“Ford Motor Argentina creyó en el Proceso de Reorganización Nacional porque vio en él  el vehículo para que el país se reencuentre con su verdadero camino, el camino que lo conduzca al sitio que le corresponde dentro del margen nacional y también en el marco mundial”.

Comunicado de Prensa de la Compañía Ford Motor Argentina

Por Marianela Galli y Valeria Ianni

 

  1. El largo camino de llegar al juicio

“Estamos acá en el borde de ver a esta gente en el banquillo de los acusados y que se defiendan, como nosotros no hemos podido” afirmó Troiani, uno de los delegados secuestrados y detenidos en la planta de Ford, a la Radio Imposible un día antes de comenzar el juicio. En la mañana lluviosa del 19 de diciembre empezó el juicio contra los ex directivos de la Ford. La emoción  transmitida por el grupo de los trabajadores era tan grande que no cabía en la sala y  contagió con rapidez  al resto del público presente en la sala del Tribunal Oral Federal Número 1 ubicado en San Martín, provincia de Buenos Aires.  En ese lugar, se dieron cita las víctimas, sus familiares, referentes de  Madres de Plaza de Mayo como Nora Cortiñas y Tati Almeyda y de otros organismos de derechos humanos,  compañeros delegados  gremiales de las centrales sindicales y estudiantes universitarios para acompañarlos y abrazarlos en un día histórico.

Lo imposible sólo tarda un poco más y este juicio fue postergado en numerosas ocasiones por responsabilidad de diversas instancias del poder judicial. A su vez,  este comienzo se vio empañado por la fuerte represión desplegada el día anterior  en los alrededores del Congreso Nacional contra los ciudadanos  que fueron a protestar contra el proyecto de reforma previsional impulsado por el gobierno nacional.

Este juicio proviene de la causa 2855 “MULLER PEDRO Y OTROS S/PRIVACION ILEGAL DE LA LIBERTAD” (más conocida como causa FORD) en la cual se investigaron hechos relacionados con la participación de los directivos de la empresa Ford Motor Argentina en delitos cometidos durante la última dictadura cívico-militar (1976-1983) que tuvieron como víctimas a trabajadores de esa compañía. El proceso se originó con las primeras denuncias que realizaron los trabajadores ante la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) en 1984. A partir de la reapertura de los juicios por delitos de lesa humanidad, el caso Ford transitó por tres departamentos judiciales diferentes de la justicia federal y tardó más de 11 años de ser elevada a juicio. La causa se desprende de la llevada adelante contra Santiago Omar Riveros, quien era responsable militar de la zona de defensa delimitada por el Ejército argentino donde se encontraba la planta de Ford.

Los acusados son los directivos Nicolás Enrique Courard, presidente de la compañía (fallecido impune); Pedro Müller, gerente de manufactura; Guillermo Galarraga, gerente de relaciones laborales (fallecido impune) y Héctor Sibilla, teniente retirado, jefe de seguridad y protección de la planta fabril. Los delitos que se les imputan en esta causa son: privación ilegítima de  libertad doblemente agravada  por haber sido cometida por abuso funcional y con violencia y amenazas y tormentos sobre  24 trabajadores, todos ellos operarios de la planta FORD Argentina S.A. ubicada en la localidad de Pacheco, provincia de Buenos Aires. Muchos de ellos, además, cumplían el rol de delegados gremiales.

La causa siempre avanzó gracias a la voluntad y perseverancia de las víctimas, que han venido  denunciando junto a sus abogados y una gran cantidad de organizaciones de derechos humanos, sociales y sindicales las diversas violaciones a los derechos humanos a las que fueron sometidas mientras cumplían labores para la conocida empresa automotriz.

 

  1. El accionar represivo y la responsabilidad de Ford en Delitos de Lesa Humanidad

Un  estudio sobre 25 empresas publicado en un libro de dos volúmenes titulado Responsabilidad Empresarial por Delitos de Lesa Humanidad,  elaborado por un conjunto de investigadores de cuatro  instituciones, permitió esclarecer cuestiones pendientes y aportar evidencias concretas acerca de la participación de las  empresas  durante el terrorismo de estado que hasta entonces no habían sido abordadas con esa profundidad y en forma tan sistemática.  A partir de un minucioso análisis sobre un conjunto de archivos de diversa naturaleza, se ha logrado demostrar que  “en el territorio de los establecimientos fabriles, se combinaron con eficacia el accionar de las Fuerzas Armadas y el accionar empresarial para ejercer el poder represivo contra los trabajadores”.  Y, además, se ha podido comprobar que “dicha articulación, plasmada en directivas del Ejército que manifestaron una común preocupación por la conflictividad entre el capital y el trabajo, formó parte de la estrategia de grandes empresas, que pusieron en juego una amplia variedad de prácticas represivas que incluyeron la entrega de información y el aporte de recursos logísticos y materiales a las fuerzas represivas y la instalación de centros clandestinos de detención en el predio de sus fábricas, entre otras. Estas prácticas, tanto por sus características propias, como porque se insertaban en la trama del terrorismo de Estado al vincularse con los hechos que tuvieron como víctimas a los trabajadores, se configuran como delitos de lesa humanidad”.[1]

La represión en la fábrica Ford Motor Argentina ubicada en la localidad de General Pacheco estuvo focalizada en el cuerpo de delegados. El Informe detalla que fueron 35 las víctimas  y que  24 eran trabajadores y delegados que sufrieron persecución política y fueron detenidos en sus domicilios particulares o en el mismo lugar de trabajo. Asimismo, fueron objeto de torturas en el quincho del campo de deportes de la empresa y en las comisarías de Ingeniero Maschwitz y Tigre donde estuvieron desaparecidos hasta que fueron legalizados, puestos a disposición del Poder Ejecutivo Nacional y enviados a las cárceles de Devoto, La Plata y Sierra Chica.

El mismo 24 de marzo de 1976, con el inicio de la última dictadura, fueron detenidos en su lugar de trabajo cuatro obreros de Ford: Jorge Enrique Constanzo, Marcelino Víctor Reposi, Luciano Bocco y Luis María Degiusti; estos fueron secuestrados en el interior de la fábrica por personal militar y vestido de civil, y llevados por unas horas al quincho del centro recreativo de Ford, en donde los interrogaron y golpearon, para luego trasladarlos a la Comisaría de Tigre. Dos días después, en el estacionamiento de la fábrica fue detenido el operario Francisco Guillermo Perrotta, delegado del Departamento de análisis de costos de material e inventarios del área de finanzas, quien también fue llevado a la Comisaría de Tigre.

Según el testimonio de varios trabajadores, un hecho clave fue la reunión de los directivos de la empresa con la comisión interna el día 25 de marzo de 1976 en la que se les anunció, “por momentos en tono jocoso y por otros violento”, que a partir de ese instante ya no sería reconocido este organismo. A partir de esta reunión se suceden una serie de detenciones de los delegados que allí participaron y que fueron trasladados primero a la Comisaría de Ingeniero Maschwitz y luego a la Comisaría de Tigre.

La responsabilidad de los ex directivos de la Ford en delitos de lesa humanidad proviene de un conjunto de  evidencias  que arrojaron tanto fuentes documentales como testimoniales:

  • en el predio de la empresa se montó y funcionó un centro clandestino de detención que funcionó en el espacio del quincho del campo de deportes.
  • la empresa, a través de su personal jerárquico, confeccionó un listado de trabajadores que entregó a las fuerzas represivas para que procedan a la detención de dichas personas. Para ello, los directivos de Ford facilitaron desde los legajos personales y fotografías de sus empleados hasta camionetas para los traslados.
  • la empresa y sus directivos tenían conocimiento sobre las detenciones y que varias de ellas se produjeron en el interior de la fábrica, en horario laboral y frente a compañeros y directivos.
  • el Ejército recibió la contribución de camionetas F100 así como también el hecho de que le fue facilitado el almuerzo diario al personal militar allí asentado.
  • la empresa, a través de sus directivos, brindó la información para los interrogatorios de los detenidos, así como un caso en el que el Jefe de Seguridad de la planta, Héctor Sibilla participó del mismo.

 

Otra prueba relevante para destacar es el conocimiento de la empresa  sobre la situación de detención de los trabajadores  debido a que las familias  tuvieron que  informar a la oficina de personal una vez que recibieron los telegramas que los  intimaban a presentarse a sus labores. Al recuperar la libertad, los trabajadores terminaron siendo despedidos sin cobrar ningún tipo de indemnización debido a la aplicación de la ley 21.400 sancionada por el régimen dictatorial  en septiembre de 1976 que favorecía directamente a las empresas.

La participación de la Ford en el accionar represivo de sus propios trabajadores significó  una clara señal de endurecimiento de la política de disciplinamiento y control de los trabajadores a fines de obtener aumentos en la productividad y acrecentar cada vez más sus beneficios económicos.

  1. “¿De qué se defiende Ford?” Los estrechos lazos de Ford con el poder político, económico y militar

“En marzo de 1976, debido a la decisión del gobierno militar y, por lo tanto fuera del control de la compañía, el Ejército Argentino colocó fuerzas dentro de las instalaciones, que había sido entonces incluida en una zona militar por las autoridades. Las actividades llevadas a cabo por las fuerzas militares fueron absolutamente independientes y desligadas de los procedimientos y prácticas de Ford”.[2] Esta respuesta fue la que dio la empresa ante el Business and Human Rights Resource Centre dependiente de Naciones Unidas  tras  las acusaciones de que habrían estado involucrados en los abusos durante la dictadura militar en Argentina (1976 – 1983).

En ese sentido, resulta fundamental preguntarse ¿Cuál fue el rol de las grandes empresas en la dictadura? ¿Fueron “víctimas” del accionar militar como sostiene la respuesta de Ford en la causa? ¿Fueron cómplices de una acción que en su planificación, ejecución y beneficios eran principalmente definidas por las Fuerzas Armadas? ¿O fueron responsables y protagonistas del accionar represivo?

Durante las audiencias preliminares, al igual que en instancias previas del proceso, las defensas de Pedro Müller y de Héctor Sibilla vienen esgrimiendo un único argumento: que sus defendidos son acusados por haber ocupado un cargo y que “no existen pruebas” de su participación en los delitos de lesa humanidad.

No es casual que, en todos los procesos represivos, las empresas hayan tenido un fuerte protagonismo aunque luego ese rol no fuera lo suficientemente iluminado por los procesos de memoria, de verdad y de justicia. Es que al carácter clandestino de la represión estatal y paraestatal se suma el anonimato de las sociedades empresarias y el secreto privado. Hasta el día de la fecha, la empresa Ford se ha negado a abrir los archivos. En el caso de “The Henry Ford”, la colección documental que podría contener los temas que nos interesan, está únicamente disponible hasta mitad de la década de 1950. [3] Este ocultamiento va a contramano de la declamación de ponerse a disposición para esclarecer los hechos que involucran a la jerarquía de la empresa.

En los últimos años, la apertura de archivos de entes estatales ha permitido obtener evidencias en relación al personal de las fuerzas de seguridad. Es así que el mayor (retirado) del Ejército Héctor Sibilla consta como personal de la DIPBA en Ford[4] donde se señala a numerosos individuos que se desempeñaban como personal de las Fuerzas de Seguridad en distintos establecimientos fabriles.

Sin embargo, el caso del gerente de manufactura Pedro Müller es menos visible que los otros  tres (Sibilla, en juicio; Courard y Galagarra muertos impunes). Resultó significativo que en medio de un sobreactuado alegato acerca de la “violación al derecho de defensa” que estaba “padeciendo” su defendido, el Dr. Nicolás Corleto (del estudio Cúneo Libarona) dijera “¿De qué se defiende Ford?” para rápidamente corregir “¿De qué se defiende Pedro Müller?”

Esta dificultad, provocada por el anonimato de la sociedad empresarial, el secreto privado y la propia clandestinidad de la represión en el caso de Ford, más que una excepción, representa la regla en cuanto al tema de responsabilidad empresarial en delitos de lesa humanidad. En el informe presentado por el Panel de Expertos en 2009[5], se describen una serie de conductas a partir de las cuales la empresa o sus representantes podrían ser considerados responsables de complicidad, habilitación, exacerbación y facilitación de violaciones específicas.

La relación próxima con el autor criminal principal, que en el caso de Ford fue por demás estrecha en todos los planos con el terrorismo de estado, es otro factor que abona a la cuestión de responsabilidad de la empresa y de su personal directivo en este tipo de delitos. A su vez, el informe detalla que esta responsabilidad incluye la de ser “testigo silencioso” y agrega que el beneficio económico que obtiene la empresa es otro índice de esa complicidad. La conclusión del Panel de Expertos es clara: “Si la contribución de la empresa a violaciones manifiestas de los derechos humanos alcanza un grado suficiente [24 desapariciones forzadas en el caso de Ford Argentina], el derecho penal podría tratar a los directivos de la empresa como autores principales y considerarlos responsables de delitos como el asesinato.”[6]

 

  1. El “fordismo” y el despotismo del capital

Puede parecer una obviedad, pero a la luz de la argumentación de la empresa y de las defensas de Pedro Müller y de Héctor Sibilla resulta pertinente reponer algunos de las características del disciplinamiento y control empresario en el lugar de trabajo.

La propia configuración del fordismo como mecanismo de organización de la producción implica un control del capital sobre el trabajo. Esa era la contracara poco propagandizada del “five dollars day”: una política beligerantemente antisindical. En los 30, Henry Ford tuvo como mano derecha a Harry Bennett, un ex marino, encargado de empleo y personal. Bennett era responsable de la organización de verdaderas patotas que se dedicaban a apalear a quienes pretendían introducir la sindicalización en Ford. En 1937, el New York Times calificó a la seguridad de Ford organizada por Bennett como “el más grande ejército privado en el mundo”.[7] En 1937, la policía de Detroit permitió que un grupo de tareas de Ford, formado por unos cuarenta encargados de seguridad, apaleara a quienes querían organizar la UAW (United Automobile Workers, el sindicato de los trabajadores automotrices) en la planta de River Rouge.

En esa misma década, Ford construyó su planta en Colonia, Alemania, Ford Werke. No sólo hubo afinidad ideológica con el nazismo, Ford Werke (junto con Opel, la planta de GM) se convirtió en un proveedor irreemplazable de camiones para el III Reich. Adicionalmente, desde 1940 la empresa se benefició con el uso de mano de obra forzada, de los prisioneros de campos de concentración que el régimen nazi puso a su disposición.[8]

Tras la derrota del Eje (Alemania, el Imperio de Japón y el Reino de Italia), Ford se reestructuró. Bajo el reinado de Henry Ford II, Harry Bennet fue despedido, se elaboró la perspectiva de la ingeniería humana y, en sintonía con los tiempos que corrían, se reconoció a la organización sindical, promoviendo un “sindicalismo responsable”. Al frente de las relaciones industriales fue nombrado John Bugas, un ex – agente del FBI. Parte de esa reestructuración fue Robert McNamara. El “héroe del proyecto Falcon” dejó la presidencia de Ford para convertirse en secretario de Defensa de John F. Kennedy (y luego también de Lyndon B. Johnson). Su nombre ha quedado asociado a la derrotada invasión de mercenarios y marines a Cuba y a la cruenta y también derrotada guerra de Vietnam. Marie Monique Robin, en Escuadrones de la muerte. La doctrina francesa, cuenta que una de las primeras medidas del ex presidente de la Ford fue solicitarle a su par francés, Pierre Messmer, especialistas en guerra contrarrevolucionaria para formar a los oficiales.[9]

El rol de la Fundación Ford en la Guerra Fría y en la lucha “antisubversiva” en América Latina cuenta con numerosos estudios que dan cuenta de la estrecha relación de la transnacional con procesos represivos en todo el mundo. En Brasil, la Comisión Nacional por la Verdad ha registrado denuncias por la colaboración de Ford con la dictadura. En Sudáfrica, Ford se benefició del régimen del apartheid.

  1. La política de control y disciplinamiento obrero en Argentina

El fordismo desde sus orígenes y también en su filial local supone una clara voluntad de control absoluto de lo que ocurría en “su” territorio. Ningún trabajador podía pasar de una sección a otra de la planta sin autorización, e incluso ex trabajadores cuentan que la supervisión y control de movimientos llegaba al punto de que se requiriera una “papeleta amarilla” para ser autorizado para ir al baño. Cada vez que el colectivo obrero tomó medidas que impugnaban en mayor o menor medida el despotismo de Ford (controlar las categorías, definir las enfermedades profesionales, ejercer la representación en el lugar de trabajo), y muy especialmente cada vez que la planta fue ocupada por los trabajadores, Ford publicó solicitadas en los grandes diarios, tomó sus propias medidas de acción directa a través de despidos, suspensiones e incluso llegando al lock out.

Sin embargo, nada de esto ocurrió cuando en la planta de Gral. Pacheco “el Ejército Argentino colocó fuerzas dentro de las instalaciones.” Por el contrario, la empresa mantuvo estrechas relaciones con las máximas autoridades del “Proceso de Reorganización Nacional”. La empresa vendió 269 unidades de Ford Falcon “no identificables” a pedido del ministro Albano Harguindeguy que son hasta el día de hoy el símbolo de los grupos de tareas del terrorismo estatal en la Argentina. Aportó además sus F – 100 para el secuestro de los trabajadores.

En un territorio bajo control estricto, ¿puede alguien con seriedad pensar que podía funcionar un centro clandestino sin el aval de la empresa? ¿Podía ignorar su existencia el jefe de seguridad de la planta, que además era militar retirado y terminaría sus años laborales en la embajada de los EEUU en Argentina? ¿Podía el gerente de manufacturas desconocerlo? Y más aún, ¿podía esto ocurrir en Buenos Aires sin que hubiera dado el aval la casa matriz en Detroit?

  1. Los beneficios de Ford

Lejos de ser “colaboradora obligada” la empresa se benefició enormemente. A sangre y fuego consiguió desestructurar el fuerte proceso de organización y movilización que había alcanzado en las jornadas de junio y julio en el marco de  la discusión del convenio de 1975 sus picos más altos. Las ventas de la empresa se multiplicaron por seis en 1976 en relación al año anterior pasando de 694.890 millones m$n a 4.272.200 millones.[10] Luego de las pérdidas de 1974 y 1975 y la instauración de la Junta Militar, la firma obtuvo el monto más elevado de utilidades desde 1960. Pero además, la relación de ganancias sobre las ventas, otorgó a Ford un lejano primer lugar en relación al resto de las terminales automotrices.[11] Este reposicionamiento se observa con claridad en el hecho de que la compañía pasó a ocupar el primer lugar por volumen de producción, desplazando a Fiat de esa posición, y en un contexto de crisis en el que varias terminales abandonaron sus actividades en Argentina.

La preeminencia de la empresa norteamericana tuvo su expresión en el cargo de presidente de ADEFA (Asociación de Fabricantes de Automotores). Desde su fundación a principios de la década de 1960, existía una rotación de los representantes de cada terminal en los cargos de la asociación. Entre 1966 y 1975, Ford había ocupado la presidencia de ADEFA en una sola oportunidad, en 1970, y la vicepresidencia también por única vez en 1968, en ambos casos a través de su legendario presidente Douglas Kitterman. Sin embargo, Juan M. Courard, presidente de Ford ocupó la vicepresidencia en 1976, permaneciendo como presidente por tres años consecutivos que, no por casualidad, coinciden con la fase más sangrienta de la dictadura.

  1. Una larga relación con el poder político

En 1980, la empresa inauguró la planta de camiones en el Centro Industrial de Gral. Pacheco. En el acto de presentación,  el presidente de Ford Argentina anunció una inversión de 394 millones de dólares. Como era habitual, el discurso relacionaba las perspectivas de negocios con la adhesión al régimen instaurado el 24 de marzo. Lejos de la formalidad o incomodidad de una empresa “víctima” de la prepotencia militar, el discurso daba cuenta de la profunda identidad ideológica que unía a la transnacional con el poder militar imperante. Así cerraba Courard su discurso: “Para esos representantes de la destrucción sin patria y sin Dios –que tanto problemas le ha costado al país erradicarlos, y de los que aún existen algunos grupos– sólo queda el desprecio de los hombres de bien, de los que trabajando o estudian-do van haciendo la patria de todos los días.” En la primera fila estaban el entonces ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz, el jefe de la Policía Federal, general de División Juan Bautista Sasiaiñ y el director de Institutos Militares, general de División Cristino Nicolaides.

No era una novedad que estas escenas se produjeran. Así había ocurrido cuando se inauguró la planta de Gral. Pacheco el 21 de septiembre de 1961. En esa ocasión, viajó al país el vicepresidente de la Ford Motor Co. de EEUU e integrante del grupo propietario de Ford Argentina, Tom Lilley. Participaron importantes funcionarios, como el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Oscar Alende; el vicegobernador, el presidente provisional del senado José M. Guido (y futuro presidente de facto), el secretario de  comercio José. A. Blanco, “ministros provinciales, legisladores nacionales y provinciales, dignatarios de la Iglesia, miembros de las Fuerzas Armadas, Diplomáticos, periodistas de todo el país, corresponsales extranjeros, representantes de la banca, el comercio y la industria, ejecutivos y directivos de la empresa y sus concesionarios.”[12]

Sólo a modo de ilustración, ya que podría hacerse un rastreo exhaustivo de ese vínculo desde la los sesenta a la actualidad, recordamos que detrás de la instalación de Ford hubo un intenso trabajo diplomático ya que el proyecto de la empresa era radicarse sólo en Brasil. Por un lado, Arturo Frondizi el primer presidente argentino en visitar  los Estados Unidos, realizó una visita especial al centro industrial de Ford en Detroit. En ese viaje, intercambió misivas con el presidente de la empresa, Henry Ford II, nieto del fundador de la automotriz. Ford consiguió la autorización para ubicar su Centro Industrial cerca de donde pasaría la estratégica Ruta Panamericana. Obtuvo exenciones impositivas, pero además, la sanción de una ley que ratificaba un acuerdo que resguardaba sus inversiones ante un escenario de inconvertibilidad de la moneda. Al debatirse esa ley, el senador jujeño Benjamín Guzmán, sostuvo “Tengo conocimiento personal que muchas compañías, entre ellas Ford y la GM, están esperando precisamente la ratificación de este convenio.”[13]

  1. Los juzga un tribunal pero los condenamos todos

Las condenas sobre los civiles que participaron durante la última dictadura han sido escasas. Según el CELS, hasta el 30 de julio de 2017,  366 civiles fueron acusados por delitos de lesa humanidad, entre ellos, 28 empresarios.[14] La primera y única condena que existió contra un civil empresario por delitos de lesa humanidad fue la de Marcos Levín, propietario de la empresa de ómnibus “La Veloz del Norte”, que posteriormente fue anulada por la Cámara Federal de Casación Penal. La impunidad de los  grandes empresarios es evidente debido al poder real que siguen ejerciendo en la actualidad. Fueron los grandes beneficiarios de la política económica impulsada por el entonces ministro de economía, José Alfredo Martínez de Hoz y son los principales favorecidos de la política económica actual del gobierno macrista.

Este juicio es una oportunidad histórica para demostrar la participación e involucramiento, de un gigante como la Ford  junto con el régimen dictatorial, en violaciones a los derechos humanos de sus propios trabajadores. que han esperado más de 40 años que este día se haga realidad. Más allá de que sean unos directivos quienes estén siendo juzgados, detrás de estos crímenes está la FORD. Desde sus orígenes, a principios de siglo en Detroit, esta gran multinacional viene imponiendo, a sangre y fuego, una política anti-sindical que atenta contra las libertades y derechos de los  trabajadores y sus organizaciones. Nuestra tarea y compromiso como pueblo será acompañar y apoyar siempre a las víctimas porque a FORD y sus representantes los juzga un tribunal pero, en definitiva, los condenamos todos.

 

[1] Área de Economía y Tecnología de FLACSO, CELS, Programa Verdad y Justicia y Secretaría de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, “Responsabilidad empresarial en delitos de lesa humanidad: represión a trabajadores en el Terrorismo de Estado, Infojus, 2015, “Ford”.

[2] 8 de marzo de 2007.

[3] https://www.thehenryford.org/collections-and-research/

[4] Archivo DIPBA,  Legajo 108, Mesa B, Carpeta “Varios”.

[5] En 2006 la Comisión Internacional de Juristas creó el Panel de Expertos Juristas sobre Complicidad Empresarial en Crímenes Internacionales.

[6] Citado en Verbitsky, Horacio y Bohoslavsky, Juan Pablo (editores) (2013): Cuentas pendientes. Los cómplices económicos de la dictadura, Siglo XXI editores, Argentina, p. 149.

[7] Brinkley, Douglas (2004): Weels for the World, Penguin Books, United States p. 427. (Traducción nuestra).

[8] Billstein, Reinhold; Fings, Karola; Kugler, Anita; Levis, Nicholas (2004): Working for the enemy: Ford, General Motors, and Forced Labor in Germany During the Second World War, Berghahn Books.

 

[9] Robin, Marie – Monique (2014): Escuadrones de la muerte. La escuela francesa, De la Campana, La Plata, p. 169

[10] Sourrouille, Juan (1980): El complejo automotor en la Argentina: transnacionales en América Latina, Instituto Latinoamericano de Estudios Transnacionales, México D.F. cuadro 7, pp. 60-61.

[11] Sourrouille, op. cit., cuadro 34, p. 216

[12] “Ford Motor Argentina S.A. inauguró su Centro Industrial”, Mundo Ford, nº430, octubre de 1961.

[13] “Ratificación de un acuerdo con los EEUU de Norte América sobre garantía de inversiones”, Boletín Oficial el 16 de mayo de 1961, Anales de Legislación Argentina, 1961, tomo XXIA, La Ley, Buenos Aires, p.15 y sigs.

[14] Ver en www.cels.org.ar

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