El recambio generacional prometido en 2013 por Raúl Castro, al comenzar su segundo período en el gobierno de Cuba, va tomando forma. El 19 de abril asumió la presidencia del Consejo de Estado y de Ministros de Cuba Miguel Díaz Canel. La novedad no es sólo generacional –en tanto se trata de un hombre nacido luego del triunfo de la Revolución-, también abre un período en el que el presidente del Estado no será simultáneamente Primer Secretario del Partido Comunista (PCC) ni comandante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Es que estos dos últimos cargos seguirán teniéndolo a Raúl Castro al mando. Esa distinción entre los cargos no se realizaba desde hacía más de dos décadas. Sin embargo, Raúl ya anunció que cuando finalice su mandato al frente del PCC en 2021 espera que ese lugar sea ocupado por Díaz Canel. Se trata de dos espacios de poder. Por un lado, las FAR controlan buena parte de la economía nacional. Por el otro, el PCC, según el art. 5 de la Constitución Cubana, “es vanguardia organizada de la nación cubana, fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado”.

Apenas producida la elección del nuevo presidente llegaron los gritos de la comunidad cubana instalada en Miami, denunciando a Díaz Canel como el títere de Raúl que no hará las modificaciones necesarias –o, mejor dicho, que no impulsará el restablecimiento del capitalismo que ellos quieren-. Más allá de sus discursos tribuneros, que no ahorran insultos y tergiversaciones, como hablar de la dictadura de los Castro, hay que decir que en algo tienen razón: Díaz Canel no llegó a la presidencia para arrasar con la Revolución.

Otra crítica reiterada por los voceros internacionales del capitalismo se orienta hacia el sistema electoral cubano. Por tratarse de una elección indirecta se han permitido llamar a Cuba una dictadura donde el gobierno se pone a dedo. Convenientemente olvidan que hay sistemas de elección indirecta en países que ellos consideran la cima de la democracia, como España, Reino Unido, Alemania y Estados Unidos, sólo por nombrar algunos. Países que todavía en 2018 ostentan la increíble figura de un rey no elegido por nadie que convoca a formar gobierno. O vericuetos en Estado Unidos que permiten que quien gane mayor cantidad de electores asuma la presidencia, aunque la mayor cantidad de votos reales la haya obtenido su opositora. El análisis que nos corresponde a los partidos revolucionarios respecto del sistema electoral cubano no tiene ni un punto en común con este contrabando ideológico. Nuestra preocupación pasa por los mayores niveles de participación popular en las decisiones políticas, económicas, sociales y culturales.

 

¿Quién es Miguel Díaz Canel?

Antes de analizar la proyección política de su gobierno, hagamos un breve repaso de quién es el nuevo presidente cubano. Aunque haya nacido luego de la Revolución y no pertenezca a la generación que combatió en la Sierra, se trata de un cuadro político del PCC. Díaz Canel dio sus primeros pasos militantes en la Unión de Juventudes Comunistas (UJC), luego fue miembro del Comité Central del Partido, presidente del Partido en Villa Clara y desde 2003 en Holguín. También fue miembro del Buró Político del PCC, ministro de Educación Superior y finalmente Vicepresidente Primero de Cuba.

Dos datos de su trayectoria llaman la atención. Durante su gestión en Villa Clara surgió en Santa Clara –capital de la provincia- el “Mejunje”, un centro cultural que fue el primero en presentar espectáculos transexuales y donde encontraron su lugar la comunidad gay, la nueva generación de músicos, etc. Ramón Silverio, creador y director del Mejunje, quien también expone allí su propio espectáculo de travestimos, le reconoce su respeto por la diversidad. Por otro lado, también es conocida su defensa del blog crítico “La Joven Cuba”. Muchos dogmáticos integrantes del PCC y del gobierno han acusado a esta página de gusana, de hacerle el juego al enemigo, e incluso la han bloqueado por tiempos. En este debate, Díaz Canel defendió el derecho a discrepar con las decisiones oficiales.

 

Proyecciones y desafíos del gobierno cubano

En primer lugar –y con la honestidad política que corresponde a un partido revolucionario- es preciso señalar que se trata de una transición que llega tarde y cuando ya casi no hay opción, ante el natural envejecimiento y fallecimiento de las y los líderes de la Revolución. No olvidemos que Fidel fue el líder indiscutido de la Revolución, más allá de los pasos de Urrutia y Dorticós por la presidencia, desde 1959 hasta 2006. Recién en ese año, y debido a lo avanzado de su enfermedad, fue reemplazado por Raúl, quien estuvo 12 años al frente del gobierno. El problema de la formación de cuadros y la renovación de las dirigencias es uno de los más complejos de abordar y Cuba no estuvo exenta.

Junto con el desafío de construir una nueva dirección para la Revolución, Díaz Canel asume la presidencia en un contexto internacional y continental adverso. Por un lado, los gobiernos progresistas y reformistas en los que Cuba podía encontrar aliados, vienen en franco retroceso. Ya sea por golpes de Estado, golpes suaves o elecciones, en la mayoría se imponen gobiernos de derecha. Incluso, Venezuela que ha sido de una importantísima ayuda a la economía cubana con el comercio de petróleo, hoy está pudiendo garantizar sólo el 50% de lo que abastecía en años previos. En tanto, el imperialismo, desde la llegada de Trump al gobierno yanqui, desanduvo cualquier acercamiento tibio impulsado por Obama y recrudece su hostilidad hacia Cuba. En ese marco, las relaciones de la isla están avanzando con Rusia, China y la Unión Europea que ya invierten en la zona franca del Mariel.

Tanto en el discurso de salida de Raúl, como en el inaugural de Díaz Canel ante la Asamblea Nacional del Poder Popular, quedan de manera explícita los objetivos y desafíos que emprende la Revolución. Raúl confirmó el rumbo político adoptado en el VI Congreso del PCC y lamentó que el avance no hubiera sido más veloz, por lo que varias tareas quedan pendientes para el nuevo gobierno: “Sabíamos que iniciábamos un proceso de enorme complejidad, que por su alcance abarcaba todos los elementos de la sociedad y requería vencer el obstáculo colosal de una mentalidad cimentada en décadas de paternalismo con secuelas significativas en el funcionamiento de la economía”.

Díaz Canel recogió el guante. Señaló con firmeza que “en esta legislatura no habrá espacio a los que aspiran a una restauración capitalista”. Reivindicó abiertamente a la Revolución y su vanguardia y allí inscribió su propio gobierno como continuidad, a la par que sostuvo la política de reformas emprendidas: «El mandato dado por el pueblo a esta legislatura es dar continuidad a la revolución cubana en un momento histórico crucial, que estará marcado por todo lo que debemos avanzar en la actualización del modelo económico».

Dicha actualización del modelo encuentra sus orígenes en el llamado Período Especial en los años 90. Ante una crisis económica demoledora, fruto del brutal bloqueo económico impuesto por el imperialismo yanqui y de la caída de la Unión Soviética,  el gobierno cubano tuvo que adoptar una serie de medidas coyunturales. No obstante, con el paso del tiempo estas se fueron asentando en la economía de la isla y lejos de desaparecer, no han hecho otra cosa que profundizarse. Entre los graves problemas que estas reformas generan, está el abismo existente entre las/os cubanas/os que tienen un empleo estatal y, por tanto, cobran su salario en CUP (moneda nacional), y las/os cubanas/os que reciben remesas de familiares en el extranjero o desarrollan actividades vinculadas al turismo o por cuenta propia. Estos últimos reciben salario en CUC (el peso convertible, equiparable al dólar) y su economía les permite acceder a un nivel mucho más confortable de vida que los/as trabajadores/as estatales (aunque entre estos haya médicos, docentes, intelectuales, etc).

En 2008, luego de la elección que designó a Raúl como presidente, el ritmo de las reformas iniciadas en los ‘90 fue acelerándose. Y eso se condensó en el Sexto Congreso del PCC (2011) cuando se aprobaron los Lineamientos para la Política Económica. Allí, lo que se planteó como la “necesaria actualización para un modelo socialista sustentable” se tradujo en la introducción de reformas parciales y graduales que abren el espacio para el mercado. Entre la batería de medidas que se adoptaron estuvo el aumento en la edad jubilatoria, el despido de medio millón de personas en el sector público y una apuesta al desarrollo de empleo en el sector privado, particularmente en el Puerto de Mariel. Esta medida confluía con otra no menor, que amplió los criterios para el ingreso de inversión extranjera en la isla. A la par, el desarrollo del cuentapropismo fue reforzando una creciente estratificación social en la isla. Una de las reformas que todavía está pendiente es la que apunta a la reunificación de la moneda.

La dirección de la Revolución es consciente de estas problemáticas. Por ello, repite un discurso que a la vez que afirma la necesidad de “actualizar la economía”, asegura que no habrá cambios bruscos ni dramáticos. Es claro que hace años Cuba atraviesa momentos difíciles. Tras la derrota de los proyectos revolucionarios en Nuestra América, Cuba es aislada y atacada por un feroz y genocida bloqueo económico y político impuesto por la potencia más poderosa del mundo. El capitalismo salvaje hegemónico en el mundo ejerce presiones objetivas sobre un pequeño pueblo de 12 millones de personas que tuvo el valor y la estrategia política necesaria para ensayar la primera Revolución Socialista triunfante en Nuestra América.

En una etapa defensiva en el mundo entero, Cuba busca defender los mayores logros de la Revolución. Sostener los altísimos índices de acceso a la salud y a la educación que le permiten decir con orgullo que se trata del único país sin desnutrición ni analfabetismo infantil. Pero a la par, para resolver graves problemas como la infraestructura o la vivienda, sin aliados, no hay más posibilidades que las reformas que están en curso.

Por ello, sin negar que las transformaciones y medidas implementadas implican un retroceso en tanto constituyen un avance del mercado y las relaciones capitalistas, no podemos menos que comprender el complejo contexto mundial y latinoamericano en el que se desarrollan y continuar reivindicando los logros del proceso revolucionario, evidencia incontrastable de que el socialismo constituye el único camino para que la humanidad pueda efectivamente superar todas las formas de explotación y opresión.

Toda nuestra solidaridad y apoyo al pueblo y gobierno de Cuba en esta etapa.

¡Contra el imperialismo y por el socialismo, Viva Cuba Revolucionaria!

 

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