“Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo” Tesis XI sobre Feuerbach, Karl Marx.

Entre las muchas citas que podemos recuperar de Marx, elegimos ésta, pues aunque ampliamente difundida, ilustra de manera muy precisa toda la potencia de una de las mentes más brillantes de nuestra historia -sino la más- y el sentido último de toda su pasión por la filosofía y la investigación.

Nacido como Karl Heinrich Marx un 5 de mayo de 1818 en Treveris (Prusia) se interesó desde joven por la filosofía y la dialéctica hegeliana, la que toma para elaborar su propio método científico para el estudio de la historia y la sociedad.

Periodista, militante, investigador, filósofo, historiador, sociólogo, economista… Carlos Marx ha sido encasillado según el interés particular con el afán de realzar un aspecto en detrimento de otros o para intentar rebatir sus posturas. Lo mismo ha ocurrido en relación a su “madurez”, colocando a un “joven Marx” frente a un “Marx adulto”, donde muchas veces se lo expone en oposición.

Como marxistas, no podemos negar diferencias sustanciales entre sus escritos ni entre sus publicaciones. Pero como marxistas, no podemos tampoco ignorar la totalidad e integralidad de su obra. Principalmente porque Marx no se interesa por la erudición en sí, ni por el estudio de laboratorio, ni por la admiración o vanagloria intelectual. Su vida entera está orientada a acompañar el ritmo de ese motor de la historia que no se detiene ni por un instante. Su labor se desvive en la batalla de ideas (eso mismo en lo que Fidel ha hecho tanto hincapié) por un lado, y en dotar de herramientas a la clase obrera por otra, cuya obra inacabada “Das Kapital”, tiene como sujeto receptor. Es en los trabajadores y trabajadoras en quien Marx piensa cuando lo escribe, sabiendo, por cierto, que no por develar el misterio del peso de las relaciones sociales de producción en nuestras vidas, el conocimiento del funcionamiento de la explotación capitalista, el origen de “la riqueza de las naciones”, la concientización del movimiento de las sociedades en la historia, en fin, que no por caer en cuenta de ello se eliminan tales reglas. Pero sí que el hombre es capaz de tomar una decisión con ese conocimiento: la resignación o la acción. A esto último aspira por supuesto Marx, a generar movimiento. No a explicar (paso necesario) sino a transformar (paso decisivo).

El mundo no ha de ser transformado por ideas, sino por la acción. De allí que el propio Marx participara activamente en los movimientos revolucionarios de su época, siendo ferviente militante en la Liga de los comunistas (y elaborando el manifiesto comunista), apoyando el proceso de la Comuna de París y recuperando todas sus enseñanzas para la práctica política. Es esta militancia, y no sólo sus escritos, la que explica que fuera perseguido y debiera exiliarse en diversas oportunidades, acechado por una clase dominante que se sabe atacada por la fuerza de su obra y su práctica, y a la que asesta en el plano teórico un golpe del que nunca se repondrá.

Entre su vasta producción, en muchos casos textos elaborados junto a Engels, se destacan “La ideología alemana”, “Miseria de la filosofía” (trabajo que rebate “Filosofía de la miseria”, de Proudhon), “La guerra civil en Francia”, “El manifiesto comunista”, “Contribución a la crítica de la economía política”, la “Tesis sobre Feuerbach”, los “Grundisse”, y por supuesto “El Capital”, el más terrible misil que jamás se haya lanzado a la cabeza de los burgueses.

Pero como hemos dicho, nuestro Marx no es una eminencia ensimismada. Tampoco un iluminado que ha elaborado “manuales”, mucho menos dogmas. Por mal sendero han ido y van quienes entienden al marxismo como una doctrina cerrada de una vez y para siempre.

Nuestro Marx es un prisma para comprender el mundo, una guía para la acción, una herramienta para la transformación, un marco teórico con principios firmes (que no es lo mismo que estáticos ni inmutables) aplicados a nuestro tiempo y realidad concreta, con las particularidades de nuestra propia historia, cultura e idiosincrasia latinoamericana, como bien lo han comprendido Mariátegui y Guevara que han enriquecido al marxismo con análisis y características propias de nuestra identidad y región.

Doscientos años es muy poco tiempo en términos históricos. El marxismo siguió desplegando sus alas, más allá de Marx en vida. Hoy, su pensamiento y acción sigue siendo una lente fundamental para analizar la realidad y construir una crítica certera y punzante, aguda y total que ponga al desnudo las bases del capitalismo. El desarrollo actual de ese modo de producción no fue previsto tal cual lo conocemos hoy por el genio de Tréveris. Pero sus engranajes siguen teniendo las claves que sólo desde una mirada marxista pueden ser entendidas. Nuestro mundo, atravesado por guerras desoladoras, por millones de pobres, por la perspectiva de un desarrollo que acabará ecológicamente con el planeta, nos hace recuperar y reivindicar la necesidad de buscar una nueva manera de producir y reproducir nuestra existencia. Marx vivió haciendo de su reflexión una fuente permanente de acción y de lucha transformadora. Recuperar su vigencia no puede hacer otra cosa que llevarnos a organizarnos políticamente y transformar de raíz este sistema de explotación, para generar las esperanzas de que la humanidad puede avanzar hacia una vida más digna.

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