Ante la avanzada represiva del gobierno, nuestra compañera María del Carmen Verdú (histórica militante de DDHH, referente de la CORREPI y de Poder Popular – Corriente de Izquierda) analiza el crecimiento exponencial de todas las modalidades de la represión estatal durante el gobierno macrista.

– A Vencer: El día 22 de Diciembre Correpi realizó la presentación del “Informe Nacional sobre la Situación Represiva 2017”. ¿Cuáles son las principales novedades que presenta este documento frente al segundo año del gobierno macrista?

M. del Carmen Verdú: Con la actualización de este año, que como siempre explicamos es parcial, no sólo porque cerramos la recepción de datos a mediados de noviembre, sino porque de centenares de casos nos llega información muchos meses después, se confirma la tendencia que ya veíamos el año pasado: el gobierno de Cambiemos y sus aliados es el más represor que nos toca enfrentar desde diciembre de 1983.

Hay un crecimiento exponencial de todas las modalidades de la represión estatal, tanto la que se descarga sobre los sectores organizados y en lucha del pueblo trabajador, como la que afecta cotidianamente a los más vulnerables en las barriadas populares, con predilección por los más jóvenes.

La desaparición forzada y muerte de Santiago Maldonado, y el fusilamiento de Rafael Nahuel, dan cuenta del alcance de lo primero, son los casos más significativos en un escenario de represión permanente y en aumento a todas las protestas y luchas, como lo vimos la segunda semana de diciembre, con 250 presos y presas por participar de movilizaciones y manifestaciones, en la ciudad de Buenos Aires y en otros lugares del país, como Jujuy.

El récord absoluto alcanzado por el gobierno macrista de más de una muerte por día por el gatillo fácil y la tortura, nunca antes alcanzado por ningún otro gobierno, es prueba al canto de que la militarización de los barrios, el incremento del poder de fuego y la orden de llevar al máximo la aplicación de todas las formas de detenciones arbitrarias tienen un correlato directo con el gatillo fácil y la tortura.

– Queda en claro un salto gigante en materia de represión estatal ¿A qué crees que se debe? ¿Qué rol juega la avanzada represiva en el plan de ajuste del gobierno macrista?

El gobierno de Mauricio Macri, envalentonado con el resultado electoral de octubre, ha decidido ir por todo en su proyecto de fondo, que no es otro que la reconversión profunda y a largo plazo de las relaciones capital-trabajo en nuestro país. Su paquete de reformas antiobreras y antipopulares, de neto corte neoliberal, con la reforma previsional, laboral, impositiva, educativa y del sistema de salud, pretende transformar de una vez y para siempre las formas de explotación capitalista en Argentina. La represión es la herramienta que necesitan para tratar de vencer la resistencia popular, que se expresa con fuerza y de manera creciente.

Afortunadamente, tenemos un escenario de mayor nivel de organización de la clase trabajadora que en ocasiones anteriores, y hay una acumulación colectiva de la memoria de las luchas, como lo demostramos el lunes 18 de diciembre, cuando, a pesar de la brutal represión del jueves 14, la movilización contra la infame reforma previsional fue aún más masiva. No logramos evitar que se sancionara, pero claramente los cacerolazos posteriores a la nueva represión muestran que hay un pueblo que no está dispuesto a ser simple espectador, y que se hace oír.

– ¿Podemos hablar de un nuevo escenario en materia represiva? ¿Qué rol juega la defensa pública del gobierno del accionar represivo?

Los operativos del martes 12 (marcha contra la OMC), jueves 14 y lunes 18 (contra la reforma previsional) fueron dirigidos con lógica militar por un comando unificado para la represión, que incluyó fuerzas federales, como la gendarmería, PFA y PSA, y la policía de la Ciudad.

El despliegue bélico que padecimos y enfrentamos supera por varios cuerpos operativos conjuntos similares, como el del Puente de Corrientes de diciembre de 1999, o el del Puente Pueyrredón de junio de 2002. La conformación de “anillos”, cada uno a cargo de una fuerza diferente, y la división de roles entre las fuerzas, marcan un escenario novedoso, que se completa con el reconocimiento, por parte del gobierno, de que todo lo actuado es “decisión de Estado”, como dijo la vicepresidenta Michetti, sin recurrir, como hacían las gestiones anteriores ante el repudio al accionar de las fuerzas, al argumento de su “autonomía relativa”.

Es la primera vez, desde 1983, que un gobierno nacional, con pleno consenso de los gobiernos provinciales, asume sin tapujos que el aparato represivo estatal es su brazo armado, y reivindica sin fisuras su acción, que reconoce como lo que es, su política explícita.

– Recientemente pudimos ver a importantes sectores mediáticos exigir represalias sobre las manifestaciones y las organizaciones de izquierda, lo que luego fue acompañado de denuncias concretas ¿Estamos ante una nueva avanzada de persecución y judicialización de las y los luchadores populares?

Los medios hegemónicos siempre han funcionado como reproductores y amplificadores del discurso oficialista, pero en esta etapa ya no es posible distinguir entre los comunicados oficiales y las editoriales de esos fabricantes de consenso.

Es desde esas usinas propagandísticas que se construye e instala el “enemigo interior”, que hoy se expresa en el “terrorista-anarco-trosko-mapuche-iraní”, definición que alcanza, por defecto, a cualquiera que levante la voz y la cabeza para defender sus derechos conculcados.

La contracara de esa desembozada función es la persecución y el ataque sistemático a las y los trabajadores de prensa, que como no pudieron ser encerrados en el “corralito” que planteaba la ministra Bullrich a principios de 2016, gracias a la frontal resistencia de sus organizaciones gremiales antiburocráticas, hoy son víctimas propiciatorias tanto de detenciones selectivas como de los disparos, tal como lo vimos el 1/9, y en estos días del diciembre caliente.

– ¿Cómo vez vos el movimiento antirrepresivo y de derechos humanos hoy? ¿Qué conclusiones nos dejan las jornadas contra la reforma previsional?

El movimiento de DDHH en general, y en particular el espacio antirrepresivo, fue de los primeros en comprender que la unidad de acción callejera y la solidaridad activa entre los protagonistas de las diferentes luchas es la tarea que debemos acometer sin miedo en esta particular etapa.

La enorme movilización popular contra el fallo que intentó beneficiar con el 2×1 a los genocidas fue posible porque desde la izquierda, organizada en el Encuentro Memoria Verdad y Justicia, advertimos que debíamos confluir en una sola marcha, más allá de nuestras identidades, y de las diferencias en todos los niveles, incluso estratégicos, que podamos tener con los demás sectores del movimiento de DDHH. Ese acierto generó el escenario para que cientos de miles se sumaran a una manifestación con una masividad que no veíamos, para un tema de DDHH, desde la marcha contra los indultos menemistas, y que, por cierto, la superó con creces.

Con el mismo acertado criterio encaramos las movilizaciones por Santiago, aún más multitudinarias, y también, en las jornadas recientes, la pelea contra la reforma previsional y por la libertad de los compañeros y compañeras que fueron detenidos y encausados en esas jornadas, tarea aún vigente.

El aparato judicial mostró, en todas esas oportunidades, que está disciplinado y listo para encarar su parte en la represión a la protesta, con la selección de figuras penales graves, como “intimidación pública” o “sedición” que habilitan la intervención del fuero federal, cuyos integrantes están más que dispuestos a satisfacer las órdenes del gobierno. Así, vienen dificultando la liberación de los detenidos y detenidas, mientras ordenan allanamientos absurdos en búsqueda de “materiales políticos” y habilitan al aparato de inteligencia de las fuerzas a realizar “ciber-patrullajes” para detectar elementos que puedan empeorar la situación de las y los encausados.

Es un salto de calidad marcado en la criminalización de las y los que luchan, que debemos estar en condiciones de enfrentar de conjunto, sin permitir que genere el objetivo buscado, que es la desmovilización y el conformismo.

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