Hace 10 años las fuerzas armadas de Colombia con el apoyo sempiterno de los yanquis violaban la soberanía ecuatoriana para bombardear el campamento de las FARC – EP al mando del comandante Raúl Reyes. Luego de bombardear dos veces la zona, los soldados descendieron a rematar a las y los heridos. Veinticinco hombres y mujeres fueron asesinados/as mientras dormían.
Reyes era el encargado de negociar el canje de prisioneros, que incluía la liberación de Sonia, Iván y Simón Trinidad, presos en el corazón del imperio. Esta acción contraria al derecho internacional y al derecho humanitario fue apoyada por los Estados Unidos. Cabe recordar que al frente del gobierno estaba nada menos que Álvaro Uribe, perseguido por la precaria justicia colombiana por sus insoslayables vínculos con el paramilitarismo. Su ministro de Defensa era nada menos que Juan Manuel Santos, galardonado con el premio Nobel de la paz en 2016 y actual presidente.
La escalada de asesinatos a líderes y lideresas sociales así como de la insurgencia desmovilizada, junto al incumplimiento de puntos esenciales de los Acuerdos de La Habana, hacen a una coyuntura por demás compleja para el hermano movimiento popular colombiano. El mantenimiento de un bloque de poder que se ha beneficiado durante décadas del desplazamiento de campesinos y campesinas, y de la miseria de las mayorías, y que expresa lo más rancio del neoliberalismo y el militarismo, es un desafío para todo nuestro continente. La masacre de Sucumbíos es, lamentablemente, tan sólo un ejemplo de la barbarie que el estado colombiano y los Estados Unidos viene perpetrando contra millones de colombianos y colombianas.
Nuestro abrazo a las y los familiares, y los y las compañeras de Franklin Aisalla, Fernando Franco, Juan González, Soren Avilés y Verónica Velázquez. Nuestro abrazo a los y las compañeras del comandante Raúl Reyes y de los 19 guerrilleros y guerrilleras asesinados/as y enterrados/as como NN en Ecuador. Abrazamos en todas ellas y en todos ellos a la larga y ardua lucha del pueblo colombiano por conquistar la paz verdadera, la paz con justicia social y democracia plena. Hoy reafirmamos que el fin de la violencia política y los asesinatos en Colombia son claves para que los pueblos de América Latina puedan aspirar a la paz y a un mejor futuro.

Por la segunda y definitiva independencia de Nuestra América, por la unidad de los pueblos, por la revolución socialista.

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