Hace exactamente siete décadas atrás, el 9 de abril de 1948 el líder liberal Jorge Eliécer Gaitán era asesinado en el centro de Bogotá. Gaitán era visto como una posibilidad de cambio por amplias masas colombianas, hartas de la falta de futuro provocada por la combinación de latifundio, prepotencia oligárquica y subordinación al imperialismo yanqui.

La respuesta popular al asesinato del líder fue una rebelión de dimensiones épicas. Allí estaba un joven Fidel Castro que pudo sacar más de una conclusión en relación a los límites que las clases dominantes y el imperialismo ponían a un proyecto democrático, a favor de las mayorías. También estaba allí George Marshall, como vocero de Estados Unidos en la formación de una institución que aún hoy sigue escribiendo páginas en la historia de la infamia: la Organización de Estados Americanos.

En lo inmediato el asesinato de Gaitán dio inicio a la llamada “etapa de la violencia”, en perspectiva histórica se puede afirmar que marcó el puntapié para un largo período en el que la clase dominante y su estado enfrentaron con la guerra a los sectores populares. El Bogotazo bien puede leerse como el inicio de la fase caliente de la Guerra Fría en Nuestra América, situación que escalaría luego del triunfo revolucionario en Cuba años más tarde.
Setenta años después, establecido este día como Día de la Memoria y Solidaridad con las Víctimas, la paz con justicia social sigue siendo un objetivo, una apuesta que enfrenta los embates del establishment. La posibilidad de discutir y proponer una alternativa en este país que es uno de los más desiguales de Latinoamérica; las bandas criminales siguen operando con el aval del estado, y en los pasados dos años más de 300 líderes y lideresas sociales fueron asesinados. Los y las presas políticas se siguen contando por miles. La concentración de la tierra y, verdadera “contrarreforma agraria” que se sirve de la violencia abierta para desplazar a más de 6 millones de campesinos y campesinas, es la base sobre la que se desarrollan los grandes proyectos extractivistas. Las fuerzas armadas siguen con su formación en la nefasta Doctrina de la Seguridad Nacional. La concentración y el discurso único contrainsurgente de los grandes medios de difusión acallan las voces disidentes. La mercantilización de la educación contribuye a una despolitización de amplios sectores del pueblo.

A más de un año de firmados los acuerdos de paz de La Habana con las FARC – EP y estando abiertas las negociaciones con el ELN, la situación del país hermano es por demás preocupante. El triunfo legislativo de la derecha y un posible triunfo presidencial del candidato uribista debe poner a todas y todos los luchadores de Nuestra América en alerta. Desde Argentina, desde esta Patria Grande en la que la ofensiva contra las y los trabajadores y pobres, enviamos nuestro abrazo al pueblo trabajador de Colombia, a las víctimas y sobre todo a todos aquellos y aquellas que en medio de la adversidad siguen peleando por un futuro de paz y justicia social para Colombia, por la segunda y definitiva independencia del continente, por la revolución y el socialismo.

¡Memoria, Verdad y Justicia!

Venceremos – Partido de Trabajadorxs
9 de abril de 2018

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