras que vemos cómo día a día se deterioran nuestras condiciones de vida.

Entonces ¿para quién hay 2019? En algún sentido, esta consigna expresa (más allá de la buena voluntad con la que muchos de las y los militantes la hacen carne) el acuerdo al que las clases dirigentes y los principales partidos políticos del régimen han llegado, luego de más de una década desde 2001: no hay que dar margen para un cuestionamiento a las instituciones.

En este punto es innegable el aporte hecho por el kirchnerismo durante sus 12 años de gobierno. Un pequeño pero ilustrador ejemplo es la muestra de gigantografías que en 2011 montó el entonces gobierno nacional en los principales puntos de la Ciudad de Buenos Aires, retratando su lectura de esos años: una crisis a la que no se debe volver. Claro está, esta lectura caló hondo en amplios sectores de la población y fue recurrente en las intervenciones públicas de Néstor y Cristina, erigiendo entonces a su proyecto como el gran “salvador de esa catástrofe social”. Ese colchón de estabilidad, o “interludio de crisis” como algunos han llamado al período kirchnerista, aparece como sustrato de la consigna en cuestión.

Reivindicar la rebelión

Sin embargo, frente a esta mirada somos muchos y muchas quienes de diciembre de 2001 ponderamos no sus aspectos de crisis por arriba sino el acto rebelde que emergió desde abajo. La capacidad de respuesta de amplios sectores populares para decirle basta a las políticas hambreadoras de décadas, que en esos momentos se personificaban en el gobierno de De la Rúa, constituye sin dudas un antecedente fundamental para quienes seguimos organizándonos con una perspectiva revolucionaria. La emergencia de un movimiento popular que dio por tierra con los negociados que todos los bloques políticos habían llevado adentro del congreso para saquear a las y los jubilados, a la educación pública y a los y las más desfavorecidas fue sólo contenido con salvajes represiones, que se llevaron a docenas de compañeros y compañeras, entre ellos a Darío y Maxi. Sin embargo, hoy, en este instante, a toda hora, mueren pibes y pibas por enfermedades curables, mujeres o personas con capacidad de gestar por abortos clandestinos, jóvenes por el gatillo fácil. La miseria tecnocráticamente planificada mata a gran escala.

No casualmente, somos nosotros y nosotras quienes con los lentes de HOY 2018, bajo el gobierno de Cambiemos y el ajuste que despliega de la mano del FMI, seguimos viendo la potencialidad de la rebelión popular del 2001 y por lo tanto militamos en las calles, barrios, lugares de trabajo, escuelas y universidades para que Macri se vaya ahora porque no hay tiempo para 2019.

Dos universos distintos

Es innegable que el descontento popular crece y quedó de manifiesto en las jornadas del 24 y 25 de septiembre, con paro nacional de por medio. La jornada del primero de los días en todo el país mostró a muchísimos sectores de la clase trabajadora en las calles repudiando las políticas del gobierno. Coincidimos en distintas plazas sectores del sindicalismo combativo, sectores díscolos de la conducción cegetista y los movimientos sociales (que vienen jugando un rol protagónico, marcando su propia agenda) poniendo de manifiesto que hay condiciones para enfrentar el ajuste. Claro está, no se expresa en el conjunto la misma orientación política, pero sin embargo sí da cuenta de un humor social particular. El 25 fue un día donde fuimos los sectores de izquierda, principalmente, los que salimos a hacer activo el paro. En esta jornada, si bien menos masiva que la del día previo, con una importante repercusión mediática, se logró cortar accesos en distintos puntos del país y por lo tanto poner sobre la mesa nuevamente la tensión entre el esperar y el salir a las calles.

Mientras el cuarto paro nacional en su mandato tenía lugar, como si viviera en un realidad paralela, Mauricio Macri se paseaba de reunión en reunión en Nueva York, repartiendo halagos a Christine Lagarde, bailando en reuniones empresariales y pactando una nueva entrega de nuestra soberanía. Prácticamente en simultáneo, se conocía la renuncia de Nicolás Caputo, hasta entonces titular del Banco Central, sumando una nueva baja al “mejor equipo de los últimos 50 años” (sic). Lejos ha quedado la figura de un gobierno que “manejaba todas la variables” y parecía imbatible, quedando de manifiesto las tensiones internas y dando muestras inocultables de su creciente debilidad.

Meses de lucha por delante

Las recientes cifras del INDEC nos muestran de manera clara los efectos devastadores de las políticas de Cambiemos y el FMI: el 27,5% de la población de nuestro país, es decir 11.500.000 personas, se encuentra debajo de la línea de la pobreza. De ellas, 750 mil han comenzado a estarlo en los últimos seis meses, y el 41 % de las y los niños menores de 14 años no tiene acceso a las condiciones mínimas para una vida digna. Está claro que estos números sólo pueden aumentar si el programa económico del gobierno sigue desplegándose. Para esto, Cambiemos buscará que se apruebe cuanto antes el Presupuesto nacional que arrime sus expectativas de déficit cero, expresión que lo que esconde detrás, pero los medios de comunicación no aclaran, es más hambre y pobreza. Varios miembros del “PJ racional” han dado vistos buenos para que esto ocurra, poniendo de manifiesto que están dispuestos también a llegar a 2019. Otros dudan ante una movilización popular en la que resonará diciembre de 2017 y en la que sobrevolará el fantasma de diciembre de 2001.

Ante esta abrumadora realidad, que se objetiva en números concretos, es irremediable preguntar nuevamente ¿Por qué hay que esperar a 2019? De profundizarse este camino, el 2019 lo único que va a traer son peores condiciones para las mayorías, más miseria y desocupación. Pero no sólo esto, dará la posibilidad para que efectivamente las políticas del FMI se afiancen y el futuro de generaciones siga siendo hipotecado mientras los de arriba se llenan los bolsillos.

No se puede esperar, no hay tiempo para esperar. Si no derrotamos ahora y en las calles a este gobierno, lo único que habrá en 2019 son nuevos administradores de la crisis, nuevos agentes de los organismos internacionales que no resolverán en nada los problemas de las mayorías. Sólo con protagonismo popular y con la lucha de masas en las calles se abrirá la posibilidad de que comencemos a construir una alternativa real para quienes movemos el país con nuestro trabajo. Como pueblo, tenemos el derecho y el deber de la rebelión; y esa es la enseñanza principal de 2001 para nosotros y nosotras.

 ¡Fuera Macri ya!

 ¡Rechacemos el Presupuesto nacional en las calles!

 ¡Abajo el acuerdo con el FMI!

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