José Carlos Mariátegui llegó a este mundo en las postrimerías del siglo XIX y se marchó prematuramente un 16 de mayo de 1930. Sin embargo, como muchos de los colosos del pensamiento político, en su corta estancia terrenal dejó un legado ineludible para quienes nos planteamos una segunda y definitiva independencia del yugo imperialista en pos de crear una sociedad socialista y antipatriarcal.

El genio de Mariátegui fue atravesado por el pensamiento marxista y la convulsionada vida política europea de los años ’20 y también fue influenciado por los aires de libertad de la revolución bolchevique, que se había levantado desde la cenizas de la por entonces más brutal de las guerras imperialistas conocida por la humanidad. A partir de estas herramientas y de comprender la necesidad de la actividad política para transformar el mundo, fundó el Partido Socialista Peruano que luego de adherir a la Internacional Comunista pasaría a llamarse Partido Comunista Peruano.

Considerado como el primer marxista latinoamericano, supo que el partido, en tanto herramienta indispensable para emancipación del proletariado, debía adaptar su praxis a las circunstancias del país, obedeciendo a una amplia visión de clase, y que esas mismas circunstancias nacionales estaban subordinadas al ritmo de la historia mundial. El convencimiento de que desde estas latitudes debíamos evitar ser calco y copia de lo que ocurría en Europa, lo llevó a pensar y actuar en nuestra América reconociendo primero las condiciones específicas de su realidad. Así lo atestiguó su obra más importante: “Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana” (1928). En ella Mariategui realiza un estudio detallado de los problemas más acuciantes de su país y del grado de desarrollo de las relaciones sociales capitalistas.

En esta dio cuenta de la coexistencia de distintos modos de producción y de prácticas derivadas de ellas, en el Perú, en relación al análisis regional. Explicó la existencia de una burguesía dependiente de las imposiciones del imperialismo y de un capitalismo con lento desarrollo y con destellos de un naciente proletariado. La presencia de un poderoso y diseminado sector terrateniente que explotaba la tierra con baja productividad, poca inversión utilizando formas de trabajo forzado aprovechando sus lazos de poder y arraigadas tradiciones locales. Y la pervivencia de una enorme masa de población indígena campesina, involucrada en estos mecanismos de explotación, donde el problema del “indio” se presenta como un problema social, ligado al problema de la propiedad de la tierra, al mismo tiempo que la pervivencia de prácticas comunitarias productoras de lazos de solidaridad significativos que deben ser tenidos en cuenta a la hora de planificar un futuro socialista.

Este último punto implicó el encuadre de la problemática indígena, una problemática bien latinoamericana, desde una perspectiva económica, vinculándola al problema agrario y a la necesidad de liquidar el latifundio para avanzar hacia soluciones reales. Este, uno de sus grandes aportes a la teoría marxista, representó un cambio de cosmovisión, superando puntos de vistas filantrópicos o humanitarios.

Este trabajo de análisis de la realidad de Perú llevó a Mariátegui a considerar la necesidad de construir un partido dirigido por el proletariado en alianza con sectores indígenas y campesinos, que trabaje en pos de construir la revolución socialista en América Latina. Esta posición lo llevó a enfrentarse a la corriente reformista representada en el APRA de Haya de la Torre en su país, así como también a las posiciones del marxismo soviético, representado en América Latina por Victorio Codovilla del PC argentino, de alianza con sectores de la burguesía.

Mariátegui representa un marxismo vivo y pensado desde Latinoamérica, a partir de las especificidades que encuentra el desarrollo del capitalismo en este continente, comprendiendo de forma dialéctica las características estructurales del modo de producción y también la forma que adquiere en el ámbito local. Mientras algunos críticos le señalan un supuesto localismo, también fue acusado de eurocéntrico por su capacidad para poner en relación ambas escalas de análisis. Mariátegui representa la lucha de los pueblos por la liberación de la explotación, la necesidad de la organización política y la identificación del proletariado como el sujeto que debe conducir esa revolución, comprendiendo acabadamente que el socialismo debe llegar de la mano de la unidad latinoamericana, en oposición a los ataques del imperialismo:

“Si la revolución liberal, nacionalista por sus principios, no pudo ser actuada sin una estrecha unión entre los países sudamericanos, fácil es comprender la ley histórica que, en una época más acentuada de interdependencia y vinculación de las naciones, impone que la revolución social, internacionalista en sus principios, se opere con una coordinación más disciplinada e intensa de los partidos proletarios”

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* Del quechua, maestro

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